Adiós a la hegemonía turística de Marrakech. Hola, Casablanca. La ciudad marroquí, que muchos conocen por el filme dirigido por Michael Curtiz y protagonizada por los fabulosos Humphrey Bogart e Ingrid Bergman -que además ni siquiera se rodó aquí-, es la nueva ciudad de moda de Marruecos.
Y es que antaño considerada como su centro financiero, ahora la ciudad lucha por convertirse también, en destino turístico y entrar en los circuitos habituales de los que deciden conocer el país del norte de África. Comienza a serlo por tratarse de una urbe cosmopolita, que aúna tradición y arte actual, lugares anclados en el pasado y clubs nocturnos de lo más animado.
Casablanca es un crisol de lo nuevo y lo viejo. Y eso se ve a cada paso, desde el zoco de estilo marroquí a su avenida repleta de edificios Art Decó o una interesante ruta para conocer el street art que salpica muchos de sus espacios. También es el lugar donde recaería el mismísimo Antoine de Saint Exupéry en su época como piloto, aportando muchas de sus vivencias aquí en su célebre libro 'El Principito'.
El nuevo Royal Mansour, faro del turismo de lujo en Casablanca
Buena parte del éxito en este nuevo posicionamiento turístico, la ha tenido la apertura de un nuevo hotel de lujo, la nueva sede de Royal Mansour que alumbra como un faro el devenir viajero de Casablanca. Y la elección del rey de Marruecos, propietario de estos hoteles, no ha sido baladí.
Tras enamorarnos con el primero Royal Mansour en la ciudad de Marrakech, donde cada habitación es un riad completo, eligió Casablanca para abrir el segundo, al que seguirá una tercera propiedad en Tamuda Bay que contará con la colaboración del chef Quique Dacosta. Y siendo de la misma colección de hoteles, cada uno es completamente diferente al otro.
El nuevo Royal Mansour Casablanca es un hotel urbano que además, se ha levantado donde lo hizo el primer 5 estrellas de la ciudad allá por 1953. Tras ocho años de trabajo, hoy luce como un edificio de 23 plantas que alberga todo el savoir faire del sello RM. Y lo hace con sus habitaciones, espaciosas y con baños de mármol de ensueño, algunas con vistas a la ciudad o al mar. En todas ellas se ha utilizado 70 tipos de mármol como elemento característico, de diferentes colores que casan con la decoración y los textiles.
También con su rooftop, que promete convertirse en el punto más animado de la ciudad o su spa, donde el hamman, tantas veces premiado, sigue siendo el rey. Todo ello rezuma el lujo y la elegancia que se buscan al visitar esta ciudad.
Y por supuesto, con su propuesta gastronómica. Porque además de ser un hotel de lujo, es uno comprometido con dar de comer bien tanto a huéspedes como a locales o viajeros que reserven en sus restaurantes. Si en Marrakech el hotel colabora con chefs de la talla de Hélène Darroze o Massimiliano Alajmo, aquí ha apostado por otros grandes nombres de la cocina mundial, como Eric Frechon o el japonés Keiji Matoba.
Como ya descubrimos en su hotel de la ciudad roja, en esta nueva apertura el compromiso con la calidad permanece intacto y se disfruta a lo grande de sus mesas. Empezando por el espectacular La Grande Table Marrocaine, aquí dirigida por Karim Ben Baba, que se alza sobre el edificio en la planta 23, con impresionantes vistas hacia el skyline de la ciudad, el mar y el icónico mihrab de su mezquita.
Aquí se sirven platos tradicionales marroquíes, como las ensaladas, las pastela al estilo de Tetuán o el cous cous. Pero también platos creados en exclusiva para este espacio, como una fantástica langosta azul de Ouadia que se presenta acompañada de tomate, pimiento, limón y comino, la m'quilla, un plato de pescadores de las costas de Casablanca o una suculenta paletilla de cordero m'hamer que preparan para dos personas, con una carne tan tierna que se deshace.
A pie de calle y tras pasar el fabuloso y suntuoso lobby, se encuentra La Brasserie, dirigida por Eric Frechon, que lleva 25 años al frente del 3 estrellas Michelin Epicure, en Le Bristol en París. Su cocina canónica francesa, ha conquistado a todos los que se sienta a su mesa, con grandes dosis de maestría, equilibrio y sabores delicados. Para Royal Mansour Casablanca ha incluido su saber hacer con la cocina gala, con toques a la del país.
Vale la pena deleitarse con platos como su huevo mimosa con cangrejo real, la coliflor a la meuniére o sus quenelles de pescado con salsa nantua. Pero también con los raviolis de cigala al aroma de naranja, el tartar de wagyu o el pollo de granaja servido en dos vuelcos, con su jugo y puré estilo Robuchon. Y por supuesto, dejar hueco para el postre. El francés domina como pocos recetas como el babá al ron o la millefeuille a la minute rellena de vainilla al bourbon.
Por primera vez en su colección de hoteles, Royal Mansour apuesta por un japonés, Le Sushi Bar, una barra y algunas mesas bajas con el itamae Keiji Matoba al frente. Aquí trabajan con un menú omakase que incluye pases de tempura, nigiris, sashimi o sopas, además de ofrecer la posibilidad de pedir a la carta.
Una visita al zoco local y a una de las pastelerías top de la ciudad
La vida local está en plena efervescencia en Casablanca y por cada rincón hay sitios que merece la pena conocer. Desde su impresionante mezquita, la tercera más grande del mundo a la Corniche -paseo marítimo-. Y por supuesto, su zoco. A diferencia de la Medina de Marrakech, que aunque todavía conserva ese halo casi medieval está destinada al turista, la de Casablanca, ubicada en la zona comercial de Habbous, es el zoco donde compran los locales. Sí, hay tiendas de chilabas, babuchas o cerámica, pero es donde ellos se hacen con su vestimenta diaria.
Paseando por este zoco, nos daremos de bruces con su mercado de las aceitunas, en el que encontrar de todo tipo, desde las que usan para cocinar, hasta las que comer como aperitivo. También allí se encuentra un horno centenario, al que acuden los locales para cocinar su comida, ya sea para el día a día o para grandes festividades o eventos. Y es el mismo donde se preparan los dulces de Pastisserie Bennis Habous, donde no conviene perderse los cornes de gazelle o los doigts al sésamo, ambos dulces con base de almendra característicos de esta pastelería.
Para experimentar la vidilla local de la ciudad, hay que pasarse también por el Marche Central, el mercado central, donde lo que más se vende es todo tipo de pescado de las costas de Casablanca, en el se puede elegir el pescado o marisco que más nos apetezca para que los puestos de alrededor lo cocinen al momento.
Restaurantes a pie de mar
Casablanca no vive de espaldas al mar y solo hace falta visitar su paseo marítimo, la Corniche, para darse cuenta de ello. Es cerca de aquí donde también han surgido restaurantes que se agolpan sobre el mar.
¿Un imprescindible? Le Cabestan, en funcionamiento desde 1926. Su sobrenombre es 'ocean view' y es que nada más entrar, la vista se va a sus amplios ventanales, por lo que lo único que se divisan es el azul y la fuerza del Atlántico. En la carta, han apostado por sabores internacionales, donde no faltan platos de pasta, tartares y buena representación de grandes piezas de pescado que cocinan a la brasa y carnes maduradas.