La payesa menorquina, Soraya Bosch, dejó de vender coches para ponerse detrás del mostrador y vender quesos con D. O. Mahón. Cambió un trabajo estable con 14 nóminas, días libres y fines de semana libres por una nueva vida 'al servicio' de los animales: "No era muy partidaria, pero tenía que intentarlo".

Desde hace ocho años dirige Formatges Sa Roqueta, junto a su esposo Juan Carlos, en la finca rústica de Son Arret, en la localidad menorquina de Ferreries. Ambos son unos de los pocos en la isla que luchan por recuperar la esencia del queso Mahón con denominación de origen. Él a cargo de la granja y los animales, ella a cargo de la botica, donde además de comprar y degustar sus quesos, también ofrecen embutidos, especias, mermeladas, miel, aceites y vinos elaborados con los productos locales.

"Empezamos poco a poco. Yo trabajaba en Ciudadela, me cansé de ir y venir y después me quedé embarazada" cuenta Bosch sobre sus inicios, que no fueron sencillos al desarrollar su actividad bajo el sistema de 'a mitges', que se aplica a las granjas de Menorca. "El propietario es un socio y el cultivador o pagés el que trabaja la finca, pero al que ver que no nos funcionaba al tercer año comenzamos a alquilar". 

Soraya Bosch en la puerta de la botica de Formatges Sa Roqueta.

Aquella decisión lo cambió todo: "Me puse al frente del negocio como socia. Venía de vender coches y me quedé yo aquí con mi bebé. Me ahogaba y por eso montamos la tienda y pusimos en marcha las experiencias para elaborar queso y atraer más público a la finca..." cuenta Bosch que lleva el marketing y las ventas en la sangre. Despacha con soltura, además de defender el producto local que vende en el colmado que ocupa la planta baja del caserío. 

Sorprende lo bien que cuidan su página web donde detallan todo lo que da de sí la granja. No es que los payeses sean conocidos por sus habilidades digitales, tras el tiempo que exige la granja queda poco para pantallas, pero Soraya se ha hecho toda una 'influencer del queso D. O. Mahón' y ha sabido aprovecharlas para fortalecer su negocio. 

Formatges Sa Roqueta, cuyo nombre rinde homenaje a la isla apodada cariñosamente "Roqueta" por los locales, ha conseguido recuperar los sabores, colores y aromas de antaño, ofreciendo un producto que no solo respeta las prácticas tradicionales sino que también se adapta a las demandas contemporáneas de los consumidores. "La tradición en Menorca de los granjeros es vocacional, si no espabilamos, trabajar en el campo se va a perder" expone Bosch.

La botica de Sa Roqueta

En la tienda se vende a granel, no le gusta tener los quesos envasados. Los tiene  expuestos tras el mostrador del colmado y otros tantos aguardan en la sala contigua de curación. Ofrece queso D. O. Mahón, semi curado, de dos a cuatro semanas, fácil de cortar y suave, y curado, de seis a ocho semanas. También cuentan con añejo y el que aguarda año y medio, el tiempo máximo de curación, gran reserva

La terraza donde se degustan los quesos, también con vinos de la isla.

Además de los quesos, venden embutidos, como sobrasada de la isla, engordan a los cerdos, pero no la elaboran ellos al no tener matadero, "hay mucho control sanitario". Cuentan con una estantería colmada de productos locales como aceites producidos en la isla como Morvedra Nou, Pont Modorro o Son Felip, licores de Xoriger o la miel artesana que elabora Miquel de Mel i Units. 

Una de las salas donde descansan los quesos, junto a sobrasadas.

Queso de Mahón, también para vegetarianos

La pareja no solo ha revivido las técnicas tradicionales de elaboración del queso Mahón, sino que también han innovado con una variedad única que se ha ganado a un nuevo público. En 2022, lanzaron una versión de queso utilizando coagulante vegetal a base de cardo, convirtiéndolo en una opción apta para vegetarianos, algo inédito en la isla hasta la fecha.

Un queso que lleva tu nombre

La finca de Son Arret no es solo un lugar de producción, sino que también se ha convertido en un destino de interés en la isla. Los visitantes pueden participar en la elaboración del queso, degustar los productos de la quesería y disfrutar de una selección de aceites y vinos locales. La visita guiada cuesta 35 € e incluye la elaboración del queso y su degustación.

Los quesos se pueden personalizar.

"Si quieren pueden personalizar el queso y en ocho semanas se lo mandamos". Las visitas comenzaron en 2019, "al año siguiente todo el mundo tenía que venir con mascarilla, pero al final acabé con lista de espera" recuerda Bosch, que en temporada alta recibe a 20 personas cada día.

Los meses de más afluencia coinciden con la época que menos leche dan las vacas, pero "lo compensamos con visitas y degustaciones. Menos producción, pero más economía" explica Soraya. La finca se ve desde la carretera, un gran mural de una vaca que cubre la pared del no deja duda de lo que espera al final del camino, pero cuidado con el acceso. 

Parte de las 60 vacas con las que cuenta la granja.

El esfuerzo detrás de un queso

"Las vacas se ordeñan dos veces al día, a las 06:30 h y a las 18:30 h de la tarde. A la mañana siguiente, en la cuba, ponemos la leche del ordeño anterior (el de las 18:30 h) y la subimos la temperatura a 26º, que es su temperatura natural. Después la mezclamos con la del primer ordeño, que viene a temperatura natural, juntando ser aproximadamente 1.500 litros" comparte desde el interior de la quesería, mientras enseña los diferentes utensilios que se utilizan durante el proceso. 

En la sala de elaboración del queso D.O. Mahón.

Para hacer queso D. O. Mahón, deben cumplir cuatro características básicas: "la leche tiene que ser de nuestras vacas; la leche no debe estar pasteurizada, en este caso solo subimos a 33 grados; necesitamos tener una atmósfera bacteriana en la sala donde se va a hacer, que se consigue limpiando cada vez la sala, pero dejando el suelo húmedo y suero en un cubo; la última es la forma del queso, redondeada, cada uno hecho a mano envuelto con un paño de tela de algodón que se llama fogasser".

La prensa del queso que ayuda a darle su particular forma.

Para cada queso necesitan cuatro kilos de cuajada y para cada kilo de cuajada se necesitan ocho litros de leche.  La producción media de las vacas en unos 30 litros al día, con lo que casi sacan un queso grande de cada vaca por jornada. Hacen 60 quesos aproximadamente, el 15 % se lo quedan el resto lo dan a otras queserías para que lo curen ellos por falta de espacio, "pero todos llevan el número 78 que indica de qué quesería procede" apunta Iván Bosch, que valora que "vengan no solo a ver las playas, sino también la parte rural".

Quesos D.O. Mahón elaborados del día, comenzando a curarse.

Aunque el trabajo exija muchas horas más de dedicación, él cubre ocho a turno partido, "me quedo aquí al mediodía con mi familia. Yo no llevo la vocación de ser payés, a mí me gusta mucho la gente y estar cara al público.  Pero despertarte a las seis para ordeñar las vacas, volver, darles toda la comida... eso es vocacional" explica el joven.

Cambiar de oficio nunca fue optar por la vía fácil, para ninguno de ellos, el campo y la ganadería son sacrificados y les acompañan trabas a la hora de desarrollar la actividad. Por eso, esta 'pagesa activista' a la que no le da pereza movilizarse por la preservación de un patrimonio cultural, forma parte de la Associació Comercial i Industrial de Ferreries (Acoinfe), entidad que coge el relevo a la extinguida asociación de comerciantes (Acofe), con el objetivo de unir todos los sectores productivos del municipio.