El filósofo y escritor italiano Umberto Eco definió a la contestataria Mafalda como "una heroína de nuestro tiempo". Sus agudas reflexiones existenciales y punzantes, nada propias de una joven de su edad, han conmovido y agitado las conciencias de muchas generaciones de lectores; no sólo en Argentina (su tierra natal), sino en toda Latinoamérica y diversos países europeos, llegando a ser traducida a treinta idiomas distintos

Como ocurre con los grandes ídolos, su fama permanece aún vigente, incluso después de la muerte de su creador, el humorista gráfico Joaquín Salvador Lavado (más conocido por su pseudónimo, Quino), fallecido hace ya cuatro años. De hecho, este agosto Netflix anunció que la pequeña Mafalda tendrá una nueva serie de animación en esta plataforma. Asimismo, la editorial Penguin Random House lanzará el próximo 26 de septiembre el libro La vida según Mafalda, una recopilación inédita del pensamiento filosófico de esta niña de pelo encrespado fanática acérrima de Los Beatles.

Sin embargo, pese a su enorme reconocimiento internacional, muchas personas ignoran pequeñas curiosidades muy significativas de Mafalda, como su intenso odio hacia la sopa, un tema recurrente en las viñetas de esta tira cómica que va más allá de una simple cuestión de preferencias o gustos culinarios

Una viñeta de la tira cómica 'Mafalda'.

Para muchas personas un plato de sopa representa calidez, recogimiento y hogar. A algunos incluso les trae recuerdos de su infancia, de sus abuelos y numerosos sentimientos positivos y reconfortantes. El propio Quino la adoraba, especialmente si era casera. Entonces, ¿por qué decidió que su personaje más popular detestara tanto y de forma tan insistente este plato?

Tal y como reveló el dibujante en 2004 en una entrevista a la BBC, en la historia de Mafalda la sopa tiene un significado político oculto. Así lo expresaba: "Era una alegoría a los regímenes militares que tuvimos que soportar por parte del Cono Sur". Según el artista, "todo lo que impone normas estrictas y hay que hacerlo por obligación, quita la libertad y eso es muy desagradable". 

Quino se refería especialmente a la situación política argentina de los años 60 y 70, aunque también a la de otros países que en esos momentos estaban sufriendo la injusticia y la barbarie de poderes tiránicos (como los que provocaron la revuelta de Mayo del 68, que, casualmente, encontró al viñetista de visita en París). Así pues, tras el golpe de estado de 1966 en Argentina contra Arturo Umberto Illia, la sopa en Mafalda pasaría a simbolizar "los gobiernos autoritarios que teníamos que comernos todos los días".

Tan explícita fue la oposición de Salvador Lavado a la dictadura en su país, que en 1976, cuando un grupo de militares asesinó a tres sacerdotes y dos seminaristas de izquierdas en la conocida como Masacare de San Patricio, el cuerpo de uno de ellos fue cubierto con una amenazante lona con un chiste de Mafalda que decía "Palito para abollar ideologías", en alusión a la crítica de Quino contra la porra represiva de los policías. 

Una viñeta de Mafalda soñando con sopa.

La sopa antitotalitaria de Mafalda convivió con otras sopas menos subversivas, aunque más famosas, como la artística sopa de tomate Campbell's de Andy Warhol de 1962. (¡Y en Cocinillas tenemos esta sopa de ajos que podría llegar a enamorar a la mismísima Victoria Beckam!). Sea como fuere, Quino y, por extensión, Mafalda (o viceversa) demostraron que ningún plato es de buen gusto (ni siquiera la mejor hamburguesa del mundo) si te obligan a comerlo a la fuerza, sin respetar tu voluntad y minando tus derechos, que, al fin y al cabo, son lo que nos hace realmente humanos.