No somos para nada gente de clichés, pero por si todavía alguien lo dudaba, en Valencia se come mucho más que arroces y paellas (¡sorpresa!). Una obviedad tan rotunda como que cada vez son más los descubrimientos gastronómicos que encontramos en la ciudad bañada por el Mediterráneo. El último ha sido el restaurante Apicius que, contradictoriamente, va camino de convertirse en veterano pues abrió sus puertas en 2007. Desde entonces hasta ahora su cocina ha ido evolucionando, poco a poco y sin sobresaltos, pasando de ser un restaurante de barrio bien, en la zona de Mestalla, hasta convertirse en el gastronómico sorprendentemente asequible que es hoy. Ficha y detalles de Apicius Apicius es un restaurante gastronómico de Valencia, de precio medio más que moderado, capaz de conquistar a cualquier hijo de vecino. Su cocina es evidentemente mediterránea, pero también de interior y muy viajera, con un marcado acento francés, sobre todo en lo que se refiere a la técnica y la meticulosidad de su chef. Lo mejor: todo lo que propone en su menú degustación, cambiante en función de la temporada y la creatividad del chef (que es mucha). Dirección: Eolo, 7 Horarios: Abierto todos los días, de 14 a 16h y de 21 a 23h (excepto sábado mediodía y domingos noche). Reservas: 963 93 63 01 Precio medio: 50-60€ por persona (a la carta). Menú de mediodía: 28€. Menú degustación del chef: 40€. Nota: 4.5/5 Estética sencilla, cocina sofisticada Siguiendo con la idea de los clichés, este no es un sitio para quien se deje llevar por las apariencias: una fachada sencilla, que pasa casi desapercibida en el barrio de Mestalla -alejado del bullicio de la zona centro de la ciudad-, y un interior con decoración atemporal, con un cierto aire de clásico moderno. Nada que ver con las tendencias actuales que prestan tantísima atención a los tapizados exóticos, al mobiliario retro industrial, a las plantas excesivas, a los suelos de baldosa hidráulica… el restaurante Apicius no lo necesita. De Zaragoza a Barcelona, pasando por Francia y Palma Aquí son los platos los que acaparan todas las miradas. Una cocina que combina el academicismo francés, las influencias marcadamente mediterráneas y las raíces del interior de su chef: Enrique Medina, un zaragozano que ha desarrollado su carrera en Barcelona, Francia -donde trabajó en dos restaurantes con Estrellas Michelín de Francia- y Palma de Mallorca, donde conoció a la que hoy es su mujer y su socia, la sumiller y jefa de sala del restaurante Yvone. Ella es alemana, lo que explica la presencia de tantísima referencia en vinos del país del Rhin en la bodega a la vista que preside el salón comedor del restaurante. Si a todo ello se le suma el carácter meticuloso del chef, nada mal puede salir de su cocina. Podemos definirla como una cocina de mercado, estacional y de temporada, que por supuesto mira ansiosa hacia el Mediterráneo, sin darle la espalda al interior. ¿Y eso como se come? Pues a dos carrillos, combinando los mejores arroces marineros con los guisos de caza y setas; es un maestro en el arte de cocinar la trufa. Por eso, aunque estemos junto al mar, además de pescados de lonja fresquísimos, sus clientes habituales saben que en su carta no suelen faltar el cochinillo de Segovia, las mollejas de ternera de Ávila, el pichón del sur de Francia o los espárragos de Tudela. El restaurante Apicius en menú degustación Quien quiera puede comer a la carta, que para eso está, o incluso de menú del día, que también tiene. Pero sería una pena no descubrir lo bien que se desenvuelve Enrique con un menú degustación. Un recorrido con el que nos lleva de viaje, desde Valencia a Japón, pasando por las Baleares o Italia. Y como compañero de viaje, los mejores productos de mercado y las raíces de la tradición, que le dan el valor necesario para atreverse a versionar platos tan populares de la región como el Tximo o pepito. Plato a plato Pero empecemos por el principio. El menú degustación del restaurante Apicius consta de nueve pases, pre-postre y postre, maridados con un champagne y cuatro vinos cuidadosamente seleccionados de la bodega, un formato que para nada le viene grande. Los tres primeros platos son los aperitivos, compuestos de nueve bocados a cada cual más singular: desde una oliva Negroni a un mochi de naranja valenciana y jengibre, un ravioli negro o incluso un capuchino de tubérculos tan sorprendente como exquisito. No hay propuesta culinaria con la que no se atreva, pues por no faltar, no falta ni el tratar de atún rojo Balfegó con aguacate, ni la croqueta de morteruelo. Entre los principales, desde platos ligeros como el calamar de playa con guiso de níscalos y cresta o la dorada de playa con champiñón y manzana, a otras propuestas más contundentes, como el ganaché de foie, sésamo negro y humus, o el huevo de corral con queso manchego y botarga. Y aún hay más, porque todavía quedan los platos fuertes: pato Sibón y callos de ternera, y los postres, con un irresistible chocolate con especias en texturas. Cocina que más de uno ya considera de culto, pues cada plato tiene una raíz, un por qué y unos ingredientes con significado propio. Pero para no hacer demasiados spoliers, dejaremos este misterio sin resolver, con la intención de que lo descubra cada cual con una comida en Apicius.