Ligeramente a las afueras de Madrid, pero a solo diez minutos de Plaza de Castilla, se encuentra El Mesón de Fuencarral. Un restaurante clásico, de referencia que quizás a algunos no les suene, pero que lleva activo desde 1932 sirviendo cocina clásica castellana y apostando por el producto de calidad.

Pocos restaurantes pueden presumir de 90 años de historia a sus espaldas, y Mesón de Fuencarral es uno de ellos. A lo largo de estas nueve décadas han visto pasar de todo, pero sin lugar a dudas la Guerra Civil española sea uno de los acontecimientos más importantes a los que se han enfrentado.

"Tuvimos que traer productos de los pueblos de la Sierra de Madrid para poder seguir sirviendo una cocina en condiciones, de la que alimenta también el alma", cuenta Ramón Dios, actual gerente del restaurante.

90 años de restaurante

El salón principal del Mesón de Fuencarral

Sus abuelos Pilar y Ricardo fueron los que en 1932 abrieron en el actual emplazamiento a las afueras de Madrid. "En aquel entonces aquí no había nada, y poco a poco hemos ido ampliando el restaurante hasta lo que es hoy en día, incluyendo la terraza que pusimos durante la pandemia, que fue lo más demandado que había porque si no el cliente no venía", nos explica Ramón mientras paseamos por la casona que ocupa el Mesón de Fuencarral.

"Es una terraza agradable y apartada del ruido de la ciudad que se ilumina delicadamente por la noche", continúa Ramón, "Complementa al salón de dentro, y en ambos espacios seguirá estando disponible la carta con muchos más platos del recetario que está en el imaginario de todos".

Ramón Dios, actual gerente de El Mesón de Fuencarral

Esta es precisamente la cocina que encontramos en el Mesón de Fuencarral, una carta compuesta de platos y elaboraciones reconocibles por todos, clásicas y tradicionales, pero muy bien elaboradas. Hablamos del bonito en escabeche casero con pimiento asado, el gazpacho hecho a mano (receta que no ha cambiado desde 1932), croquetas de jamón y pollo, morcilla de arroz, judías verdes "cortadas a mano" con jamón ibérico, callos a la madrileña, migas con chorizo y huevo o asados de cordero lechal o cochinillo.

A lo largo de las tres generaciones que han pasado por El Mesón de Fuencarral el restaurante ha conseguido por un lado mantener una tradición con un valor incalculable, y por otro ir mejorando y adaptándose a los nuevos tiempos con nuevas técnicas y formas de cocinar. Esto mismo se aplica a la gestión y administración del negocio, de la cual Ramón es un auténtico referente.

Cocina clásica renovada

Las croquetas del Mesón de Fuencarral

Durante mi visita pude probar sus famosas croquetas, que efectivamente están buenísimas. Sabor intenso, muy cremosas y poco pesadas debido a que utilizan la mínima harina posible en su elaboración. Notable alto.

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Las migas con chorizo vienen acompañadas de unos huevos para romperlos y aportar la cremosidad de estos. Es un plato que no puede ser más tradicional, muy bien elaborado. Notable alto.

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Los callos a la madrileña son algo diferentes a lo que estamos acostumbrados, porque el jugo es más abundante y líquido, pareciéndose más a un guiso. El resultado es muy bueno y me sorprendió para bien, además deja más donde mojar. Notable alto.

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Para acabar no podría ser de otra manera, un asado de cordero lechal. Nada que ver con la elaboración sencilla y minimalista de Aranda de Duero, aquí se asa con aceite, ajo y especias, y el resultado es sabrosísimo, lleno de sabor y para mojar pan. Sobresaliente.

El Mesón de Fuencarral es uno de los restaurantes con más historia de España, un lugar que solo por lo que cuentan sus paredes merece la pena visitar. Perfecto para cualquier ámbito, desde reuniones de negocios entre semana que es más tranquilo, hasta visitas en familia durante los fines de semana gracias a sus amplios espacios, terraza y zona de juegos para niños. Lo único que espero es poder celebrar su centenario, lo merece.