El famoso poeta dominicano, Pedro Mir, tiene un conocido poema donde habla de "un país en el mundo colocado en el mismo trayecto del sol". No es difícil adivinar que es un sentido homenaje a su tierra y si hubiera que buscar un lugar dentro de República Dominicana donde esa frase tomara más sentido sería, sin lugar a dudas, Cayo Levantado, frente a las costas de la península de Samaná al este del país.
Esta isla privada, propiedad del gobierno de la nación, es uno de los lugares más mágicos de Samaná donde el sol y el azul del mar parecen haber hecho un pacto para crear un paisaje sereno, interrumpido únicamente con los saltos de las ballenas jorobadas cuando bajan a aparearse a estos lares.
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Pues en este "inverosímil archipiélago de azúcar y alcohol", como sigue el poema de Mir, es donde el Grupo Piñero ha conseguido levantar un paraíso con la concesión de uno de los hoteles más lujosos del país, Cayo Levantado Resort.
Junto a sus playas privadas, el hotel ha hecho una apuesta clara por la gastronomía, uniendo el buen comer con el buen sentir y el buen descansar. De hecho, cuando se entra en Cayo Levantado se puede elegir uno de los cuatro caminos del bienestar que ofrecen, -Renew, Relax, Restore y Refresh-, que es el que marca la rutina de ejercicios, de descanso y hasta lo que comes cada día, desde el desayuno hasta la cena.
Pero el complejo tiene un increíble restaurante que, es una colaboración con uno de los chef del país, que camina entre el mundo mágico de Pedro Mir y la realidad de sus platos. La Senda es un desafío a todos los sentidos que están retados a implicarse en el menú degustación y también un viaje por todos los paisajes que conforman República Dominicana, desde la montaña a la zona de campo o la de playa y, por supuesto, la capital.
La entrada ya hace la función de túnel del tiempo y del espacio y con su vegetación incita a volar directamente al poema "Hay un país en el mundo". Entre los distintos espacios que van cambiando en función de si se homenajea al mar o al interior, se establece una senda donde maridar la cocina y la cultura locales con vinos que sirven de guía para aprehender las tradiciones de la isla.
En La Senda, se cuenta con los mejores chefs de la zona para crear un ambiente dominicano tanto en la elaboración del menú como en la presentación con una vajilla muy especial adecuada a cada parte del restaurante.
Menú 160 euros
Esta apuesta gastronómica única, por lo que significa la experiencia y el hotel, cuesta 160 euros y, como aseguran sus responsables, se trata de encontrar "un bosque en cada flor y en cada flor, la vida", siguiendo el lema de Mir que marca la esencia de todo este enorme local.
El cóctel de bienvenida es un espumante macerado con limoncillo y miel de acacia para sentir "tierra bajo los árboles y tierra bajo los ríos, que sigue con un crujiente de tapioca con emulsiones mixtas y caldito de cebolla a la brasa del ahumador del propio restaurante, donde realizan algunas de las preparaciones más especiales.
Para limpiar el paladar y mostrar "una inmensa bahía y otra inmensa bahía", proponen hongos y molondrones fritos, yun-yun de piña con almíbar de jengibre y ron de la casa añejado en barrica.
A partir de aquí la comida se divide en tiempos. En el primero, "donde un ángel respira", como rezaba Pedro Mir, podemos disfrutar de camarones Sánchez a la brasa. En el segundo, cuando "a cada campesino irán las primaveras cantando", un homenaje a los productos del campo con ravioli de remolacha, queso de cabra local y tierra.
Ya el tercer tiempo se trata de entender "en este fluvial país en que la tierra brota, la piel de la colina y detrás del horizonte", con un arroz silvestre en el jardín. Para acabar, en el cuarto, donde "irán los campesinos por la loma dormida", con un de cabo a rabo; preludio del quinto tiempo que es una pierna de cordero rostizada que habla con su sabor de "la caña y la yerba y el mimbre".
El postre inspirado por el título de este poema, "Hay un país en el mundo...", incluye cacao y limón, dos sabores dominicanos puros en galletas, petit fours, macarons, dulces, golosinas y, como no, Mamajuana de la casa, un trago que no puede faltar en ninguna comida auténticamente dominicana.