Para saberlo todo sobre los vinos italianos tendríamos que hacer un máster. Y aún así nos quedaría mucho por descubrir. Junto a Francia, Italia es el otro gran productor de vino del mundo. Su historia y su diversidad es apabullante, pero como en Cocinillas somos unos valientes, vamos a darte las claves para que, al menos, sepas qué vinos pedir en un restaurante italiano si estás harto del Lambrusco.
Lo primero que has de tener en cuenta es que en Italia todas las regiones producen vino. Hay más de 35.000 bodegas, sin embargo, el tamaño productivo de estas es de menos de 50.000 botellas, mientras que en España es al revés: aquí rondamos las 5.000 bodegas, con una producción de entre 500.000 y 3 millones de botellas. Esta es la razón por la que España siempre esté por delante de Italia en volumen de exportación de vino, pero por detrás en valor.
La tradición del vino en Italia es antiquísima. Se remonta a los griegos asentados en el sur, que llamaban a la futura Italia 'Enotria' (tierra del vino), y a cuando el Forum Vinarium romano, a orillas del Tíber, era el centro internacional de intercambio y comercialización de vino. De hecho, el escritor y naturalista italiano Plinio el Viejo, que murió en Pompeya víctima de la erupción del Vesubio, fue el primer hombre de la Historia en clasificar el vino.
Dicho esto, entramos a el apartado de uvas y denominaciones, y esto es para nota. Italia cuenta con más variedades de uva autóctonas que ningún otro país. Sin embargo, carece de la dilatada tradición de buenos vinos de otros países europeos, como Francia. Lo compensa con un sinfín de sabores y estilos, un universo vinícola lleno de matices y una identidad bien afianzada. Cada región tiene sus propias uvas y su propia personalidad. De ahí la gran dificultad de conocerlas todas y de descifrar las etiquetas.
El equivalente italiano de la AOC francesa o la DOCa española es la DOC (Denominazione di Origine Controllata), a la que se le añade un nivel superior, la DOCG, que determina que además de controlada, está garantizada. Y por otro lado están los vinos más modestos, los 'vinos da tavola' (vinos de mesa) que se venden a precios igual de elevados, y los que se etiquetan sencillamente como IGT (Indicazione Geografica Tipica).
Tampoco existen como en España los conceptos de Crianza, Reserva o Gran Reserva. Los vinos tienen envejecimiento o no lo tienen, y su periodo obligatorio es diferente al sistema español. La etiqueta de Riserva en un vino italiano no se refiere a un mayor tiempo de crianza, sino a una selección de la mejor uva o a una salida tardía al mercado, nunca al tiempo de permanencia en madera. En resumen, un caos difícilmente abarcable, que desde aquí vamos a intentar abrazar.
Los vinos italianos, por regiones
Con más de 1.000 variedades autóctonas, cerca de 400 permitidas para elaborar vino y otras tantas foráneas, un clima sometido a infinitas variaciones y suelos que pasan del calcáreo en el norte al volcánico en el sur, hay quien asegura que Italia es un resumen de todos los microclimas, emplazamientos y terruños que existen en el mundo.
Noroeste. Lombardía, el Valle de Aosta y Piamonte. La región de los tintos robustos. De los Barolo y Barbaresco, procedentes de la uva nebbiolo, caracterizada por su fuerza tánica y aromática. También destacan aquí los vinos producidos a partir de dolcetto, afrutados y acidulados en boca.
Noreste. La región del Véneto, Friuli y el Trentino produce blancos elegantes, etéreos, perfectos para el aperitivo y para acompañar platos livianos. También es la tierra del Prosecco, uno de los espumosos más populares de Italia que se ha hecho fuerte en España en los últimos años, tan vivo y fresco como nuestro cava. Entre los tintos de esta zona destacan los célebres Valpolicella, muy ligeros.
Centro. La Toscana es la primera región vinícola del corazón del país, con su uva sangiovese como cabeza de cartel, dueña y señora de los famosos Chiantis. Son los vinos que mejor armonizan con los platos a base de tomate, aunque muchos prefieren el Brunello di Montalcino (igual de afrutado pero más vigoroso) o el vino Nobile di Montepulciano.
Sur. La tierra de las oportunidades, de los descubrimientos y de las gangas. Los vinos del sur son considerablemente más baratos en comparación con los de otras regiones, y la abundancia de variedades ha dado forma a una extraña personalidad. Desde la uva primitivo, con sus aromas a pimienta, hasta la aglianico, con notas de almendra, pasando por la negroamaro y la nero d’avola, que producen tintos de una calidad excepcional. Los blancos sureños también son fascinantes, secos y dulces, en particular el legendario Marsala.
Las islas. En Cerdeña son muy interesantes los vinos de cannonau, familia directa de la garnacha, pero las islas son conocidas por sus vinos dulces, como el Passito de Pantellería, elaborado en un pequeño atolón al sur de Sicilia, a partir de uvas moscatel deshidratadas.
Cómo acertar con la carta en la mano
Como experto en vinos italianos que ya eres si has leído hasta aquí, solo te queda dártelas de listo en ese restaurante tan auténtico que te han recomendado y pedir con criterio el vino que mejor va a acompañar la comida. Te ayudamos un poquito.
Antipasti. Para las burratas, los carpaccios y los embutidos que suelen estar entre los entrantes de un restaurante italiano, opta por un espumoso de Lombardía, que compite directamente con Champagne, o uno de los blancos frutosos y minerales de Piamonte. También irá bien un rosado afrutado de Puglia, tierra de sol y mar.
Primi. Los primeros platos en un italiano suelen dividirse entre pasta o pizza. Ambas opciones muy ricas en ingredientes, en función de los cuales elegiremos siempre el vino. Si no te decides, la zona de Trentino-Alto Adige siempre será un acierto. Es famosa por sus vinos blancos secos, florales y afrutados, y sus espumosos de gran calidad. Si prefieres tinto, te sorprenderán los de Friuli Venzia Giulia, con mucha clase y notas minerales, que empiezan a hacerle la competencia a los famosos blancos de esta zona. Y si no, siempre te quedará la agradecida Veneto, región de los famosos Proseccos y Soaves.
Secondi. Para el pescado, pregunta por un blanco complejo, con carácter floral y fruta de hueso, de la zona de Abruzzo. Otra opción pueden ser los blancos volcánicos de la Campania, una región marcada por el Vesubio. Para la carne, un Barolo del Sur, un tinto siciliano, con su característica potencia, o la singularidad de los vinos de Sardegna.
Dolci. El tradicional tiramisú, el cannolo con crema y la pannacotta sabrán mejor acompañados de un vino de la Marche, un sauvignon blanc dulce que hará que te olvides del Sauternes para el postre. O con un Moscato d’Asti, un moscatel de bajo contenido alcohólico muy popular al noroeste de Italia.