El poeta británico John Keats ya mencionaba en 1818 las bondades de los vinos canarios en su famoso Lines On the Mermaid Tavern. También Lord Byron, Sir Wlater Scott e incluso Shakespeare alabaron de una u otra manera la calidad del Canary o el Sack, como se conocía entonces al vino de las Islas Canarias a ese lado del charco.
Eran buenos tiempos. Entre 1400 y 1800 el vino fue el principal motor económico de Canarias. Varios siglos de crecimiento y esplendor, de reputación dentro y fuera de España, solo comparables a los que vivió Jerez con sus generosos, que tristemente comenzó a perder fuerza a partir de 1703.
El causante del declive fue el Tratado de Methuen, que abría una alianza comercial para que los ingleses dejaran de comprar los vinos canarios y empezaran a comprar los de Madeira. Este acuerdo, sumado a la erupción del volcán de Garachico en Tenerife tres años después, que dejó completamente inoperativo el puerto de donde salían las exportaciones, acabó por restarle protagonismo al Canary en el mundo. Sin duda, una de esas grandes injusticias de nuestra Historia.
A partir de ese momento se intentaron redirigir las exportaciones hacia la América española, pero no fue suficiente. La crisis de la uva derivó la atención hacia la papa y el millo, que poco a poco fueron sustituyendo a las viejas viñas. Y así siguieron pasando los años en las Islas Canarias, hasta llegar al siglo XX.
En los años 80 se produjo lo que podría verse como una poderosa revolución en la industria vinícola canaria. Surgieron las Bodegas Comarcales, las DOP y sus Consejos Reguladores, propiciando desde entonces y hasta nuestros días la elaboración de vinos de excelente calidad en las Islas, apreciados también a nivel internacional, como lo demuestran los premios obtenidos en certámenes de todo el mundo y la exportación a más de 35 países.
En esta nueva etapa, la del siglo XXI, los vinos canarios empiezan a subir de nivel y a conseguir mejores puntuaciones en las principales publicaciones especializadas, y es por una razón: su singularidad. Fuertemente marcados por un carácter volcánico, los canarios son vinos especialmente minerales. Peculiaridad que se debe a que las Islas tienen entre 1.5 y 20 millones de años, lo que, geológicamente hablando, es en realidad muy poco tiempo. Son suelos 'jóvenes' que manifiestan su carácter en forma de una atractiva mineralidad en los vinos. En ella nos adentramos.
Sin miedo a la filoxera
Las Islas Canarias cuentan con uno de los patrimonios vitícolas más importantes de España, fruto del esfuerzo de varias generaciones de viticultores y bodegueros, de unas condiciones climatológicas excelentes, de una orografía muy particular, con suelos volcánicos, y de los vientos alisios, muy importantes, pues confieren a los vinos un personalísimo carácter atlántico.
Con más de 300 años de historia en el comercio del vino, el archipiélago canario es una de las cuatro únicas regiones a nivel mundial libres de filoxera, la horrible plaga que arrasó gran parte del planeta a finales del siglo XIX. Como consecuencia, todo el viñedo de las Islas está plantado a pie franco (directamente en la tierra, sin porta injerto americano), lo que posibilita una interacción total de la planta con el suelo y explica, a su vez, la mineralidad típica de estos vinos.
Un terruño, en definitiva, muy fuera de lo común, capaz de conservar más de 80 variedades de vides diferentes, muchas de ellas endémicas. Como la bastardo negro (también conocida como babosa), las populares listán blanco y listán negro, la deliciosa malvasía aromática, la forastera, una insignia en la isla de La Gomera, la bujariego o vijariego, la negramoll, la verijadiego negro o la marmajuelo, estas dos últimas recientemente redescubiertas, ya que se encontraban dispersas en diferentes lugares.
Trabajo de héroes
"Las Islas Canarias son el jardín botánico de la viticultura mundial", asegura Juan Jesús Méndez, químico y responsable de Bodegas Viñátigo (Tenerife). No le falta razón. Otra de las rarezas que más llaman la atención cuando nos adentramos en las Canarias para descubrir la riqueza de sus vinos son los sistemas de cultivo tradicionales. Las formas de cultivar la vid varían en función de la isla, la zona y el tipo de uva. Esta abundancia de agrosistemas vitícolas es el resultado del trabajo de adaptación de los cultivadores a un medio difícil. Esfuerzo e ingenio que han dado lugar a paisajes naturales de mucho valor.
Entre ellos destacan la originalidad de los hoyos y zanjas de La Geria (Lanzarote), excavados en el suelo volcánico para sembrar las cepas, o el sistema de cordón trenzado del Valle de La Orotava (Tenerife), en el que los sarmientos forman auténticas rastas que se entretejen a lo largo de varios metros.
Esta orografía volcánica, en ocasiones abrupta y hostil, y la imposibilidad de usar ningún tipo de maquinaria para la vendimia, obliga al viticultor canario a realizar una viticultura heroica, llamada así al estar situados los viñedos por encima de los 300 metros de altitud, en terrenos con pendientes superiores al 30% y cultivados en terrazas o en difíciles condiciones de vendimia.
Son precisamente estas diferentes prácticas de cultivo las que, junto a las cambiantes condiciones climatológicas, naturales e incluso culturales que se aprecian de una isla a otra (y, en ocasiones, dentro de una misma isla), las que dan lugar a las 11 denominaciones de origen distintas con las que cuenta Canarias. Denominaciones que otorgan reconocimiento legal y protección a unos vinos de calidad elaborados en contextos concretos y mediante modos de producción y variedades determinadas.
Una complicación a veces para el consumidor a la hora de catalogar lo que está bebiendo, pero también una manera de reconocer la singularidad de cada terruño, los diferentes climas que se alternan en las islas y la personalidad que adquieren las varietales en cada una de ellas.
Un volcán en casa
Las pequeñas producciones con las que cuentan la mayoría de las bodegas canarias, muchas de ellas familiares que vinifican para consumo propio, los costes de la exportación y, en ocasiones, también la falta de recursos, dificultan la tarea de poder probar en la península algunos de los grandes vinos canarios. Un reto cada vez más fácil de conseguir, gracias a la apuesta de bodegas como Suertes del Marqués o El Sitio, ambas de Tenerife, o de la lanzaroteña El Grifo.
Si hemos conseguido despertar tu interés por la herencia volcánica de las Islas, las siguientes referencias acabarán de convertirte en un nuevo amante de los vinos canarios. Este es nuestro Top 10:
Paisaje de las Islas Forastera Blanca, de Bodegas Tajinaste en La Gomera (D.O. Islas Canarias). 100% forastera blanca.
Tintomonje, de Bodegas Monje en Tenerife (D.O. Islas Canarias). Listán negro (90%), listán blanco y negramoll.
Paisaje de las Islas Naturalmente Dulce, de Bodegas Tajinaste en La Gomera (D.O. Islas Canarias). 100% malvasía aromática, al estilo de los viejos Canary dulces.
Elaboraciones Ancestrales Blanco, de Bodegas Viñátigo en Tenerife (D.O. Islas Canarias). 100% gual.
Bastardo Negro, de Bodegas Monje en Tenerife (D.O. Islas Canarias). 100% bastardo negro.
Malvasía Volcánica Seco, de Bodegas Los Bermejos en Lanzarote (D.O. Lanzarote). 100% malvasía volcánica.
El Sitio Vijariego Negro, de Bodegas El Sitio en Tenerife (D.O. Islas Canarias). 100% vijariego negro.
Laderas de Teno, de Bodegas Viñátigo en Tenerife (D.O. Islas Canarias). Baboso negro, tintilla, vijariego negro y bastardo.
Rosado de Lágrima, de Bodegas El Grifo en Lanzarote (D.O. Lanzarote). 100% listán negro.
Vidonia blanco seco barrica, de Bodegas Suertes del Marqués en Tenerife (D.O. Valle de la Orotava (Islas Canarias). Listán blanco (mayoritariamente), gual, marmajuelo y vijariego blanco.