La tipicidad de los vinos de Rioja y Ribera del Duero ha dejado de ser una característica que permita su diferenciación. El cambio climático, las tendencias en el estilo de los vinos y la globalización, entre otros factores, hacen que cada vez haya más vinos distintos entre sí e imposibles de etiquetar dentro de una misma región. Que a Rioja se la conozca como la tierra de los mil vinos no es casual.
Hoy en día es muy difícil establecer las diferencias entre estas dos grandes denominaciones de origen, así que no te frustres si no lo consigues. Los vinos de ambas D. O. se parecen, y mucho, porque utilizan la misma uva (tempranillo) y comparten suelos arcillosos y con calcio, pero tienen matices diferenciadores, tanto en la teoría como en la práctica, que no debes pasar por alto si quieres aprender a valorar cada uno de ellos en su propia disparidad.
1. El valor de las añadas
“Un buen aficionado al mundo del vino debe conocer la calificación de las últimas añadas en sus Denominaciones de Origen preferidas”, dice Raquel Ruiz Espinosa, directora de Marketing y Comunicación de Hispanobodegas, que elabora vinos en Rioja (Bodegas Valdelacierva) y también en Ribera del Duero (Bodegas Gormaz). Es decir, si ha sido Buena, Muy Buena o Excelente. “Pero no sólo eso, también es importante que sepa que esa calificación sirve exclusivamente para esa Denominación de Origen en concreto, que cada región tiene una diferente cada año”.
2. Rioja es D. O. Calificada y Ribera del Duero no
Esto significa que los vinos de Rioja pertenecen a un escalón superior, según la nueva Ley del Vino, que certifica que estos han alcanzado altas cotas de calidad durante un dilatado periodo de tiempo (más de 10 años). La primera D. O. en conseguir la coletilla de Ca. fue Rioja, en 1991. Después Priorat, en el 2000.
Ambas siglas garantizan que el vino está certificado por un consejo regulador y que cumple altos niveles de calidad pero, además, la D. O. Ca. impide que pueda venderse vino a granel y garantiza que todos sus productos se comercialicen embotellados en bodegas situadas dentro de la zona de producción, entre otras cosas.
La D. O. Ca. Rioja es más antigua que la D. O. Ribera del Duero y la clasificación de los vinos también es diferente. En Rioja, por ejemplo, existen ‘viñedos singulares’ calificados, en Ribera no.
3. En Rioja no se hacen vinos jóvenes con madera, en Ribera sí
No se hacen porque no lo permite la regulación riojana. En Ribera, los vinos jóvenes con un ligero paso por barrica llevan la etiqueta de Roble, y son tintos que han conseguido cambiar el panorama vitivinícola español, ya que cuentan con todo el atractivo de su juventud, pero aportan un toque de madera que los hace más fáciles de beber y ligeramente más complejos.
4. ¿Tempranillo o tinta del país?
“Es la misma variedad pero en cada región se llama de una manera”, explica Ruiz Espinosa. “Sus comportamientos son igualmente diferentes, y esto es lo que le da sentido a cada denominación”.
Además de la tempranillo, el resto de variedades de uva permitidas para tintos y blancos son diferentes en cada D. O. De hecho, hasta hace apenas un par de años, en Ribera no se podían elaborar blancos, algo que ha cambiado desde que se autorizara el uso de la albillo mayor.
5. El clima marca la diferencia
Si tenemos la misma uva, bodegas con instalaciones similares y enólogos igual de formados, ¿cómo pueden ser los vinos tan diferentes entre Rioja y Ribera?
Es muy fácil de entender. Todo tiene que ver con el clima. “En la D. O. Rioja, que abarca los municipios de La Rioja, Álava y Navarra, enmarcadas por el Ebro, existen tres influencias climáticas: la continental, la atlántica y la mediterránea, y esta última proporciona una suavidad que en los vinos se traduce en una elegancia y una finura increíble y difícilmente igualable”, aclara la responsable de Hispanobodegas.
El caso de Ribera es diferente. Aquí es el Duero el que marca los contrastes entre los viñedos situados en Burgos, Valladolid, Soria o Segovia. “La mayor ‘brusquedad’ climática da lugar a vinos más potentes, aromáticos, estructurados y con un tanino más marcado. Ribera es como un ‘sándwich’ entre heladas, se vive al filo con riesgo de hielos tardíos en mayo y tempranos en septiembre”, añade.
El ciclo vegetativo en esta parte, por tanto, es mucho más corto, con contrastes térmicos entre el día y la noche de hasta 30 grados, pues a lo anterior hay que añadir una altitud media de unos 800 metros, frente a los 400/500 de Rioja. Esta singularidad permite una espectacular síntesis de polifenoles. “El resultado son vinos menos finos, pero con una carga aromática y estructural muy potente”.
En resumen: taninos finos y elegancia de Rioja vs. taninos rudos y potencia de Ribera.
6. Crianza, Reserva y Gran Reserva
En Rioja, estas categorías que tienen que ver con el tiempo que el vino pase en contacto con la madera y no con la calidad (ojo), están permitidas para barricas de 225 l (las tradicionales), mientras que los Robles de Ribera del Duero se pueden criar en barricas desde 225 a 600 l.
7. El vocabulario de la viña y el laboreo también es dispar
Lo que en Rioja se conoce como renques, en Ribera del Duero son líneos; las cepas de una son los majuelos en la otra; las tijeras son corquetes; los uveros, pulgares… Los reversos del castellano no tienen límites en el viñedo.
8. Cuestión de precios
“Aquí funciona la oferta y demanda. En Rioja hay más superficie de viñedo, más bodegas y más vinos, la oferta es mayor. En Ribera hay menos uvas, menos producción debido a esas temperaturas extremas, menos de todo, y los precios de los vinos aumentan”, opina Ruiz Espinosa. Tanto es así que muchos bodegueros aseguran que, hoy, producir vino a partir de viñedos propios cuesta el doble en Ribera del Duero que en Rioja.
Claves para diferenciar Rioja de Ribera en la copa
En primer lugar, prestando atención al color. Ribera del Duero suele presentar colores más intensos, capas más altas. Y esto tiene que ver con los componentes fenólicos de la uva, que en esta región del mapa aporta tonalidades más azuladas, mientras que en Rioja viran hacia la gama de los rojos y granates.
En nariz también se aprecian diferencias básicas que te pueden ayudar a determinar, a ciegas, si lo que tienes delante es un Rioja o un Ribera. Sin tener en cuenta las características propias y diferenciadoras de todas las subzonas de cada una de las denominaciones, porque eso sería una especie de suicidio enológico, los matices que solemos encontrar en los vinos de Ribera del Duero nos recuerdan a los frutos del bosque, al yogur de fruta, incluso al regaliz. Rioja, por su parte, huele a fruta roja, a fresa, a frambuesa, y también a flores. Siempre generalizando.
En boca está la dificultad, pues además del clima y la tierra, la forma de elaborar de cada bodega tiene mucho que decir. Más o menos tanino, más o menos presencia de madera, más o menos ligereza… Todo depende. Pero si lo que buscas es sorprender a tu cuñado en la próxima reunión familiar, apunta esto: los vinos de Rioja presumen de tener menos estructura y ser más sutiles, más afrutados y más fáciles de beber. Mientras que en el caso de la Ribera del Duero, la temperatura extrema genera una mayor concentración en la uva, lo que se traduce en más cuerpo, más intensidad, en vinos muy marcados por la identidad del terruño aunque no por ello menos elegantes.