Nos seguimos perdiendo entre rosados y claretes porque hay confusión entre los propios elaboradores. Mientras en el mercado encontramos rosados que en realidad son claretes y claretes etiquetados como rosados, algunas bodegas y denominaciones (con Cigales a la cabeza) reivindican el valor de la tradición y se esfuerzan por recuperar la nomenclatura de clarete como sinónimo de historia y amor por la tierra.
Pero, ¿qué es el clarete y en qué se diferencia con el rosado? La clave está en la elaboración. El rosado que conocemos hoy en día procede del francés roseé, muy popular en Provence, y se consigue a partir de o bien sólo uvas tintas o bien la mezcla de uvas tintas y blancas, fermentadas -y aquí viene la diferencia principal con el clarete- sin los hollejos. Es decir, sin las pieles de las uvas. Mediante prensado directo. De ahí su color claro y su carácter etéreo, más parecido al de un vino blanco.
El clarete también puede elaborarse con mezcla de variedades tintas y blancas, de hecho, esa es su esencia, pero siempre siguiendo el método tradicional del sangrado. De esta manera se produce una maceración de los hollejos y el mosto igual a la del tinto, pero por menos tiempo. El resultado es un rosado de color intenso y un cuerpo medio.
En resumen, y para que se nos quede grabada para siempre la diferencia entre rosado y clarete: el primero se elabora como un blanco y el segundo como un tinto.
Y entonces, ¿por qué el clarete acabó con tan mala fama? Por la antigua práctica de mezclar vino tinto con vino blanco, algo que la Unión Europea prohíbe actualmente. El clarete, muy popular en España a mediados del siglo XX, se sigue elaborando bajo estrictos controles de calidad hoy en día, y vive una segunda juventud en manos de una nueva generación de productores empeñados en recuperar las buenas costumbres. Descubrimos algunos de ellos.
El Paisano de Tares (Dominio de Tares)
La vuelta a la infancia, las vacaciones en el pueblo, los veranos de porrón... Todo esto es lo que pretende inspirar El Paisano de Tares, un clarete de libro o, como asegura Rafael Somonte, enólogo y Director General de Dominio de Tares, “un tinto con alma de blanco” elaborado con todas las variedades blancas y tintas del Bierzo (mencía, garnacha tintorera, palomino fino, doña blanca y godello), pisado con raspón, fermentado de forma natural y criado en tradicionales ‘cubetos’ de roble. “Es el vino de mis abuelos pero con un registro más fresco y actual, para disfrutar en el día a día”. Un homenaje a los paisanos de esta célebre comarca leonesa. P.V.P.: 7,90 €
Lara O Clarete Crianza (Territorio Luthier)
Tempranillo, garnacha y albillo mayor procedentes de viñedos de 70 años. Fernando Ortiz le mete 6 meses de crianza en barrica de 225 litros de roble americano y un final de envejecimiento en botella a este clarete elaborado a la vieja usanza en la Ribera del Duero. El resultado es un vino con todas las bondades del paso del tiempo y a la vez lleno de aromas a frutas rojas, fresco y equilibrado, del que sólo existen 997 botellas numeradas. Una rareza sobresaliente, como todas las que se propone Territorio Luthier. P.V.P.: 9,90 €
López de Haro Rosé (Hacienda López de Haro)
Un rosado con alma de clarete. Hacienda López de Haro recupera y reinventa uno de los grandes legados de Rioja con su Rosé, elaborado con viura y garnacha tinta procedentes de una selección de viñedos viejos de baja producción de la zona del Alto Najerilla, en los alrededores de San Vicente de la Sonsierra. Un vino armonioso y persistente caracterizado por la personalidad de la uva de sus viñas más antiguas. Un clásico contemporáneo, propio de la cuadrilla Vintae. P.V.P.: 6,50 €
Ojo Gallo (Finca Torremilanos)
Elaborado a la manera tradicional, persiguiendo el objetivo de recuperar sabores y prácticas de la tierra de Ribera del Duero, Ojo Gallo (llamado así por su color) es un clarete fino, ni rosado ni tinto, fruto de la mezcla de uvas de viñedos de más de 80 años, cuyas proporciones respondían antaño al gusto del viticultor. Variedades autóctonas blancas y tintas (tempranillo, viura, albillo, garnacha, bobal, cariñena, monastrell, malvasía), cuya unión da lugar a un vino de marcada personalidad, elaborado sin clarificar, sin filtrar y sin sulfuroso. Ecológico y bodinámico, como todos los vinos de Finca Torremilanos. Untuoso y mineral, como se diría entonces, “este vino está como una guinda”. P.V.P.: 19 €
Clarete Winemakers’ Collection (Abadía Retuerta)
Winemakers’ Collection es la línea de vinos experimentales de Abadía Retuerta. Una colección que refleja la intensa labor realizada por el equipo técnico de bodega en los últimos años para afrontar los efectos del cambio climático, analizando y probando los distintos estilos de elaboración y examinando las posibilidades que ofrece la finca, en la milla de oro de la Ribera del Duero. Dentro de esta serie, el clarete busca parecerse al que hacían los monjes premonstratenses en la abadía, allá por el siglo XII. Un rosado de tempranillo muy aromático, con cuerpo y color, criado en barrica, con un estilo similar al clairet que se elaboraba tradicionalmente en Burdeos. Un vino para el estudio. P.V.P.: 30 €
Torondos (Cooperativa Cigales)
La bodega vallisoletana, fundada en 1957, ha decidido recuperar a partir de ahora la palabra clarete en la etiqueta de su vino más representativo, Torondos. El objetivo es devolverle a su rosado una de sus señas de identidad más importantes. Un vino elaborado en la cuna del rosado, en Cigales, provincia de Valladolid, a partir de la mezcla de tempranillo, garnacha tinta, garnacha gris, verdejo y albillo, que reivindica una manera diferente de hacer y de concebir este tipo de vino, y que se convierte en una opción fresca y divertida para el verano gracias a su paladar fresco, vivo y floral. Y a su fabuloso precio. P.V.P.: 3,60 €
Hito Rosado (Cepa 21)
Aunque su color pálido y sus delicadas notas florales recuerdan más a los roses provenzales, Hito Rosado expresa una añoranza por los claretes de antes, eso sí, con toques modernos. Elaborado con las mismas uvas que los tintos de la bodega, el único rosado de Cepa 21, la central de innovación de la familia Moro en la Ribera del Duero, encierra todo el conocimiento de la tempranillo mediante un proceso diferente: la maceración dura solo dos horas y, antes de embotellarse, el mosto cría sobre sus lías. P.V.P.: 8 €