2021 será recordado como el año en que las vacunas nos permitieron respirar tras el ahogo de la pandemia, el año en que empezamos a ver la luz al final del túnel, a celebrar otra vez la vida. Durante estos meses, hemos visto cómo volvíamos a salir a comer en grupo, retomábamos viajes y recuperábamos, con responsabilidad, lo que nos hace felices de verdad. Y el vino ha sido nuestro aliado en ese renacer.
Hemos abierto la mente a nuevas referencias, hemos aprendido más y ahora sabemos elegir mejor. Compramos a través de internet como si llevásemos haciéndolo toda la vida, porque la venta online de vino ha venido para quedarse. El enoturismo ha pasado a ser sinónimo de escapada. Ya no nos cuesta abrir una botella a deshora para disfrutar de una copa y nos atrevemos a invertir un poco más en pro de la calidad, si hace falta.
Todo parece indicar (en ello confiamos) que dejaremos de hablar de Covid a lo largo de 2022, por lo que el nuevo año llega, más que nunca, con un pan bajo el brazo… y una copa de vino para brindar por el ansiado principio del fin. Si quieres un adelanto de lo que nos deparará 2022 en materia vinícola, toma nota de las tendencias que ya han comenzado a sacudir el sector. Hemos hecho nuestras predicciones y esto es lo que beberás este año. El año de la esperanza.
Bodegas sostenibles y vinos ecológicos
La sostenibilidad es el nuevo lujo, también en el mundo del vino. Es una manera de llegar a esa nueva generación de consumidores preocupados por el futuro del planeta. Según la consultora Wine Intelligence, existe una tendencia hacia un consumo de menor cantidad, pero de mayor calidad entre estos nuevos amantes del vino, lo que se traduce en un compromiso humano y ambiental que empieza con un cambio de mentalidad por parte de los elaboradores.
Este año vamos a ver más bodegas preocupadas por borrar su huella de carbono, vinos orgánicos de todo tipo, y proyectos de jóvenes emprendedores que apuestan por el pasado, el territorio y por una forma de vida más sostenible. El verde estará muy presente en la copa, aunque no lo veamos.
Referencias con menos alcohol
La salud es consecuencia del punto anterior. La apuesta por el bienestar forma parte de la manera de vivir de cada vez más personas, especialmente los millennials influenciados por las redes sociales. Y esa conciencia saludable ha llegado al mundo del vino en forma de referencias bajas en alcohol o incluso sin alcohol (aunque la desalcoholización es otro tema), demostrando que se puede seguir celebrando y disfrutando de la cultura del vino de una manera más healthy.
Espumosos en cualquier momento
Los vinos espumosos ya no se reservan para una ocasión especial. Poco a poco empiezan a formar parte de nuestro día a día, como debe ser, y cada vez nos cuesta menos pedir una copa de burbujas en el restaurante o abrir una botella en casa porque sí. Parece que por fin hemos asumido que los prejuicios limitan el disfrute del vino y empezamos a abrirnos al amplio abanico de posibilidades que este apasionante sector nos ofrece.
Si bien el desabastecimiento de champán que hemos experimentado estas navidades podría provocar un efecto rebote en el consumo de este gran espumoso francés, la tendencia indica que nuestros gustos con respecto al vino siguen evolucionando y se aprecia un crecimiento del interés hacia otros tipos de burbuja. Porque son vinos ligeros, frescos y fáciles de beber, porque son el acompañamiento perfecto para todo tipo de comida y porque si algo hemos aprendido de la pandemia es que cualquier momento es bueno para brindar.
Vinos de parcela, de pueblo o de paraje
A los consumidores con más inquietud ya no les vale con que les hablen de aromas y taninos. Ni siquiera se conforman con conocer la región o los tipos de uva. El consumidor de 2022 quiere conocer las singularidades del terruño. Descubrir a través de la copa e incluso visitar, si es posible, el pueblo, el pago, el paraje, la parcela y la viña en la que nace ese vino tan especial. Apreciar cómo el suelo y el clima determinan la identidad, el carácter y la calidad de mismo, haciéndolo completamente diferente de el de al lado.
Por eso este año será el de los pequeños productores, esos viticultores con alma de artesanos que miman la viña como si de una obra de arte se tratase, para dar lugar a vinos parcelarios con identidad propia y personalidad geográfica. La recuperación de variedades de uva locales y la puesta en valor de prácticas olvidadas estará más de moda que nunca. Vinos de proximidad.
Rosados con personalidad
Otro falso mito que ya deberíamos haber borrado de nuestra mente es el de que los rosados son vinos menores. Este año en Cocinillas hemos aprendido a valorar nuestro clarete y hemos descorchado unos cuantos provenzales. Por eso 2022 debería ser el año en el que quisimos ir un poco más allá en materia de vinos rosados y nos atrevimos a buscar referencias con más carácter.
Rosados serios y complejos, que se alejen del tradicional color brillante y del sabor dulzón a ‘chuche’ de fresa, para mostrar una mayor calidad dando protagonismo a la personalidad de las uvas, a la vinificación e incluso a la crianza en barrica. Rosados de guarda. Que los hay, y están muy ricos.
Tintos con menos madera
La gran tendencia en el mundo del vino en los últimos años es la que conduce a los vinos tintos hacia un idioma más fácil de entender para todos los públicos. Se buscan perfiles más frescos, redondos, bebibles, crianzas que pueden ser largas, pero en las que intervienen otros materiales, no sólo la barrica. Vinos con la madera menos presente, más sutil y delicada. Y en este cambio de paradigma entran en juego las llamadas variedades de futuro, de maduración tardía, adaptadas al cambio climático.
Vino en lata, la nueva normalidad
El vino en lata avanzó considerablemente su andadura en 2021, tanto desde el punto de vista técnico como de ventas, según datos de Wine Intelligence. Una tendencia que, sin duda, continuará en 2022. Mejorar contenido e imagen es uno de los desafíos de la industria del vino de cara a este nuevo año, así como mantener bajos los costes y, como hemos visto, conseguir una mayor responsabilidad ambiental y social.
Se trata, en definitiva, de hacer que el vino sea algo relevante para la próxima generación de consumidores. Y en esto, la lata, se lleva la palma. Es un envase fácil de transportar y de consumir (de una vez) en cualquier momento y lugar, permite jugar con el diseño y es capaz de atraer a un público más joven. Para la consultora especializada en investigación y conocimiento del consumidor de vino, esta será la puerta de entrada de nuevas ideas que harán mella en el mercado el resto de la década: “Productos con poco alcohol y que convertirán el vino en una bebida espumosa a base de vino”.