«Marilyn Monroe era puro fuego, sexualidad a flor de piel, romances turbulentos; pero también era frágil, una mujer asustada y repleta de inseguridades que buscaba en otros ese amor que ella misma se negaba. Una artista emblemática cargada de conflictos y temores, de pasiones destratadas; una niña que no dejó de huir hacia delante, y llegó a burlar a la propia muerte para convertirse en leyenda». Así reza la contraportada de Blonde, el bestseller de la finalista al Premio Pulitzer Joyce Carol Oates, llevada ahora al cine por Andrew Dominik, con la actriz hispano-cubana Ana de Armas en el papel protagonista.
A medio camino entre la mujer y el mito, Norma Jeane Baker, más conocida como Marilyn Monroe, fue la actriz más deseada del planeta. Con un interior mucho más complejo de lo que dictaban unos cánones de belleza perfectos, fue la más adorada, pero también la más desdichada de su época. Su exmarido, Arthur Miller, la retrató como «la mujer más triste del mundo», y es que su sensualidad escondía un profundo miedo al abandono, una tremenda inseguridad profesional y una sensibilidad que pocos llegaron a comprender.
Amante del vino y abanderada de la burbuja francesa, su imagen de rubia alegre y chispeante fue explotada hasta la saciedad en el cine. «¿Alguna vez has mojado una patata frita en champagne? ¡Es una verdadera locura!», decía su personaje en La tentación vive arriba. En El príncipe y la corista incluso aguantaba al falso monarca gracias al champán. Y es que quizás no estuviera actuando. Ella, que presumía de haber llenado la bañera de «burbujas» en más de una ocasión. Bert Stern mostraría la devoción de la Monroe por este tipo de espuma en mil y una fotografías. Marilyn con una copa de vino en la mano es hoy una imagen tan icónica como ella misma.
La «sex symbol» más famosa del mundo vuelve ahora a la gran pantalla gracias a Blonde, un retrato ficticio de la vida de la actriz durante los años 50 y 60, contado a través de la mirada moderna de la cultura de las celebridades. Una reflexión reinventada sobre los últimos años de la artista, que nos sirve de excusa para indagar sobre cuáles eran, o podrían haber sido, sus vinos favoritos. Etiquetas que llevan su nombre y su sonrisa, champanes que homenajean su talante, ese vino que le habría entusiasmado y aquel fatídico último rosado.
Como si nada hubiese pasado, estos son los vinos de Marilyn Monroe.
Su propio champagne
En el 50 aniversario de la muerte de Marilyn, la casa francesa JM Gobillard & Fils lanzó al mercado el Champagne Selected Cuvée Marilyn Monroe Premier Cru Brut. Un espumoso con 3 años de envejecimiento en bodega y elaborado con la triada clásica de chardonnay, pinot noir y pinot meunier procedentes de viñedos Premier Cru en Hautvilliers, Cumičres y Dizy. Un champán armonioso en boca, redondo, equilibrado, afrutado y suave. Profundo y elegante, como ella.
Rubio californiano
Con más de 40 vendimias a sus espaldas y una considerable experiencia en el negocio del vino, Bob Pepi ha sabido hacer grande el nombre de Marilyn Wines en el californiano Valle de Napa. Algunos de sus vinos cuentan con importantes premios y calificaciones, pero lo que llama la atención a primera vista son las etiquetas.
Desde 1985, las maravillosas imágenes de Marilyn Monroe, capturadas por los mejores fotógrafos de la época, visten su colección de vinos tintos, blancos y espumosos. «Seguimos esforzándonos por hacer vinos dignos de las fotos que adornan nuestras botellas, vinos deliciosos y accesibles, pero también elegantes y coleccionables», aseguran.
Diva extremeña
Aunque no hay que irse tan lejos para hacerse con una botella de vino en la que aparezca el rostro de la estrella de Hollywood. Bodegas Sani Viña Extremeña rinde homenaje a tres grandes damas del cine en una edición limitada: Marlene Dietrich, Grace Kelly y, por su puesto, Marilyn Monroe.
Este último lleva por nombre Corte Real Chardonnay y es un monovarietal blanco procedente de viñedos propios, versátil, alegre, joven y fresco, con mucho volumen en boca y un final agradable. Un chardonnay que emula el temple, el talento y la chispa de la diva que lo inspira.
Desde el sherry y más allá
«Puedo sentir la necesidad de relajarme con unas copas de jerez. Me ponen de pronto alegre y simpática con las cosas y la gente a mi alrededor», aseguró Monroe en una entrevista. Y lo mismo le habrían parecido los vinos fortificados de Montilla-Moriles. Don PX Convento Selección 1964, de Toro Albalá, una de las mejores elaboradoras de vinos dulces de Andalucía, se habría convertido en su favorito. Un Pedro Ximénez muy especial, con el perfil cítrico y perfumado de vinos más frescos, elegante e intenso, simplemente delicioso.
El desayuno de una reina
Si algo nos ha dejado Marilyn Monroe son grandes frases para la posteridad: «Me voy a la cama solo con una gota de Chanel N°5 y me levanto con una copa de Piper-Heidsieck». Muchos conocían la primera parte de esta cita, pero no tantos la segunda. Se refiere a una de las casas de champán más famosas de todos los tiempos, muy popular en los ambientes hollywoodienses y admirado, mucho antes, por la reina María Antonieta.
Esta Maison llegó a estar certificada por 14 casas reales como proveedora oficial. Hoy, algunos de sus extravagantes estuches (un paquete de palomitas, un lápiz de labios) se han convertido en objeto de deseo de coleccionistas. Nos quedamos con «The Lipstick» by Piper-Heidsieck, porque nos translada irremediablemente a la era dorada de Hollywood.
La última copa
La muerte de Marilyn Monroe aquel 5 de agosto de 1962 sigue estando, a día de hoy, llena de claroscuros. Una de las teorías más repetidas es la de que esa misma noche la actriz llamó a La Scala, su restaurante favorito en Beverly Hills, para pedir que le llevaran la cena: «Esta noche no iré a cenar, estoy algo cansada. ¿Podrías llevarme la comida a casa, por favor? ¿Unos fettuccine y un rosado?». Al otro lado del teléfono estaba Jean Leon, dueño del local y amigo personal de la estrella, antes conocido como Ceferino Carrión.
Nacido en Santander, la historia de Ceferino, o Jean, dependiendo en qué lado del charco nos encontremos, es digna de ser contada. De hecho, existe un documental (305: Jean Leon, de Agustí Vila) que narra sus andanzas desde que saliera de España como polizón de un barco mercante a los 19 años, hasta convertirse en anfitrión de famosos y políticos en América como gerente de su propio restaurante. De James Dean al mismísimo JFK disfrutaban de la más absoluta privacidad en los reservados de La Scala, protegidos de los flashes de los paparazzi por el mismo Jean Leon.
Pero la ambición del santanderino traspasaría las fronteras de Los Ángeles. Jean Leon quería crear una bodega que le proporcionara los vinos más exquisitos para los paladares de sus ilustres clientes, y encontró el terreno idóneo en el Penedès: 150 hectáreas que replantó con injertos de cabernet sauvignon, cabernet franc y chardonnay comprados a las mejores bodegas francesas. Desde entonces, sus vinos se han caracterizado por la elegancia y la distinción.
En 1994, la familia Torres, unida por su amistad con el propio Jean Leon, adquirió los viñedos y la bodega, tomando el relevo del proyecto sin modificar su orientación. Y hasta hoy, que brindamos por la que fue su primera musa, con unos fettuccine y una copa de 3055 Rosé, como hubiese querido Marilyn.