Saliendo de Peñafiel, la capital vallisoletana de Ribera de Duero, en dirección hacia Quintanilla y el final occidental de la denominación de origen, los viajeros, desde 1997, se encuentran a la derecha una pequeña bodega que anuncia Tamaral en letras muy grandes. Una visibilidad perfecta. Luego, si se fijan mejor, verán que la bodega ya no es tan pequeña, porque tiene al lado una ampliación muy moderna y recién hecha.
Concertada la visita y una vez dentro, recibe María García, la enóloga al frente de la elaboración. Sin preámbulos comenta: «vamos a catar el futuro». Y es que el presente está esperando en la sala de catas de la bodega, pero el futuro está en la nave de barricas. Reparte copas, y armada con una pipeta, empieza a abrir las tapas y a sacar vino que está en plena crianza.
En la nave, junto a las barricas convencionales de 225 litros, aparecen tinas de madera de 1500 litros, que al tener mayor volumen hará que la presencia de madera en el vino sea más sutil. Al lado aparecen dos «huevos» de hormigón, que es lo último en cuanto a crianza y elaboración del vino, porque permiten un removido constante sin necesidad de electricidad ni bombas. La enóloga va explicando según saca vino de las barricas. Este ha pasado por el huevo, este otro vino viene de afinarse en la tina, este tiene más madera americana y este otro más francesa. Este otro ha fermentado, en lugar de depósito de acero inoxidable, en barrica abierta de 300 litros para conseguir más concentración y color.
La cata es sorprendente, los vinos aparecen con mucha personalidad, e indica el esfuerzo económico y técnico para hacer elaboraciones más rompedoras, de mayor calidad. Todo lo catado permanecerá en barrica aún una temporada; luego se embotellará, y se esperará a que el tiempo en botella lo redondee y lo afine antes de salir al mercado. De momento ya apuntan muy buenas maneras.
Terminada la cata aparece Sergio Ochoa, el director general de la bodega que llegó hace diez años procedente de Campo de Borja, para ponerse al frente. «Elaboramos medio millón de kilos de uva al año (que aproximadamente cada uno da para una botella normal de 75 centilitros), comenta; contamos con 64 hectáreas de viñedo propio y 50 más que controlamos a través de contratos a largo plazo, y disponemos de un parque de 2000 barricas». Ochoa, que comenta que está muy difícil comprar viñedos en Ribera de Duero, añade que todo lo que ganan se reinvierte y que la propiedad no reparte beneficios.
Un poco de historia
La propiedad es una familia, los De Santiago. Fue Ricardo de Santiago el que compró la propiedad hace ahora justo 25 años, en el 97 y al año siguiente salía el primer vino. La familia se dedica al textil. Proceden de la localidad zamorana de Benavente, donde el fundador de la bodega ya se aficionó al vino de calidad y decidió invertir en la pujante Ribera de Duero. Le puso a la bodega el nombre de Tamaral, que es como se llama en la zona del río Órbigo a su paso cerca de Benavente a los sotos de fresnos. En esa localidad tenían una fábrica y muchas tiendas repartidas por muchas zonas del país; luego como la mayoría del textil, hacen los patrones y la fabricación se externaliza. En la actualidad tienen como clientes a unas 3.000 tiendas de moda, y el hijo mayor de la familia es el presidente de la compañía que se llama Texval (textil de Valladolid).
Durante estos 25 años fueron trabajando de forma silenciosa exportando la mitad de la producción; y ahora, apoyándose en los buenos vinos de su gama y preparando la revolución que acaban de presentar en la nave de barricas, esperan situarse entre las firmas más señaladas de todo Ribera.
Mimbres hay. Disponen de un rosado muy fresco, de un tinto roble muy interesante; pero lo mejor está en su Tamaral crianza y en dos vinos de pago. El Tamaral Crianza 2018, ahora en el mercado, con una crianza de 14 meses en barrica, presenta una nariz intensa y frutal, con la madera presente, pero que no molesta a los tonos especiados. La boca sabrosa, tiene cuerpo medio, con buen paso y un final muy largo y salino. P.V.P. 13,70 euros.
Finca Velia 2018 procede de unos viñedos viejos del Páramo de Pesquera, con crianza de 14 meses en barrica de roble francés. En nariz aparece muy intenso, cargado de fruta negra, complejo, sutil, elegante y fino. La boca es muy agradable gracias al tanino domado, redondo y estructurado. P.V.P. 34 euros.
Por último, Finca La Mira 2016 también procede de viñas viejas del Páramo y coincide con los 14 meses de crianza, y como todos, está totalmente elaborado con la variedad tempranillo. Es un vino con mucha personalidad, fruta muy madura en nariz, cuero limpio, recuerdos balsámicos. En la boca se disfruta de esa madurez, de una potencia bien medida y muy buena estructura. Su precio, igual que el otro vino de finca es de 34 euros.
Buenos resultados mientras piensan en otra ampliación y preparan el futuro con los nuevos vinos que catamos y tienen en puertas. Lo que ellos dicen que es «una bodega dentro de otra bodega».