De impresión en impresión. En el centro histórico de Jerez de la Frontera, se abre la puerta de una bodega, un “casco” que le llaman, espectacular, con sus altas columnas y sus botas o barricas, apiladas en su sistema de soleras y criaderas. Impresiona el entorno perfumado por ese aroma de vino de calidad.
Una obra de arte en sí misma
Atravesando alguno de los patios de la bodega se llega a una sala que no esperas. Es una pinacoteca donde se exponen 60 cuadros de pintura del siglo XIV al XIX llena de autores como Zurbarán, Velázquez, Goya, Murillo, El Greco …… que te producen una segunda impresión.
La tercera es cuando llevas a nariz y a boca primero un “fino”, luego un “amontillado”, un “oloroso” y terminas con un “palo cortado”, alguna de las especialidades de la firma, y compruebas la profundidad y la casta de unos vinos únicos e irrepetibles en el mundo.
Luego conoces a la propietaria de la bodega, Helena Rivero, una mujer de rasgos delicados, amabilísima, con una sonrisa permanente que te dice: “Si estás abierto a estos vinos y los entiendes, ya no hay paso atrás. Los amarás siempre, es un camino sin retorno”. Esta es la cuarta y quizá la más potente de las impresiones que tienen un nombre: Bodegas Tradición.
Una casa con solera
El origen de todo es cuando en 1791 Pedro Agustín Rivero se casa con Tomasa Cabeza-Tixera, heredera de una bodega fundada en 1650 con el nombre de CZ. La nueva es Rivero CZ y tiene una trayectoria extraordinaria. En 1885 ya tenían 3.188 botas cargadas de vino.
Dos años después son proveedores de la Casa Real con derecho a poner el escudo en su etiqueta. Se presentan con éxito en las grandes exposiciones de Barcelona, Burdeos y París. En 1978, sin embargo, se vende la bodega al grupo Carbonell. Los Rivero no están de acuerdo, pero eran minoritarios. Rafael Rivero muere, incluso de un infarto, pleiteando.
Todo ello deja una espinita clavada en la familia. Una espinita que se sacan en 1998 de manos de Joaquín Rivero. Este es un hombre muy especial. Jerezano de nacimiento, fue un empresario combativo, de éxito, hecho a sí mismo. Empezó en el sector de la construcción y pasó después al inmobiliario al frente de compañías tan potentes como Bami y Metrovacesa.
Amante del arte, se convirtió en el coleccionista privado más importante de Andalucía, intervino en inversiones deportivas como Puerto Sherry, y en el 98 compró un excelente “casco” en la zona histórica de Jerez y fundó Tradición, porque el objetivo es elaborar vinos de la forma más tradicional, como se han hecho siempre en Jerez. En 2004 amplía la bodega, en 2006 entra en el mundo de brandy de alta calidad; y en el 2009 pone a su única hija, Helena, como presidenta del consejo de administración de la compañía.
“Estoy ligada de siempre al vino de Jerez, explica Helena Rivero, mi madre es López de Carrizosa, procedente también de los Domecq y los González. Entré primero en la bodega organizando la pinacoteca, continúa. Disponemos de una colección de 300 cuadros con la historia de la pintura española y seleccionamos 60 para exponer en la bodega, que posteriormente vamos rotando”.
“La pinacoteca se beneficia del vino y el vino de la pinacoteca, comenta Rivero. Los grandes vinos de Jerez son vinos de meditación, de sentirlos y disfrutarlos lentamente, lo mismo que el disfrute de los grandes cuadros. Además, están en un sitio perfecto, comenta con humor, la pintura religiosa en una casa se te cae encima”.
La bodega, con su forma tradicional y sobria de hacer los vinos, se va llenando de prestigio dentro de las firmas del Marco de Jerez y de los grandes aficionados. En 2015 se recupera el archivo histórico de la familia con documentos desde la fundación de CZ en 1650, que se va clasificando y ordenando, y que reafirma aún más el nombre de Tradición.
En 2016 fallece, con sólo 73 años Joaquín Rivero, y la bodega pasa a manos de su hija Helena. “El objetivo es seguir haciendo una gran bodega, comenta la propietaria. Aquí puedes tener una firma de varias generaciones y cargártela en cinco años, si no entiendes la fórmula del vino de jerez”.
Helena Rivero se declara entusiasmada, muy volcada con su bodega. “Es un trabajo en el que te vas metiendo más y más cada vez, comenta. Lo importante es pensar en la siguiente generación. Yo tengo hijos que deberán pensar así también, porque si no estaríamos perdidos”
Calidad antes que cantidad
Tradición no tiene prisa por embotellar porque no quiere vinos jóvenes, los quiere muy viejos. Sólo sacan 30.000 botellas al año, incluidos los brandis excelentes. En cuanto a los vinos son auténticas joyas. Hemos seleccionado dos muy especiales: el Tradición Amontillado VORS (Very Old Rare Sherry) con una crianza aproximada de 32 años.
Es un vino que presenta una nariz penetrante, profunda, muy elegante, con fondo de frutos secos como la avellana, recuerdos yodados y de hidrocarburos. Lo que comentábamos de un vino de meditación para estar oliéndolo un buen rato, descubriendo matices y disfrutando de su complejidad. Luego en boca aparece muy potente, pero fluido, muy seco y muy largo. Su precio es de 60 euros.
La otra maravilla catada es el Palo Cortado VORS, una rareza donde conviven matices de amontillado y oloroso, también con 32 años de crianza en soleras y criaderas. Una nariz elegante, compleja, con recuerdos de maderas finas, fruta escarchada; y una boca punzante y salina, extraordinariamente larga y seria. Su P.V.P. es de 83 euros.
Tradición es una bodega que lleva con ella la esencia del mejor vino del Marco de Jerez. Dirigida por una mujer joven y combativa, tiene un enorme peso, presente y futuro; y visitar su pinacoteca mientras se disfruta de un vino especial, es una experiencia irrepetible.