Existen razones de peso para prohibir el uso de determinadas uvas. Desde el control de posibles plagas en el viñedo hasta la prevención de problemas de salud. Sin embargo, la antigüedad de los decretos y la escasa revisión de los mismos está llevando a algunos productores rebeldes a desafiar una legislación a menudo hostil y volver a investigar sobre las mismas, a hacer vinos fuera de denominaciones y creencias que consideran poco fundamentadas. La razón es de peso: a pesar de su mala reputación, muchas de estas variedades tienen la capacidad de resistir a enfermedades y adaptarse de forma natural al cambio climático.
Hablamos de las llamadas variedades híbridas. Uvas que en su momento fueron descartadas por la Ley de la Viña y el Vino española para su etiquetado y comercialización por no proceder de la especie europea vitis vinífera pura, o por considerarse perjudiciales para la salud. Es el caso de la folla redonda del tinto Barrantes en Galicia, pues se cree que son el fruto de un mestizaje entre variedades europeas y americanas. O el de la uva isabella, fuera de nuestras fronteras, una uva mestiza nacida del cruce entre la vitis vinífera y la vitis labrusca.
También está la clinton, prohibida en la Unión Europea por su concentración de metanol, pero utilizada en las vertientes meridionales del Macizo Central francés, en el norte de Italia, concretamente en la zona del Véneto (conocida allí con el nombre de fragola o fragolino), e incluso en Austria, donde se emplea como base para la elaboración de los vinos Uhudler en Südburgenland gracias a un permiso especial de la UE que expira en el año 2030.
Los vinos híbridos se venden de forma oficial en Estados Unidos y también en países europeos como Italia o Alemania (donde ya se pueden comercializar los vinos procedentes de variedades hasta ahora restringidas, como la regent, la orion o la phoenix), mientras España, con una legislación mucho más restrictiva, aún los prohíbe. Descubrimos algunas de estas variedades históricamente vedadas a través de etiquetas que se saltan las reglas para quitarnos el miedo a lo desconocido y abrir la mente al siempre infinito y sorprendente universo del vino.
Folklore embotellado
La golosina característica de la uva isabella y su coloración casi negra se entiende más fácilmente en un vino dulce. Uno de esos retos que asumen con especial entusiasmo en Azores Wine Company. A Proibida es un vino seco en el que la variedad despliega toda su exuberancia. Casi como si bebiésemos un zumo de frutas, la intensidad de la fresa ácida y el maracuyá se transforma en frescura, elegancia y salinidad en manos del inquieto, osado y siempre disruptivo António Maçanita. Isabella A Proibida es un vino joven, de baja graduación alcohólica y una personalidad tremendamente atractiva, que no deja a nadie indiferente y que intenta pasar desapercibido con una etiqueta llena de tachones. Sin duda un guiño a todo lo que las leyes del vino no le permiten decir.
Elaborado con uva isabella de viñas viejas plantadas en suelos volcánicos, que lidian con un clima atlántico lleno de contrastes, esta rareza portuguesa sale al mercado bajo la denominación Vinho Regional Azoreano, y rinde homenaje a la reina Isabella, quien aseguró la continuidad de la viña en Las Azores tras el ataque de la filoxera en el siglo XIX. Por esta razón, para muchos, Isabella a Proibida es más que un vino: es la cohesión de 200 años de historia y folklore.
De la mesa a la copa
“La valenci negre es una variedad que no está contemplada para vino de mesa en Alicante, porque no se ha utilizado nunca para vinificación; siempre ha sido una uva de mesa, para comer, no para elaborar vino”, explica Pepe Rodríguez de Vera. De ahí que esta uva no aparezca ni en los pliegos de las denominaciones, ni en los libros de historia. “Era una uva menor, desconocida hasta por los habitantes de la zona”, añade el viñador. Hasta ahora.
Su vino Sopla Levante La Molineta recupera esta variedad perdida en cepas con 90 años plantadas a pie franco, para dar forma a un rosado natural certificado en ecológico que destaca por su delicadeza y su elegancia. Un cien por cien valenci negre alicantino, intenso y adictivo, que pone en valor una de esas uvas injustamente denostadas de nuestra geografía. Aunque su nombre no pueda aparecer en la etiqueta.
Galicia a la taza
Dicen los gallegos que la mejor forma de beber el tinto Barrantes es en taza o, mejor dicho, en cunca o en chiquita. En los bares de la comarca del Salnés, en Pontevedra, no tienen botellas, las tazas se llenan directamente del tonel y con este vino se han preparado tradicionalmente las sopas de burro cansado. Sin embargo, su comercialización no está permitida. Producido con la famosa folla redonda, el vino Barrantes es uno de los más característicos de Galicia, pero una de sus peculiaridades es que esta uva “no existe”, no está registrada, y para ello se están llevando a cabo una serie de trámites burocráticos y pruebas periciales que tratan de igualar su estatus al del resto de vinos gallegos. A pesar de que no es una variedad autóctona de Galicia, sino que tiene un patrón americano.
Ahí está el primer problema, que no procede de la especie europea vitis vinífera, tal y como exige la Ley de la Viña y el Vino. El segundo es que se trata de una variedad que genera altos índices de metanol durante la fermentación alcohólica, un alcohol considerado nocivo para la salud. De ahí que se prohíban también las destilaciones en casa, no tanto por la variedad como por el método de destilado, difícil de controlar. Además, es una uva con un elevado porcentaje de malvidina, un diglucósido natural que se relaciona con problemas digestivos e incluso con ciertos cánceres. Una alarma injustificada para quienes no solo no ven mal un consumo moderado del tinto Barrantes, sino que lo recomiendan por su riqueza de taninos.