Con las vacaciones de verano a la vuelta de la esquina y mil maletas por hacer, transportar botellas de vino puede convertirse en un quebradero de cabeza extra. No sólo por la posibilidad de que se rompan durante el trayecto, sino porque un golpe de calor en el maletero del coche podría acabar con la vida de nuestras referencias favoritas. Y no queremos eso.
Si estás pensando en llevarte una buena parte de la bodega a tu casa de veraneo, estas son las pautas que deberías seguir para asegurar que las botellas lleguen a puerto en perfectas condiciones. Y si lo vas a dejar en casa, también te decimos cómo conservar el vino frente a las altas temperaturas.
Vigila los cambios bruscos de temperatura
Junto con la humedad, la luz directa y las vibraciones, la temperatura es el factor que más puede influir sobre la estabilidad de un vino. Los cambios bruscos, tanto si es por exceso de calor como de frío, pueden arruinar sus características organolépticas, hasta el punto de hacerlo imbebible. Así que, si estás pensando en transportar cajas de vino en el coche este verano, será mejor que tengas en cuenta que en el maletero la temperatura puede aumentar hasta tres veces con respecto al exterior, en una especie de efecto invernadero.
Si es un trayecto corto, no debería suceder ninguna catástrofe, pero si vas a pasar horas en carretera con 40 grados a la sombra (o si vas a parar a comer por el camino o a darte un baño antes de llegar a destino), mejor será que lo lleves delante, al abrigo del aire acondicionado. Y que no hagas lo que está entre paréntesis.
Hay vinos que viajan mejor que otros
Los expertos aseguran que cuanto más viejo es el vino más puede afectarle el viaje, ya que esta clase de vinos suelen presentar más sedimentos. Los posos, si bien no afectan a la calidad del vino, pueden enturbiarlo tras un exceso de movimiento o vibración. Es el caso, por ejemplo, de tintos muy longevos, algún blanco con crianza o espumosos delicados, que suelen mostrarse más sensibles a los cambios. Con vinos jóvenes, ya sean tintos, blancos o rosados, no debería haber mayor inconveniente. Tampoco con generosos, curtidos por el tiempo y el alcohol y todoterrenos donde los haya.
Lo importante, en realidad, es el tiempo de reposo que permitamos a los vinos después del viaje. Necesario para que estos dejen de estar turbios y vuelvan a regularse, y para que no haya defectos graves al abrir la botella. Para los vinos de añada no suelen ser necesarios más de dos o tres días de estabilización (a no ser que hayamos recorrido el monte en un 4x4 con el maletero lleno de botellas).
Sin embargo, referencias más delicadas o cosechas complejas, sí pueden requerir de una o dos semanas. En estos casos, es recomendable dejar las botellas en posición vertical para que las partículas sólidas vuelvan al fondo. No hay que olvidar que el vino es un organismo vivo y puede sufrir un peor jet-lag que algún que otro ser humano.
Si no quieres complicarte, una buenísima idea es llenar la maleta de vinos en lata, una opción tan real (gracias a los interesantes elaboradores que están apostando por esta categoría en los últimos años) como útil para viajar y disfrutar del vino al aire libre.
Si vas en avión
Más allá de las restricciones de las compañías aéreas en lo que respecta a los líquidos y al alcohol, al facturar el equipaje para viajar en avión nuestro mayor temor es siempre que no se rompan las botellas. Para protegerlas te damos algunos consejos en el siguiente punto, pero antes, asegúrate de si el país al que viajas tiene algún tipo de impuesto especial, o si has de demostrar que el vino es para uso personal, es decir, que no tienen una finalidad comercial.
Cada país decide la cantidad de botellas que puedes introducir en el territorio, esto también deberías preguntarlo si pretendes llevarte el equivalente a unas cuantas barricas (broma). Algunas compañías aéreas obligan, además, a utilizar embalajes especiales para el transporte de botellas en equipaje. Recuerda también que, si viajas en avión, es mejor evitar llevar en la maleta espumosos, ya que el gas podría hacerlas reventar con la presurización.
Cómo empaquetar el vino
Tanto si viajas por tierra, por mar o por aire, el método más tradicional siempre han sido envolver las botellas en papel de burbujas o en cajas de poliespan para que vayan protegidas de los golpes. Otro clásico, si no disponemos de nada de esto, es colocar las botellas entre la ropa de la maleta y rezar al dios de los mozos de equipaje para que sean delicados con tus pertenencias.
Pero si quieres dar un paso más y guardarte las espaldas, hoy en día hay otros métodos sin duda más efectivos, como fundas individuales acondicionadas para preservar cada botella, estuches acolchados y hasta maletas con ruedas especiales para transportar vino. No damos marcas, pero no te va a costar encontrarlos online. De nada.
En casa, a buen recaudo
Si prefieres irte de vacaciones ligero de equipaje, lo ideal es que, durante tu ausencia, dejes las botellas en un trastero subterráneo, un patio interior o en algún armario donde el vino esté protegido del ambiente exterior. El verano es buen momento para recordar las condiciones básicas en las que debemos conservar el vino en casa si no queremos que se acabe estropeando:
La temperatura. Aunque la mayoría de los vinos se conservan bien entre 6 y 18 ºC, es mejor mantener las botellas entre 11 y 14 ºC. Recuerda que a 18 ºC el vino evolucionará más rápido que a 12 ºC. Y siempre es mejor envejecer lentamente, ¿no? Sea como sea, lo que tienes que evitar a toda costa, sobre todo en esta época del año, son los cambios bruscos de temperatura. Cuanto más constante sea esta, mejor.
El almacenamiento. Coloca las botellas en horizontal para mantener el líquido en contacto con el corcho, pero con una cierta inclinación que permita a los sedimentos depositarse en el fondo de la botella. Aunque hay quien dice que es mejor guardarlas en vertical, el motivo que hay detrás de esta costumbre no es otro que evitar que el tapón de corcho se reseque, pierda humedad y reduzca su tamaño, permitiendo una entrada de aire que puede llegar a avinagrar el vino. Algo que no afecta a tapones de silicona, ni a generosos o espumosos.
La humedad. Es casi más importante que la temperatura, porque si el aire es demasiado seco, el corcho corre el riesgo de volverse poroso, pero si es excesivamente húmedo, este puede criar moho. El reto está en conseguir mantener el ambiente entre 75 y 90% de humedad.
La luz. Al vino no le gusta el exceso de luz y menos si es directa, pues deteriora el color y los aromas. Si puedes, conserva los vinos que quieras envejecer durante más tiempo completamente a oscuras. Puedes echarles una manta por encima.
El olor. Los malos olores pueden colarse a través del tapón, por eso no conviene tenerlos en la cocina o en la alacena. Si no te queda más remedio, aléjalos de las ristras de ajos y de todas las cosas que desprendan aromas demasiado fuertes o desagradables.
La calma. Los grandes vinos requieren de un espacio tranquilo donde reposar, lejos de golpes o vibraciones. Son así de exquisitos.