Con una cata de varias añadas de vinos de Tokaj y sus maridajes correspondientes, los hermanos Álvarez, propietarios de Vega Sicilia, con Pablo a la cabeza, el hombre que la lleva dirigiendo desde los años 80, celebraron la compra en 1993 de Oremus, su gran bodega húngara.
Los vinos de Tokaj o tokaji, son unos vinos dulces de fama mundial, que ahora explicaremos, y se elaboran con una variedad blanca llamada furmint. Vega Sicilia, además de elaborar los Oremus dulces, utiliza esta uva para hacer vinos secos y cuenta con los Mandolás y recientemente con Petracs, un vino de pago extraordinariamente bueno.
Todo tiene su historia, empezando por el perfeccionismo que siempre ha caracterizado a Pablo Álvarez. En primer lugar, cualquier vino de Vega Sicilia tiene que proceder de cepas con un mínimo de diez años de vejez. Cuando se plantearon hacer un blanco en la zona de Ribera de Duero, seleccionaron unas variedades, la mayoría foráneas, las plantaron y esperaron a que pasaran esos diez años.

Oremus, la bodega

Luego ya se pusieron a hacer el vino de forma experimental durante varias añadas, y tras una serie de pruebas decidieron que el resultado no estaba a la altura de las exigencias de calidad de Vega Sicilia, y se acabó el proyecto. Punto. Entonces miraron hacia su bodega húngara y la furmint, la elaboraron como vino seco y el resultado ya estuvo a la altura de las expectativas. Nació entonces Mandolás. Vega Sicilia ya comercializaba un vino blanco que sigue siendo el único hasta la esperada salida del Deiva, que se está preparando en la gallega denominación de origen de Rías Baixas

La singularidad de los tokaji

Pero vayamos ahora a esos vinos tan singulares que son los tokaji. Tokaj es una zona histórica de vinos dulces situada al este de Hungría, casi en la frontera con Ucrania, y siempre se han conocido como el vino de los reyes, y desde luego, de los zares que lo tenían más a mano. Se cuenta que Catalina de Rusia mandaba sus cosacos a escoltar los transportes de este vino a su corte, no fueran a sufrir algún incidente. Por lo visto estaba en todas las casas reales europeas, y en el inventario del vino que se hizo en el Palacio de Oriente en Madrid, tras la salida precipitada de Alfonso XIII en 1931, había unas cuantas cosechas de Tokaji.

Nave exterior

El prestigio se debe a que es un vino muy especial, además de muy rico. Es un vino dulce, que se produce a partir de una enfermedad de las uvas, la botritis. Este es un hongo que ataca a los granos de uva y los estropea. Es el gran enemigo en las zonas húmedas, o cuando llueve y hace calor. En todas partes cuando se acerca la vendimia, los viticultores suelen estar preparados con tratamientos para evitar la enfermedad.

Botritis

Sin embargo, hay una botritis diferente, que tiene el apellido de cinérea, que no destroza la uva; sino que le quita el agua y la pasifica en la misma cepa manteniendo, además, todos los azúcares. Se da en sitios muy especiales donde hay brumas en otoño y nieblas formadas por los ríos. En Francia es muy famosa la zona de Sauternes, donde también se da la botritis cinérea, también llamada podredumbre noble. 
Es en el siglo XVIII donde da comienzo el desarrollo poderoso de Tokaji. Hay una leyenda muy bonita que dice que los hombres se iban a la guerra y que no volvían hasta noviembre a los cuarteles de invierno. Las mujeres se negaban a vendimiar hasta que llegaran ellos, que ya se encontraban con una vendimia tardía y muchas uvas pasificadas. La variedad de uva con la que se hace este vino se llama furmint; y la uva que se ha pasificado se llama aszú. Los viticultores van recogiendo a mano las uvas con brotitis y cargándolas en unas cestas o capachos llamados puttonyos de 25 kilos de capacidad cada uno.  Una barrica tradicional de Tokaji, de roble húngaro, claro, tiene una capacidad de 136 litros.
Allí van a parar los mostos de las uvas normales blancas, furmint; si de ellos hay una parte de 25 kilos de uva aszú, se dice que tiene un puttonyo, dos puttonyos son 50 kilos, cinco son 125; y todo de uvas pasificadas aszú se conoce como “eszencia”. Las fermentaciones son lentísimas, de hasta cinco meses; y en un momento dado se paran solas y el vino se va a envejecer en barrica un mínimo de dos años.
Después de la Segunda Guerra Mundial todas las bodegas privadas húngaras y de Tokaj, pertenecientes a la aristocracia local, pasaron al Estado, hasta principios de los noventa que comienzan a liberalizarse. En el 93 aparece Vega Sicilia, e inteligentemente se hacen con uno de los viñedos más prestigiosos de toda la zona, Oremus, de sólo cinco hectáreas; un viñedo del siglo XV que había pertenecido a los Rákóvzi, una familia noble húngara.
Luego ampliarían a 80 hectáreas, se harían con una bodega subterránea de 400 años de antigüedad para el envejecimiento de los vinos; y una bodega en superficie para la elaboración. A continuación, contrataron a Andras Bacso como enólogo, el gran experto que había estado al frente de la bodega estatal de Tokaj en buena parte de su trayectoria.

En interior de la bodega de Oremus

Durante casi estos 30 años, Bacso ha dirigido elaboración y bodega; y ahora se ha jubilado y ha dejado en su puesto a su hijo, que también se llama Andras como él, y que fue quien condujo la cata del aniversario
Se degustaron dos Oremus Aszú, uno de 3 puttonyos de 2016 y otro de 5 puttonyos de 1993, año de la compra de la bodega. La diferencia en los kilos de aszú y la distancia en el tiempo de las dos cosechas marca unas sensaciones distintas; pero para no despistar al lector daremos las características generales del vino. En nariz los tonos de miel, intensos, elegantes, perfumados, con más intensidad en los amielados del 93; orejones de melocotones secos y los cítricos como piel de naranja hacen adivinar la boca dulce, pero con una acidez tan marcada que permite que el vino sea sorprendentemente fresco. Esta es la gracia que lo convierte en un vino tan especial y único.

5 Puttonyos

También se cató el Mandolás, seco de 2010, donde aparecen unos estupendos tonos de flores blancas, limpio, directo, intenso. La boca sabrosa, con la acidez marcada, larga y fresca; y por último la reciente estrella de la casa el Petracs 2018, vino de una sola parcela y de momento único vino de pago de “Tempos de Vega Sicilia”, la firma que aúna a todos los vinos de la casa. Es magnífico, muy elegante, con gran intensidad aromática donde aparecen los tonos minerales y recuerdos florales de violeta. En boca es potente, sorprendentemente salino, con una muy buena acidez y equilibrio.

Petracs

Por último, no pudo faltar el Vega Sicilia Único del 2014, que saldrá al mercado en febrero. Elegante. Muy complejo en nariz con muchos registros de frutas negras, especias, recuerdos minerales; y una boca aterciopelada, con fuerza, pero sedosa. Muy expresiva.
Felicidades por el aniversario de los que son los vinos más difíciles y probablemente menos rentables de Tempos de Vega Sicilia, pero decididamente únicos y especiales.