Fue en 1890 cuando cinco caballeros con posibles, tres vascos y dos riojanos, viendo que el negocio del vino en la vecina Francia caía en picado, por culpa de la plaga de la filoxera, un insecto que avanzaba imparable, comiéndose y destrozando las raíces de la vid, decidieron constituir una sociedad para montar una bodega.
El insecto no había llegado a España, y tardaría. Los negociantes franceses buscaban desesperados como abastecerse y abastecer a sus clientes. Era de cajón. En Rioja había buenos viñedos, en la zona alavesa ya había habido experiencia con la elaboración de vinos al estilo “medoc”, es decir como en Burdeos. Un estilo que implicaba envejecer en barrica, y luego embotellar los vinos con sus corchos, y poniendo una etiqueta con la marca.
Rioja en general y Haro en particular está cerca de Bilbao, y de la frontera. Se estaba construyendo un tren que pasando por Haro llegaría a Bilbao, y desde su alhóndiga se enviaría el vino por mar a la cercana Burdeos. No era necesario traer variedades francesas. ¡Si estaban siendo destrozadas! Lo qué si era necesario traer era algún técnico, químico, enólogo, que supiera cómo se hacía, como elaborar al estilo Medoc.
Los vascos pusieron el dinero, 112.500 pesetas de la época, de la que desembolsó inicialmente el 20%. Los riojanos aportaron tierras y viñedos. Construyeron la bodega junto a los raíles del tren en el Barrio de la Estación de Haro, montaron una compañía llamada Sociedad Vinícola de La Rioja Alta S. A.., pusieron de presidenta a una mujer: Saturnina García Cid, contrataron un enólogo francés apellidado Vigier; y así nació una de las firmas míticas de los vinos españoles.
En 1904 Alfredo Arlanza, uno de los socios iniciales, que también tenía una bodega propia, propuso fusionarse y salió adelante la marca 1890 que entonces aparecía como “Crianza”, porque no había clasificación de Reserva y Gran Reserva, y tampoco existía ningún Consejo Regulador de ninguna denominación de origen.
La historia de esta casa resume la mejor trayectoria del vino español. Recuerdo hablando con Guillermo de Aranzábal, el actual presidente de la Compañía, sobre las consecuencias que la pandemia podría tener para su bodega; y él respondía tranquilo: “Nuestra firma ha vivido dos guerras mundiales, una guerra civil, las crisis económicas del 1929, la de la burbuja inmobiliaria, aguantaremos esto también, claro”.
Fue precisamente en plena Segunda Guerra Mundial, en 1942, cuando se registra su vino más emblemático, el Viña Ardanza; y en 1974, hace 50 años el Viña Arana, en homenaje a uno de los socios fundadores, José Maria de Arana que sustituía al vino llamado “sexto año” y que salió con la categoría de Reserva. También hay un crianza llamado Viña Alberdi, igualmente en homenaje a esta familia. Sorprendentemente, una gran mayoría del accionariado actual, procede de los herederos de los fundadores y primeros accionistas. Y hoy los Aranzabal, que vienen de la familia Alberdi, ejercen la presidencia.
La firma dispone de dos vinos míticos con la categoría de Gran Reserva, el 890 que recuerda la fundación y el 904, que recuerda la fusión con Alfredo Arlanza; luego el Villa Ardanza, su vino más extendido, y conocido, que sale como Reserva; y un crianza, el Viña Alberdi. Y luego estaba el Viña Arana, cuyo primer vino salió al mercado en 1974, apareció primero como Reserva y en el año 2012 pasó a Gran Reserva.
El motivo, probablemente, es que un porcentaje de público joven anglosajón, estadounidenses y británicos, han descubierto los grandes reservas de Rioja, y van a por ellos; y aunque esta casa ya tiene dos, no venía mal, “ascender al Viña Arana”.
Por otra parte, esta casa, que tiene 134 años, hace vinos que se adaptan perfectamente al gusto actual.
Durante muchos años, lentamente, han ido evolucionado y cambiado sus elaboraciones, que ha sabido estar siempre a la altura. Lo mejor del clasicismo, ligado a una inteligente modernidad. El resultado está siendo espectacular. Además, son actualmente una de las bodegas con mayor tecnología, con mesas ópticas de selección de uvas, cámaras refrigeradoras y 500 hectáreas propias para controlar su autoabastecimiento. ¡Si los cinco accionistas iniciales levantaran la cabeza!
El Viña Arana 2016 es el que está ahora mismo en el mercado. Está elaborado con un 95% de tempranillo y un 5% de graciano. Se cría en barricas de roble americano durante 36 meses y luego reposará para afinarse durante 30 meses más. Total 66 meses, prácticamente casi seis años. El resultado es un vino, muy elegante, maduro, profundo; la fruta, que aun existe, ha dejado paso a las especias en nariz. Muy exclusivo. En boca tiene potencia, estructura, pero a la vez, fino, sedoso y fresco por su buena acidez. Su precio está en 32 euros.
Da gusto ver como una firma histórica y mítica, siga mirando al futuro con tanta fuerza.