Javier Sanz es un viticultor y propietario de la bodega del mismo nombre, situada en La Seca, el corazón vinícola de D.O. Rueda. Él es la cuarta generación de viticultores, y su bisabuelo registró por primera vez sus viñedos en 1863.
Ahora ya está apoyado por una quinta generación que participa en todo lo relacionado con viticultura y enología. Decididamente enfocado a sus viñedos, que ha ido ampliando a lo largo de los años, en la actualidad dispone de 104 hectáreas. Hace ya más de diez, encontró entre sus viñas de verdejo, repartidas por aquí y por allá, un clon de la misma variedad llamado Malcorta.
Este verdejo distinto, hace ya muchísimo tiempo que dejó de utilizarse. Los motivos eran sencillos: en primer lugar, porque daba poca producción, en segundo, porque maduraba más tarde; pero, sobre todo, porque cuenta con unas ramificaciones leñosas muy duras que hacía que se cortaran mal los racimos durante la vendimia. De ahí su nombre.

Javier Sanz.

Sanz es un hombre curioso que, aunque hace un verdejo del año muy bueno y un excelente sauvignon blanc; un vino de viñedos prefiloxéricos de los que planto el bisabuelo, llamado Finca Saltamontes, decidió, que para competir con las grandes firmas que se han ido instalando en Rueda, debería diferenciarse, además de por la calidad, por la innovación.
Es verdad que malcorta es más difícil, pero al ser de ciclo más largo tiene la ventaja de disponer de una mayor acidez natural que hará que el vino sea más fresco. Además, ahora ya no se valora tanto la producción, sino la calidad; así que decidió hacer pruebas con ese clon desechado, a ver lo que salía, vendimiándolo y trabajándolo aparte. Y le salió. Apareció un vino que presentaba una nariz intensa, con mucha fruta blanca, heno, cítricos; y una boca con potencia, energía y brío, con buena acidez que la hace fresca y con un toquecito amargo al final.

Bodega Javier Sanz.

Hará ahora 10 años de la cosecha inicial de 2014 en que salió al mercado el primer Malcorta, como marca; y barrió. En la actualidad produce un máximo de 14.000 botellas, las cepas no dan para más, que se comercializan al precio de 22 euros, y que se las quitan de las manos, los consumidores conocidos como “malcortistas”.
Pero no se quedó con esto. Como hace 161 años que el bisabuelo plató las primeras viñas y luego vinieron más, la costumbre era que se mezclaban unas uvas con otras, como en todas partes de España; así que empezó a buscar entre sus viñedos “rarezas” con las que investigar.
Así es como encontró unas cepas de uvas tintas. Las apartó y las envió a la universidad de Valladolid para que las estudiaran y vieran que eran; y el resultado es que eran de una genética desconocida. Sorprendido, las bautizó con el nombre de 'Cenicienta', y plantándolas aparte, hizo un vino que le salió tan curioso cómo interesante.

Colorado, de Javier Sanz.

Un tinto que añade a su catálogo, con el nombre de Colorado. Se cría durante 10 meses en barricas de roble y luego pasa un año en botellero. El resultado es un vino con aromas a frutas negras, como moras y ciruelas, especias, monte bajo como la jara. La boca es amplia, potente y larga. Tan sólo elabora 1.992 botellas a un precio de 40 euros.
Felicidades a Javier Sanz por hacer renacer dos cepas perdidas con la que se elaboran buenos vinos; y desearle que siga investigando, algo que ya hace, para ofrecer más sorpresas agradables al consumidor.