En el pintoresco pueblo de Ruiloba, en plena Cantabria, una antigua casona con más de 200 años de antigüedad ha sido restaurada para ofrecer una experiencia única que une el encanto de la arquitectura tradicional con la pasión por el vino atlántico. Bodegas Miradorio, conocido por su ambicioso proyecto vinícola, ha ampliado su oferta enoturística con la recuperación de esta histórica vivienda, ahora convertida en dos apartamentos turísticos que permiten a los visitantes disfrutar de la vendimia entre el mar y la montaña.

Ubicada en la calle mayor de Ruiloba, un trazado medieval que transporta a otra época, la casona conserva el alma de la tradición cántabra en cada uno de sus rincones. El edificio, compuesto por piedra y madera, alberga dos espacios acogedores bautizados con el nombre de dos de los vinos más reconocidos de la bodega: Tussío y Mar de fondo.

Un viaje al corazón del vino

Alojarse en Miradorio Rural no solo es una experiencia de descanso, sino también una inmersión en la cultura del vino. Cada reserva incluye una visita guiada a la bodega, donde los huéspedes podrán recorrer sus viñedos, situados a escasos kilómetros del mar Cantábrico, con las imponentes montañas de los Picos de Europa como telón de fondo. Durante el recorrido, los visitantes se sumergen en los procesos de elaboración de los vinos atlánticos, culminando con una cata que revela los matices únicos de este terroir.

Las calles del pueblo de Ruiloba con sus casas que mantienen la arquitectura local. null

Tradición reinventada en dos espacios únicos

El primero de los apartamentos, Tussío, es un loft de 60 m² en la planta baja de la casona. Su diseño accesible, ideal para parejas o familias pequeñas, invita a desconectar en un entorno que respeta la arquitectura montañesa tradicional. Con su pequeño patio exterior, este espacio es un remanso de paz desde el que disfrutar del aire fresco y la tranquilidad de Ruiloba.

El cálido y acogedor interiorismo en Mar de Fondo. null

Por otro lado, en la planta superior, Mar de fondo ofrece una experiencia más amplia y sofisticada. El dúplex, con capacidad para seis personas, destaca por sus detalles artesanales y su decoración handmade, que huye de las tendencias nórdicas para abrazar lo local y lo recuperado. Este apartamento, con su impresionante mesa de madera y vistas al mar, es una oda a la conexión entre la tierra y el océano.

Un espacio para el buen vivir y el mejor beber

No obstante, la experiencia va más allá del hospedaje. En el wine bar de la bodega, los visitantes pueden disfrutar de una amplia selección de vinos, tanto de la propia bodega como de otras referencias cuidadosamente seleccionadas. Todo ello acompañado por la mejor gastronomía cántabra: desde el tradicional cocido montañés hasta las famosas anchoas sobadas a mano, los platos locales son el complemento perfecto para los vinos que, lentamente, capturan la esencia de este lugar.

Bodegas Miradorio. null

Naturaleza, tradición y enoturismo

Para quienes buscan una experiencia completa de enoturismo, la estancia en Miradorio Rural ofrece una combinación perfecta de mar y montaña, de viñedos y rutas de senderismo. Además, la cercanía a las mejores playas de la región permite a los visitantes disfrutar tanto de la cultura como de la naturaleza. La casona, más allá de ser un lugar donde alojarse, es también un símbolo de cómo lo antiguo puede reinventarse sin perder su esencia.

La tienda con los productos de Bodegas Miradorio. null

Con su apuesta por el enoturismo y la revitalización del tejido social local, Bodegas Miradorio ha convertido este rincón de Cantabria en un destino imprescindible para quienes buscan vivir el vino desde su raíz.