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Tras casi una década al frente de la bodega del Cenador de Amós, Andrés Rodríguez continúa esforzándose por sorprender al comensal a través de la copa, de la misma manera que Jesús Sánchez lo hace desde el plato en el tres estrellas Michelin cántabro. El sumiller mexicano nutre una apetecible carta de vinos de referencias originales que él mismo descubre en sus viajes. Uno de sus favoritos, asegura, es el Rosado Reserva de Bodegas Valduero.

“La añada en curso es 2016 pero a mí la 2014 me encantó. Es una producción pequeña de escasas 3000 botellas, para lo que es Ribera del Duero. Un capricho de Yolanda García Viadero, la enóloga y propietaria de Valduero, que saca sólo cuando ella considera que está como le gusta”, aprecia Rodríguez.

El maridaje es una de sus pasiones dentro del mundo del vino y, según el sumiller, este rosado ofrece mucha versatilidad y sorpresa de cara al comensal. "Es 50% tempranillo y 50% albillo mayor, una variedad potenciada por la bodega hasta conseguir que la denominación la permita como monovarietal, que actualmente se está usando en vinos de guarda, cuando siempre ha sido mera estabilizadora de la variedad principal", explica. Se trata de una uva blanca que ha estado presente en los viñedos ribereños desde siempre, ya que antaño se plantaba y se vinificaba todo junto. "A este rosado le aporta frescura, viveza y buena acidez de cara a envejecer y redondearse en botella”, apunta el sumiller.

Valduero Rosado Reserva

Un rosado con alma de tinto

Según Andrés Rodríguez, lo que más llama la atención de este vino es que tiene 18 meses de barrica, algo poco común en un rosado y, además, barricas de diferentes orígenes: roble francés, americano, húngaro... Después, pasa un mínimo de otros 38 meses en botella, que suele ser más. “Es un vino con mucha complejidad y notas terciarias, aunque la madera está muy bien integrada”.

Valduero Rosado Reserva es, como defiende el sumiller, un rosado con alma de tinto. Un vino que sorprende muchísimo y que es difícil de identificar en cata a ciegas. “Es un vino muy divertido que permite jugar mucho con las temperaturas: si se sirve más fresco destaca más la fruta, y si se sirve más cálido, se potencia la crianza. A mí me gusta servirlo a temperatura de tinto joven, sobre 14 grados, en una copa bien abierta, como puede ser una Gran Borgoña de Riedel, para que se pueda apreciar toda su viveza”.

Un rosado fuera de lo común Valduero

Sin ánimo de hacer spoiler, Rodríguez confiesa que, en el menú degustación del Cenador de Amós, lo sirve en una copa negra. “Lo hago para que la gente lo pruebe sin prejuicios, porque todavía hay quien piensa que el rosado es un vino menor y nada más lejos de la realidad; hoy en día se están haciendo rosados muy interesantes como este, con bastante cuerpo, estructura y mucha capacidad de guarda”.

El rosado perfecto para acompañar recetas de huevos, setas, trufa y sabores terrosos, capaz de defender los sabores más intensos: “Nosotros nos atrevemos a servirlo junto a nuestra interpretación del cocido montañés”. Una joya líquida razonablemente asequible (no llega a 40 euros) para disfrutar sin miramientos.