Rioja también es blanca, lo descubríamos en un artículo que hablaba sobre la tradición de vinos blancos en la denominación. Bodegas históricas como CVNE, López de Heredia Viña Tondonia, Remírez de Ganuza, Muga o Beronia lideran desde hace décadas (o incluso siglos) el segmento de las largas crianzas en roble. Actualmente, los vinos blancos de la D.O.Ca. Rioja presumen del altísimo nivel en el que se encuentran.
Son vinos elaborados a partir de uvas tradicionales como viura y malvasía riojana, que ya existían en la región desde tiempos inmemoriales, y que en la actualidad conviven con variedades como la garnacha blanca, la tempranillo blanco o la maturana blanca, así como otras castas admitidas por la denominación, como la chardonnay o la sauvignon blanc.
“El futuro de Rioja se escribirá en blanco”, se atreve a vaticinar Carlos Echapresto, sumiller del estrella Michelin Venta Moncalvillo, situado en el pintoresco pueblo de Daroca de Rioja. Sabe de lo que habla, pues en su bodega atesora las mejores añadas de las grandes casas de Rioja y más de 120 referencias de blancos riojanos, entre los que se encuentran joyas de los años 20 y 30 del siglo pasado.
Según el Premio Nacional de Gastronomía al Mejor Sumiller de España en 2016, la región está viviendo un despertar en manos de pequeños viticultores que apuestan por marcar la diferencia, pero también gracias a la inversión en I+D de las grandes bodegas.
Por tradición, los vinos blancos riojanos están pensados para la guarda, pero, tal y como apunta el sumiller, hoy existe más diversidad y tienen cabida otros estilos de vino como los elaborados en tinaja, las maceraciones peliculares o los que provienen de la recuperación de variedades ancestrales. “La identidad de Rioja no tiene que ver solamente con el tiempo de envejecimiento en madera, tiene que ver con el terroir y el saber hacer de la que sin duda es la generación de enólogos más preparada de la historia de Rioja”, sentencia.
Desde Venta Moncalvillo, Carlos Echapresto se coloca frente a su colección de añadas históricas para seleccionar uno de sus vinos favoritos: Viña Tondonia Blanco Gran Reserva. “Unas veces denostado y otras encumbrado, no cabe duda de que este es uno de los grandes vinos de Rioja”, defiende. Para el riojano, este blanco es un vino con historia y con pasión: “Cuando abres una botella, este vino te traslada a la nave de barricas y los calados de López de Heredia, porque cualquier rincón de la bodega te deja un aroma metido en la memoria que al descorchar te viene al recuerdo, aunque estés a miles de kilómetros”.
El experto se refiere a este vino, elaborado con 90% de viura y 10% de malvasía procedentes de una viña plantada hace más de 100 años en el meandro que el río Ebro dibuja a lo largo de la Viña Tondonia, como un vino de culto y de memoria. “He tenido la oportunidad de probar añadas míticas como 1942, 1954 o 1964, que es mi favorito. Es el blanco que más me ha impactado y que más profundidad y recuerdos ha dejado en mi memoria. Un vino que invito a buscar y rebuscar para catarlo, pero sobre todo para disfrutarlo”.
Exclusividad embotellada
Estamos ante el blanco con más capacidad de guarda de López de Heredia. Un vino con mucho desarrollo y equilibrio entre graduación alcohólica, color y acidez, pensado para ser guardado durante diez años o más, según la cosecha.
Un vino cuyo precio va a depender de la calificación de añada que otorgue el Consejo Regulador de Rioja (desde los 50 euros hasta bien pasados los 100) y que, de ser Excelente, como sucedió en 2004, suele llamar la atención de críticos como Tim Atkin, quien le dio los codiciados 100 puntos Parker y el reconocimiento de mejor blanco del año en el reporte riojano de 2024. Este, en concreto, puede superar los 800 euros sin inmutarse.
Debido a la exclusividad de este vino, la disponibilidad de Viña Tondonia Gran Reserva Blanco suele ser limitada y encontrar una añada antigua, como las que Carlos Echapresto guarda a buen recaudo en la bodega de Venta Moncalvillo, es todo un acontecimiento para los amantes de Rioja.