La depresión bipolar es un tipo de desorden crónico en el que, a diferencia de la depresión "unipolar" oscila entre dos estados de ánimo totalmente opuestos. La persona es bipolar si tiene una condición médica que afecta al cerebro de tal manera que puede causar cambios extremos en el estado de ánimo que varían en duración e intensidad, lo que se denomina como "episodios".
También conocido como enfermedad maníaco-depresiva, el trastorno bipolar hace que el paciente experimente períodos de emociones inusualmente intensas, cambios en los patrones de sueño y niveles de actividad y comportamientos inusuales, muy distintos a los de las personas normales. Es una dolencia extremadamente compleja que afecta no sólo al paciente, sino también a las personas de su entorno, especialmente en el ámbito familiar. Por este motivo, es importante poder identificar a tiempo sus síntomas.
¿Qué es la enfermedad bipolar?
El trastorno bipolar es una enfermedad cuyas causas son apenas conocidas y para la que no existe un remedio, aunque puede tratarse con medicación. Hay varios tipos distintos, pero todos tienen en común la sucesión de estados conocidos como manía y depresión, que difieren radicalmente de los altibajos típicos que la mayoría de las personas experimentan. Las personas bipolares suelen tener períodos en los que se sienten felices y llenos de energía, y otros períodos de tristeza, desesperanza y nula actividad física. Entre esos períodos, generalmente, su estado de ánimo es normal.
La dolencia, por lo general, comienza en la adolescencia o en la edad adulta temprana y se prolonga durante toda la vida. A menudo no se reconoce como una enfermedad y las personas que la padecen pueden sufrir innecesariamente durante años sin recibir ningún tratamiento, ya que el diagnóstico no es sencillo. Es importante reconocer los signos y síntomas del trastorno bipolar para que podamos recurrir a la atención médica necesaria. Estos signos son radicalmente distintos dependiendo si el paciente se encuentra en fase maníaca o en fase depresiva, pero, a la larga, ambos se manifiestan de forma alternada:
Síntomas de un episodio maníaco
- Sentimientos de euforia, excitación anormal o estado de ánimo elevado.
- Habla muy rápida o excesiva. La persona afectada manifiesta un cambio en su modo de comunicarse y se manifiesta como un deseo prácticamente irresistible de hablar. La conversación no sólo es inusualmente rápida y excesiva, sino también inconexa: la persona cambia de un tema a otro sin razón aparente.
- Cambios en los patrones del sueño: la persona necesita menos horas de lo normal, pero aun así no se siente fatigada. Característicamente, se acuesta muy tarde, pero se levanta muy temprano y con unos niveles de energía inexplicables.
- Sentirse agitado, irritable, hipersensible o distraerse fácilmente.
- Participar en conductas de riesgo e impulsivas tales como gastos desorbitados, encuentros sexuales o decisiones comerciales precipitadas. La hipersexualidad es común durante un episodio maníaco y puede manifestarse con el recurso a prostitutas o mediante el uso de contactos en Internet. En estos casos nunca hay que olvidar el uso del condón para evitar mayores dificultades.
- Acaparamiento: el paciente empieza a guardar gran número de objetos innecesarios.
- Dedicación religiosa excesiva.
- Ilusiones de grandeza, entendidas en un sentido exagerado de la propia importancia y que a menudo tiene connotaciones religiosas. El paciente se percibe como invulnerable y capaz de proezas increíbles e incongruentes.
Síntomas de un episodio depresivo
- Abuso de alcohol o sustancias estupefacientes lo que puede agravar el trastorno bipolar y además, estas sustancias tienen consecuencias muy perjudiciales en órganos como el hígado.
- Pérdida de interés en actividades en las que antes el paciente se complacía, como deportes o aficiones.
- Pérdida de energía. El paciente está demasiado fatigado para hacer actividades diarias normales como las tareas domésticas, o carece de la energía para ir a trabajar.
- Dificultad para dormir. El paciente duerme demasiado o no duerme. Habitualmente, el paciente tiene dificultad para dormir de noche, pero, en cambio, le cuesta mantenerse despierto durante el día.
- Cambios en el apetito: el paciente come demasiado o muy poco.
- Dificultad para concentrarse, recordar cosas o tomar decisiones.
- Sentimientos de tristeza, vacío, desesperanza, o incluso llanto sin motivo aparente.
- Pensamientos de muerte o suicidio que pueden disminuir con la ayuda de la meditación.
El trastorno bipolar se manifiesta de forma muy diferente en diferentes personas. Los síntomas varían ampliamente en su pauta, severidad y frecuencia. Algunas personas son más propensas a la manía o la depresión, mientras que otras se alternan por igual entre los dos tipos de episodios. Algunos tienen múltiples episodios, mientras que otros experimentan sólo unos pocos durante toda la vida.
Es importante reconocer los síntomas a tiempo ya que, si se deja sin tratar, la enfermedad se agrava. Estos signos a menudo se vuelven destructivos, perjudicando tanto al paciente como a las personas que le rodean. Es muy difícil, por ejemplo, mantener la rutina diaria cuando la persona está en fase maníaca. Vivir con una persona que tiene un trastorno bipolar implica aprender cómo enfrentar las dificultades que pueden crear los síntomas, ayudar a la persona enferma y encontrar maneras efectivas de enfrentarlo.
El tratamiento suele ser una mezcla de psicoterapia y medicación y, aunque se trata de una condición seria, en manos de un profesional la persona afectada puede disfrutar de una calidad de vida equiparable a la de una persona normal. La enfermedad es aún más difícil de diagnosticar en los niños, ya que puede ser fácilmente confundida con el trastorno de hiperactividad con déficit de atención. También se puede caer en un equívoco si tenemos adolescentes rebeldes en casa por lo que es necesario prestar atención a los signos tempranos, especialmente a los de la fase maníaca, que suelen ser más difíciles de percibir y suelen durar menos, sobre todo porque muchas personas bipolares sufren de otras enfermedades psiquiátricas (como abuso de sustancias o ansiedad) que pueden hacer que el diagnóstico sea aún más complicado.