La matriarca del clan Campos se ha desmelenado. Hace más de una año cuando comenzó su romance con Bigote Arrocet, había quien aseguraba que con esta relación el humorista sólo buscaba relanzar su carrera en televisión. Ella muy airada respondía: “Nunca lo vais a ver posando conmigo; otra cosa es que podamos caminar juntos por la calle”. Pero donde dije digo digo Diego.
Y tras múltiples visitas al programa ¡Qué tiempo tan feliz! (que si presento recopilatorio de grandes éxitos, que si te regalo un ramo de rosas por el quinto aniversario del programa…), Edmundo, como a ella le gusta llamarle ya tiene sección fija todos los fines de semana, Las mil voces de Arrocet.
El sábado pasado María Teresa lo dio todo. Dio la bienvenida a su nuevo colaborador: “Este es el principio de una bonita amistad entre este programa y Bigote”, pese a las suspicacias que el nuevo fichaje ha despertado entre sus colaboradores, según aseguran fuentes cercanas a su entorno. Y dio las gracias públicamente a su novio horas más tarde durante la entrega de premios Antena de Oro porque “no me daba cuenta de que tenía un lado del corazón vacío y él me lo llenó. Gracias Edmundo”.
Ahora lo único que falta es que den juntos las campanadas acompañados por Terelu (desde Mediaset aseguran que no se ha tomado ninguna decisión al respecto). Es el último rumor surgido desde que se hiciera público el fichaje y desde luego no parece muy descabellado. Si la audiencia se dispara ante miradas cómplices y arrumacos enmascarados de la pareja, en fin de año, ver a la familia Campos dando las uvas no tiene precio.
Ellos no son los únicos que comparten amor dentro y fuera del trabajo. Si tenemos en cuenta que pasamos más de la mitad de nuestro tiempo inmersos en la jornada laboral, nada mejor que compartirla con nuestra pareja ¿o no? ¡Ay si los focos hablasen! Ante ellos, ya sean los de un set de rodaje, de un plató de televisión o de un escenario, se han fraguado muchas de las historias de amor que conocemos.
Fueron testigo del despertar de los instintos más primarios de los jovencísimos Javier Bardem y Penélope Cruz en Jamón Jamón. Dieciséis años más tarde y durante el rodaje de Vicky, Cristina Barcelona saltaron las chispas. Ahora junto a sus dos hijos forman una de las familias más envidiadas.
Otro ejemplo más de que lo que ha unido el cine no lo separe el hombre es la pareja formada por Brad Pitt y Angelina Jolie. Mr & Mrs Smith fue la película culpable de que el guapo de Hollywood dejara plantada a Jennifer Aniston y se fuera con la despampanante hija de Jon Voight. A partir de ahí la familia se ha ido consolidando con reguero de adopciones e hijos naturales incluidos.
Los focos de un plató también ejercen cierto magnetismo en esto de las parejas. Susana Griso y Carles Torras llevan veintidós años compartiendo quehaceres domésticos y conversaciones sobre escaletas, piezas, faldones y planos. Ella está en la lucha por ser la reina de las mañanas y él, periodista y guionista, no ha dudado en dirigir programas de la competencia, El gran debate de Gran Hermano o Hay una cosa que te quiero decir.
A principios de los noventa, con el boom de las televisiones privadas, surgió la historia de amor entre Belén Rueda y Daniel Écija. Ella se consolidó como presentadora (Telecupón, Vip Noche) y él se convertiría en uno de los productores ejecutivos más importantes de series como Médico de Familia o Periodistas. Tras quince años de relación y dos hijas en común la pareja tomó caminos separados.
Quienes tampoco han tenido éxito, en este caso fuera de las tablas del teatro, son Ana Milán y Fernando Guillén Cuervo. Wilt, el crimen de la muñeca hinchable tuvo la culpa de que los actores compartieran algo más que escenario. Hicieron público su amor a los cuatro vientos, se casaron en Florida, renovaron sus votos y volvieron a protagonizar juntos Los diarios de Adán. Nada hacía presagiar, que a principios de este mes su boyante relación acabara con abandono de domicilio conyugal por parte del actor.