Regresa Buenafuente a nuestras vidas –eso sí, reconvertido en una raruna versión de nuevo president de la Generalitat Televisiva (no es coña, arrancó el showman el primer monólogo de su programa calzándose un pelucón estilo Zape, el gemelo de Zipi, en plan Carles Puigdemont, y resulta que presentador y político se dan algo más que un airecillo, o dos, tras la montura de sus gafas)-, regresa Buenafuente, repito, y amenaza con devolver algo de lustre y dignidad a una patulea de famosetes de infausto recuerdo entre los que se encuentran Fernando Esteso, El Dioni y Lucía Etxebarría, quienes dejaron su currículum sobre la mesa del reluciente plató.
Recemos para que la cosa se quede en ‘sketch’ homenaje al ‘The Tonight Show’ cuando Jimmy Fallon contó con la desinteresada ayudita de ‘celebrities’ como Robert de Niro, Mike Tyson o Lady Gaga. Imploremos para que la coña no llegue a prosperar nunca, para que quede en rendido ‘tribute’, porque el amago de chiste que masculló ‘la’ Etxebarría a costa del esguince de su brazo izquierdo rozó lo bochornoso. Oremos, sí. Aunque me temo lo peor.
‘Late Motiv’, tal es el nombre del nuevo programa de Buenafuente para Movistar+ en Canal+ antes de pasarse en febrero a la nueva cadena #0. Esto de empezar así para acabar asá no hay quien lo entienda, como a ‘la’ Etxebarría, pero es lo que toca. Veámoslo como una especie de adelanto cadenero. O un experimento con gaseosa más. Un ‘late’ que, visto lo visto, trata de recuperar el espíritu de los grandes ‘lates’ americanos, con un ‘look’ muy similar a los programas estadounidenses de la NBC. Lleva ya una semana Andreu con su invento y lo cierto es que funciona a la perfección.
El resultado estético es el de otro producto típico, ¿y ya tópico?, del avispado Andreu Buenafuente, quien, para nuestro regocijo, lleva siglos advirtiéndonos, programa tras programa, de que va a cambiarlo todo, aunque opte finalmente por dejarlo exactamente igual. La orquesta en riguroso directo. Su taza rellena, siempre a mano. El ufano y agradecido público convenientemente acomodado. Las corrosivas perlas de un guion bien currado. Y en este plan. Pocas novedades se permite Buenafuente, viejo lobo de mar. Lo cual es de agradecer.
Reconforta la ausencia de rellenos y tiempos muertos
El showman tiene claro que conviene no menear todo aquello que, por lo menos, y aunque sea por mera inercia, funciona de forma decente. Sin embargo, los años le han hecho aprender la lección definitiva en esa selva inexpugnable que es la tele en horario nocturno: lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y por eso ha acortado la duración de su ‘late show’, hasta dejarlo en hora escasa. Reconforta enormemente la ausencia de rellenos y tiempos muertos que solamente llevaban al chiste fácil entre coleguitas del metal televisero, como ya nos tocó soportar hasta el mismísimo estrago en ‘Buenas noches y Buenafuente’, su anterior (y chamuscada) empresa.
La imagen nocturna de un Benidorm algo pasadillo de bombillas LED como fondo en el plató, ese ‘skyline’ que refleja (hasta deslumbrar) lo peor de este país, es todo un acierto. Ítem más, el haber iniciado la ronda de entrevista recurriendo a Almodóvar. Por fin le hacen preguntas inteligentes a alguien con cosas que decir. Y Buenafuente otra cosa no hará, pero se maneja en el género de la pregunta/respuesta como bacaladilla en Gran Sol. Igual que el manchego.
Estuvo, por una vez, más acertado que intenso cineasta, aunque permanezca en modo cabreo constante y añore uno esas setenteras imágenes de archivo en la que, frente a la mordaz Paloma Chamorro, se declaraba fan incondicional del café, de la coca y de las morcillas de arroz (¡eso sí que eran declaraciones con fundamento, Pedro!).
Le sienta bien andar de realquilado en Madrid al bueno de Andreu. Ahora sólo falta que haya acertado con sus colaboradores para que ‘Late Motiv’ eche, definitivamente, a rodar. Cosa que ocurrirá, sin ninguna duda. Aunque sólo sea porque es urgentemente necesario contar con algo así en la televisión de un país desarrollado, o en vías de constante desarrollo, como es el nuestro. Y porque no todo, en esta catódica existencia nuestra, han de ser ‘despedrochadas’, ‘pablomoteces’ o ‘bertinasajos’. O sea.