Muchos somos quienes, por fortuna, todavía nos estamos carcajeando. Y no con él, qué va, sino de él. La audiencia decide que Fran -o sea, Francisco Nicolás Gómez Iglesias-, apodado por la canallesca y corazoneo como ‘El Pequeño Nicolás’, salga humillado de la casa de ‘GHVIP’, e inventa con ello el ‘gatillazo’ televisivo, que no sexual (eso, mejor, lo dejamos en... ¡ejem!... manos de Nacho Vidal).
Se trata de un nuevo concepto audiovisual gracias al que un personajillo pasa de ser la gran esperanza blanca de Telecinco (una especie de ‘Doña Cocreta’ dispuesta a triunfar y a forrarse impunemente a golpe de potorrez) a dar el ‘gatillazo’ y quedar hundido en el mayor de los ridículos. Una modalidad sin precedentes que nos obliga a recuperar mínimos de confianza en la propia audiencia, esa señora gorda con permanente de mármol que ha hecho de la cadena amiga su ‘talibanosa’ religión.
Y es que no tenía ningún sentido. El que un elemento así, emergido de la insensatez política y financiera que hoy nos rodea, un niñato vendemotos estropeadas de tal calibre, la burbuja andante de su propio mecanismo, un maquiavélico caradura de dantesco tebeo, la versión chunga del Mort de ‘Los pingüinos de Madagascar’ (un lémur ratón con ínfulas de futuro presidente de la República de la Estulticia), se ‘levantase’ 3.000 lereles diarios por participar en el ‘reality’ de los ‘realities’ a la mayor gloria de la chequera de Paolo Vasile.
Quisieron darnos gato montés por liebre catódica, trataron de endiñarnos al azote de los Mortadelos y Filemones patrios como nueva ‘Princesa del Pueblo’ (¡mentiendessssss!) en una renovación de friquis y contenidos sin precedentes. Pero queda demostrado que, bajo esa fachada de ‘pijoflauta’ cariacontecido, requetepeinado, ‘hiperpepero’ y ultrapomposo, lo único que hay alrededor del tal Fran es humo. Nada. Un conjunto vacío con mirada torva. Demuestran así, con sus aparatosas caídas, los casos Fran y Carmen López, la concejala embalsamada, que al parecer no estamos dispuestos a aumentar la larga nómina de ‘fracasitos’ que ya abundan en los contenedores de la burda ‘telebasura’.
Lo que no se puede negar es que al chaval, en su delirio verbenero y rebosante de paranoias de chichinabo, no le falta su chorrito gracia y sandunguero desparpajo. Repito lo dicho. Fran se está convirtiendo estos días en un modelo de hilaridad con esas perlitas que salen de su boca. Eso sí, no exento de un cierto patetismo que empieza a convertirlo en un pobre payaso tonto en busca de cariño.
No quiero ni pensar cómo puede acabar el chico de aquí a unos años, cuando haya rebasado la cincuentena, y siga empeñado en trepar por las bodegas del Estado en busca de una compensación. Miedo me da predecir ese futuro. Y es que hay que ser mucho Rappel para embarcarse en algo así.
Las perlas del chico: “Corinna ha estado subida a mis rodillas”, “Veo sucia a Letizia”, “Creo que he hablado demasiado”, “Lo que he dicho ha sido verdad y se ha cortado bastante”, “Ellos hacen lo que quieren sin que te des cuenta, y aunque investigues nunca encontrarás nada”… Y en este plan.
Queda claro que, mientras resistan los Rappeles de siempre y lo hagan acompañados de los Matamoros y Contreras Juniors, no necesitamos nuevos friquis. Y menos si se trata de chavalillos encantados de conocerse y reconvertidos en metáforas de lo peor que ha dado, durante años, este bendito país.