‘A mi manera’. En La Sexta. Se trata de un docu-reality, por lo que cuentan. Aunque más bien parece otra cosa. ¡Bendita telerrealidad, la de crímenes sanguinarios que se cometen en tu nombre! Cualquiera juraría al verse frente al invento en cuestión, que ha sido perpetrado por gente que odia la música. Y más concretamente, el pop español. Me animo a ver la quinta entrega, pertrechado con un saco de buenas intenciones, pero me topo con un ‘remake’ a la española de ‘Fear The Walking Dead’. Por aquello de que, lamentablemente, está atestado de zombis resucitados, por contrato, para la pequeña pantalla. Fantasmas musicales de un pasado más o menos reciente. Restos de serie (negra). Lo peor de cada macrofestival veraniego.
Supervivientes natos de aquellos maravillosos 80, o por ahí. Selección acartonada de la historia plomazo del pop español. De aquel pop que, de repente, hizo plof. Aquí están, juntos pero no revueltos, los cantantes de la Movida nacional ochentera que, debido a su cansinez, salieron escopetados de la foto de grupo. Desenfocadillos. Movidos. Tratan ahora de restaurar la memoria de sus carreras con versiones descafeinadas. ¿El último en pasar por allí? Cual estrella invitada. Manolo Tena. ¡Toma ya!
Ya la cabecera del programa es algo digno de peli gore. “Siete artistas unidos por la música. Conviven durante siete días. Cada noche, un protagonista”, y en este plan. Hasta que apareció Manolo Tena, como recién despertado de una resacosa pesadilla en el extrarradio de Elm Street. Lo primero que piensa todo telespectador con uso de razón al enfrentarse a algo así es: ¿dónde han estado metidos todos estos carcamales tanto tiempo y quién los ha obligado a regresar? ¿Forman, acaso, parte de un experimento secreto dedicado a mejorar las técnicas de criogenización? ¿Era realmente necesario que volviésemos a ver sus caras, a oír sus gallitos, a asistir a un nuevo tramo de su decadencia? ¿En qué momento un ‘triunfito’ ochentero se convierte en irreductible ‘fracasito’? ¿Nadie puede parar este desafortunado sindiós?
“Creo que he tenido suerte”, comenta ante la cámara, con ese vozarrón cazallero que ya es marca de la casa, el protagonista. “Y que tengo un don”. Ahí queda eso. Un don. Un Don Pimpón. Anda sobradillo de autoestima el gran Manolo Tena. Ajeno, como el resto del grupo, a los estragos que el paso del tiempo ha dejado en su mirada. Da una cierta penica, en el fondo, asistir a esta especie de reunión de antiguos alumnos de un colegio menor con verbena pachanguera de fondo.
‘A mi manera’. O de cómo rescatar de sus respectivos naufragios a siete artistas viejadolescentes y mostrar su ocaso en una especie de reality sólo apto para nostálgicos, fans contumaces y seres animados con problemas auditivos. Orquestina de un Titanic que zarpó hace demasiado tiempo. Ex miembros de una banda garajera de coches diésel siniestrados por culpa del implacable paso del tiempo. Balbuceo del púgil sonado que rememora una y otra vez la eficacia del último croché que lo mandó a besar la lona.
No faltaron las confesiones de mesa camilla frente al mar: “Hubo un tiempo en que dejaron de llamarme, dejaron de encargarme canciones. Hablaba todo el mundo bien de mí, pero no querían contar conmigo”, nos comenta Manolo Tena como si fuésemos sus terapeutas de cabecera (por cierto, no hubiese venido nada mal una traducción simultánea sobreimpresa en pantalla, porque no era fácil entender al cantante).
“Fracasar y estar en el infierno es lo peor que te puede pasar. Yo pude tenerlo todo, pero tropecé muchas veces. Hice daño a mucha gente, la verdad. Pero a quien más hice daño fue, sobre todo, a mí mismo. La adicción es una enfermedad mental que ocupa toda tu vida. Es obsesiva y compulsiva. Te lleva a consumir sin sentido aunque sepas que te estás matando. Hoy en día soy un adicto en recuperación”. Ahí quedó esoChorrazo de realidad y crudeza que dijo mucho sobre la honestidad y la talla humana del autor de ‘Sangre española’. El único pero es que no creo que fuese el sitio indicado para enhebrar una pena tras otra. De ahí al amarillismo, hay un paso.
Llegaron después las versioncitas. Y el programa se hizo tan largo como un día sin Bimbo. Empezó David de María, con un ‘Sangre española’ demasiado aflamencado.
Marta Sánchez se complicó la vida con ‘Quiero beber y no olvidar’. Y, sorprendentemente, no lo hizo nada mal. Aunque la carilla de circunstancia de Tena al verla cantar fue un haiku. No parecía muy convencido. Nacho García Vega, con esas gafas que sol que no se quita ni para dormir, atacó ‘Frío’. Y eso. Pues que muy fríos nos dejó a todos con una versión cantada con muy pocas ganas. Y ahí los dejé. No me vi con fuerzas como para escuchar lo que Mikel Erentxun, Sole Giménez y Antonio Carmona habían perpetrado para la ocasión. Me planté en esta quinta entrega. Tengo a esta gente demasiado oída. Además, hay que ser muy fan, o no conocer el miedo, para tragarse completo este pestiño sextino. Y yo no soy ningún héroe.