Adentrase en Las Dueñas es revivir cientos de años de historia. Esta casa-palacio conocida por ser la residencia favorita de la fallecida Duquesa de Alba perteneció antes a los Pineda, señores de Casa Bermeja, cuyos miembros participaron en episodios bélicos de la Guerra de Granada. En uno de los enfrentamientos Juan de Pineda fue hecho prisionero por los moros en 1946 y para pagar su rescate, su hijo vendió la residencia a doña Catalina de Ribera. Fue pasando de generación en generación hasta que uno de sus descendientes, Antonia, se casó con el VI duque de Alba. El palacio fue declarado en 1931 Monumento Histórico-Artístico.
Ahora, casi un siglo después, se abre al público por decisión del nuevo duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, XIX duque de Alba. “El mantenimiento diario es muy costoso y al igual que se esta haciendo en Liria, esta es una forma de cubrir costes. La previsión es recibir 100.000 visitas este año”, asegura Ricardo Gascó, gerente del proyecto durante la visita privada con EL ESPAÑOL.
El enorme jardín central que divide el edificio central de las caballerizas, las cocheras y algunos rincones ajardinados mágicos huele a azahar como anuncio de la primavera e incluso en algunos naranjos ya asoman los frutos. Estas las recogía el personal para el zumo de doña Cayetana y sus hijos.
En las caballerizas ya no hay caballos, pero se conserva su estética original. Son las más antiguas de Sevilla y en el subsuelo esconden unos baños árabes, que no se han querido excavar. En el centro custodiada por una vitrina de cristal, la silla de montar de Eugenia de Montijo.
Desde allí uno accede al Jardín de los Limoneros, al que Antonio Machado inmortalizó en sus famosos versos. No es de extrañar, su forma y la de sus limones, su olor, su embrujo inspira a cualquiera. En una vivienda de esta casa-palacio nació el poeta el 26 de julio de 1875. Obligatorio sentarse a contemplarlos un rato y dejarse llevar por la mente...
… mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero…
Una escultura que representa a una bailaora flamenca de Benlliure preside el Salón del Baile o de la Gitana que es donde solía recibir las visitas la duquesa de Alba. Todo sigue como ella lo dejó, con gran parte de su colección de porcelanas, de distintos siglos y estilos, los marcos con las fotos de sus hijos, una de Eugenia montando a caballo y otra de su hijo Carlos y Cayetano; otro marco recuerda su enlace con Jesús Aguirre, su marido y quien más hizo por catalogar el legado de los Alba. En él se han celebrado acontecimientos sociales y se han recibido a personalidades como Eduardo VIII, Alfonso XIII, Jacqueline Kennedy o Grace Kelly y su marido Rainiero de Mónaco.
En la bibliotec,a donde nos confiesan quien más la visitaba era el Señor Aguirre, se conserva en el escritorio la carpeta intacta de donde salió el escudo de la Casa de Alba.
Arrodillarse en la capilla es un honor, en ella se rezaron las primeras oraciones en intención de Cayetana de Alba, que falleció en su habitación del palacio el 20 de noviembre de 2014. En el frontal del altar dos cuadros de azulejos que representan al Cristo del Gran Poder y Nuestra Señora de la Esperanza. Entre los rosarios, estampas e imaginería religiosa que allí se apilan, destaca el solideo (casquete de seda) que Benedicto XVI le envió a la duquesa.
En el salón flamenco, carteles de anuncios de las fiestas de Sevilla y Jerez desde el siglo XIX, objetos y fotos del mundo de la tauromaquía, pero en la vitrina, un traje de luces verde regalo de su amigo Curro Romero. Y en la sala del tablao, un homenaje al flamenco. Imposible visualizar todos los objetos que allí se acumulan. Presiden uno de sus trajes de flamenca favoritos y los zapatos con los que le gustaba taconear.
Las galerías donde a Cayetana le gustaba tomar el aperitivo e incluso en días soleados almorzar con amigos o sola con su querido Alfonso. Desde allí se ve el espléndido patio central, una de las mejores creaciones del arte morisco sevillano. Su fuente y su jardín, que también inspiraron al poeta Machado han sido testigos de las más importantes celebraciones familiares, como puestas de largo y enlaces.
En el pretil de jaspe, reclinado
mil tardes soñadoras he pasado,
de una inerte congoja sorprendido
el símbolo admirado de agua y de piedra
y a su misterio unido
por invisible abrazadora hiedra.
En la primavera de 1920 la emperatriz Eugenia visita por última vez su querida España. Pasó por Dueñas y no pudo volver porque apenas un mes después fallecía en el Palacio de Liria de Madrid. Durante su estancia su lugar predilecto fue el cenador, que todavía se conserva intacto, bajo la sombra de un espléndido almez.
Y para los amantes del arte, pueden contemplar más de 600 piezas, entre esculturas romanas, jarrones, tapices flamencos, mobiliario de diversos estilos y pinturas como La Epifanía de Luca Giordano o Santa Catalina entre santos de Neri di Bicci.
Cualquiera que viaje a Sevilla y quiera contemplar esta maravilla de historia puede hacerlo durante 45 minutos por ocho euros. Este miércoles su hijo Carlos, actual duque de Alba, exclamaba satisfecho durante su inauguración: “Prometí abrir Dueñas al pueblo sevillano, y aquí abierto lo tienen”.
No olviden antes de marcharse pasar por la tienda de recuerdos que se ha ubicado en las antiguas cocheras. Los detalles son de un gusto exquisito; pueden llevarse desde un macetero como los que lucen en cada esquina de Dueñas, bolsos de tela y piel con el escudo de la casa o los productos caseros que comercializa la familia desde hace unos años. “Este era su refugio, aquí ha vivido los momentos más felices de su vida. No es casualidad que muriera aquí...”, confiesa uno de los trabajadores, que lleva muchos años al servicio de la casa. Lo cierto es que cuando se adentra en él parece que la va a ver salir de una de las estancias, porque no se ha alterado casi la forma original para abrirlo al público.