Apenas dos horas de vuelo nos separan de Marrakech, una ciudad mágica que sería obligatorio conocer al menos una vez en la vida. Sin visitarla no se debería prejuzgar y sin disfrutarla es imposible entenderla. Este oasis de colores, aromas, músicas, sabores, oraciones, amores ha encandilado a las celebrities de medio mundo. Algunos la utilizan como destino para sus escapadas de desconexión, otros como los dueños de Bulgari, el escritor Juan Goytisolo o el desaparecido diseñador Yves Saint Laurent hicieron de ella su segunda residencia adquiriendo una Riad en la Medina para mezclarse con los marracxís.
Para entrar a la ciudad hay que atravesar su muralla de 19 kilómetros de longitud levantada en el Siglo XII, si lo hace una vez regresará. Esta fortificación de arcilla roja declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco cambia de color según la luz del día. Ahora delimita los históricos barrios de estilo musulmán de los de estilo occidental de reciente construcción.
Junto a ella se encuentra La Mamounia, un palacio de estilo árabe-andaluz que se ha convertido en el hotel más bonito del mundo en el que se han alojado royals, políticos, artistas… Cuenta con habitaciones y suites con vistas a su esplendoroso jardín de ocho hectáreas, dónde se esconde un huerto en el que se cultivan verduras y legumbres que uno puede degustar luego en sus cuatro magníficos restaurantes.
Tomar el tradicional té de menta en el salón típico marroquí que preside sus habitaciones o despertarse viendo el Atlas nevado en el horizonte y escuchando el sonido de los pájaros desde la terraza de la habitación, no tiene precio. Es una experiencia visual y sensorial de las que permanecerán para siempre en su recuerdo.
Winston Churchill solía establecer allí su cuartel de invierno. Le gustaba pasear de un balcón a otro acompañando al sol en su ruta diaria, tratando de conseguir en sus pinturas un color tan real como le fuese posible. Un gran número de sus cuadros de los jardines de La Mamounia están expuestos en el Museo Churchill de Inglaterra.
En él se han filmado entre otras películas El hombre que sabía demasiado de Hitchcock. Se han alojado Charlie Chaplin, Marcello Mastroianni, Martin Scorcese, iconos del celuloide como Kirk Douglas, Charlton Heston, Joan Collins, Nicole Kidman, Silvester Stalone, Richard Gere, Susan Sarandon, Tom Cruise, Sharon Stone, Kate Winslet o Catherine Deneuve. Artistas como Julio Iglesias o Elton John.
El Presidente Franklin Roosevelt, Ronald y Nancy Reagan. La princesa Carolina de Mónaco, los Príncipes de Asturias o el Príncipe Nahurito de Japón. Más recientemente, la reapertura del hotel ha atraído a más celebridades. Gwyneth Paltrow, Jennifer Aniston, Saïd Taghmaoui, Salma Hayek y Juliette Binoche.
Ellos han visitado la Mezquita Kutubia, su alminar de 69 metros de altura es el más representativo de la ciudad. Su nombre quiere decir “la de los libros” (kutub en árabe es "libros") y hace referencia a la importante biblioteca que tuvo, además del mercado de libros que se desarrollaba en sus alrededores. A través de unos altavoces que se oyen por media ciudad se llama a la oración cinco veces al día.
Si se adentra en el zoco bordeando la famosa plaza de Plaza de Jamaa el Fna podrá encontrarse con estos ilustres personajes y con miles de turistas que visitan la ciudad a diario. Déjese transportar por sus estrechas calles llenas de laberintos, algunos sin salida. Allí habita el silencio y las puertas de las riad hace presagiar que están deshabitadas pero nada más lejos de la realidad. En su interior están llenas de vida, pero esta forma parte de su cultura. Se topara con tiendas de productos típicos y con los santuarios, lugares sagrados venerados por sus habitantes. No está permitido el acceso a los turistas pero por fuera uno se hace a la idea de su significado y hasta el más agnóstico conecta con su fe.
Si le gustan los frutos secos o las aceitunas, no deje de probarlas en los puestos, son espectaculares. Sus calles huelen a cuero, a pan de anís, a especias y suenan a bocinas y timbres de las motocicletas antiguas y las bicicletas con las que los marroquíes se desplazan a toda velocidad por estas medievales calzadas.
En la zona de palacios encontrará las tiendas de antigüedades más bonitas del mundo. Su edificación ya es una obra de arte, así que saltear cuadros o piezas únicas, le parecerá una experiencia única. Si es coleccionista puede encontrar el tradicional babor. Este legendario utensilio es usado por las mujeres marroquíes para elaborar el té. Suele ser la pieza más cara de sus vajillas y se exhiben en momentos muy especiales.
Tras este intenso trasiego llegará a la Plaza de Jamaa el Fna, la que Goytisolo veneró en sus escritos y con su presencia diaria. Allí se mezclan acróbatas, danzarines, encantadores de serpientes, fakires, narradores de cuentos, magos, adivinos, tatuadoras… Vendedores de sueños que le provocaran emociones encontradas.
Y al caer la noche, el bullicio matutino da paso a la lujuria. Busque alguna de las magníficas terrazas que ofrece la ciudad y disfrute de la vista nocturna mientras saborea alguno de sus espectaculares platos típicos con aromas a especias. A partir de entonces sólo el cielo estrellado de este paraíso africano será testigo de lo que suceda en sus arábicas alcobas al son de su embaucadora música de fondo… “Habibi” (querida, amada, mi amor). No es de extrañar que Victoria y David Beckham renovaran sus votos allí en 2008 o la supermodelo Poppy Delevingne celebrara allí su segunda boda.