En Ibiza hay una regla no escrita, pero que todo el mundo cumple desde hace años: el verano empieza y acaba cuando abre y cierra la discoteca Space. Al menos así ha sido hasta este 2016, porque la 'catedral' de la música electrónica tiene contadas las noches. Este domingo dará comienzo su última ‘opening party’ y en octubre echará, después de 27 años, el cierre definitivo.
Las pistas que han visto cómo los mejores dj del mundo han hecho bailar cada noche a más de 3.500 personas pasarán a formar parte del imperio Usuhaïa, una nueva forma de entender el clubbing, el entretenimiento nocturno, basado en el espectáculo de alto standing. El “música, música y música” que predicaba desde sus orígenes el artífice de Space, Pepe Roselló, sucumbe ante el que ya es el máximo gestor del ocio de Ibiza, Abel Matutes Junior.
El hijo del ex ministro de Exteriores, propietario de los terrenos de la discoteca, no renovará el contrato de la explotación a Space que vence el próximo mes, según ha podido confirmar EL ESPAÑOL.
Un local que el director de Space empezó a hacer suyo desde que asumió su gestión en 1989: “Había colgado un globo terráqueo en el techo, era como una especie de sandía que se abría, y soltaba un gas, como si fuera un Spuntnik”. Lo quitó todo, salvo, unos rayos de neón del techo que 27 años después siguen. Roselló comenzó la transformación poniendo unos toldos -que acabaron quemándose- porque quería hacer “como si bajara un cielo negro sobre la gente bailando.
Sin embargo, la apuesta definitiva, lo que marcó un antes y después en la isla blanca, fue el horario de Space. El club apostó por una agenda festiva distinta a todo lo que había en los primeros años en los noventa en las pitiusas. “Teníamos dos sesiones cada día, una matinal y otra nocturna. A las ocho de la mañana se abría Space y ya había cola en la puerta para entrar, de esta manera se aglutinó el público que se incorporó a la nueva modo con el otro público que se despertaba por la mañana, porque el desayuno en la terraza de la discoteca era el preludio de la gran fiesta que iniciaba a partir de las 10”.
“Los domingos había muchos padres que venían a buscar a los hijos y decían: ‘es que mi hijo me ha dicho que va a pescar y mi hijo no pesca, ¿sabes si está por aquí?’ Y le decía: pasa, tómate una copa y lo buscas”, recuerda Roselló.
Y pasaban. El panorama que allí se encontraban era insólito hasta el momento. Una gran sala interna con la música retumbando en sus paredes y una terraza: “La gente salía del interior, se fumaba un cigarrito y se tomaban un café con leche”.
EL MITO SE SEMBRÓ EN LA TERRAZA
En aquella primitiva zona al aire libre, donde se escuchaba el rugir de los aviones que llegaban a la isla, se reunía gente “auténtica y desinhibida”, un lugar lleno de alegría y vida, donde convivían los que se vestían, se coloreaban y se travestían con otros en chanclas y pantalones cortos: “Se creó una ambientación heterogénea y muy colorida, sin tensiones. La suma: Space se convierte en ese momento en la discoteca anti-burguesa por excelencia, donde todos son iguales, ya que lo que les hacía especiales era únicamente estar allí en comunión, sin importar quién eran fueran de ese espacio”.
En una isla en la que la tónica eran las fiestas de “camisetas mojadas”, “misses” o “ducha y jabón”, Roselló optó por otro camino a seguir: “música, música y música, sin adornos ni camuflajes”. Intuyó que podía atraer a su cabina a los artistas más internacionales en un momento en el que en las pistas de baile nocturnas europeas se alternaba el acid house, con el techno seco y el trance: “Se ve casi muy al principio que la revolución iba a estar en los disc jockeys, tanto nacionales como de fuera de España”.
“Los dj españoles de vanguardia tienen dificultades para asentarse, pero, en cambio, al estar en Ibiza están en contacto con todo, al mismo tiempo que los ingleses empiezan a aterrizar con sus maletas, que llevaban sus programas confeccionados, sus discos ordenados y preparados, y cuando terminaban se iban, con mucho ocultismo”, explica.
Roselló entendió que su ‘criatura’ debía abrirse a los grandes nombres del panorama internacional con grandes firmas. “Casi todo el mundo que ha triunfado en la isla ha pasado primero por aquí”. Y pone un ejemplo; David Guetta, que ahora llena hasta la bandera en todas sus sesiones y llega a cobrar 120.000 euros por una noche a los cascos, comenzó en Platja d’en Bossa repartiendo flyers y tickets de su propia fiesta en Space.
Buscaban otro público. No el turismo etílico que practica balconing, sino el “seguidor de los clubs modernos”. Los extranjeros que iban -y van- a su discoteca siempre, explica, era un público “que entendieron las reglas del juego”: “Hay que pagar en la puerta”. Esto es algo que les ha costado “mucho” hacer entender al público patrio: “Nuestras producciones y nuestra oferta son caras al ofrecer calidad”.
Las entradas para el ‘Opening’ de la última temporada a escasas horas de abrir su parking por penúltima vez cuestan 65 euros. En el interior, las copas no bajarán de 15 euros. Y una botella de agua de menos de medio litro puede llegar a costar hasta 8 euros.
22 HORAS DIARIAS DE FIESTA NON STOP
Los domingos de 1999 Space consiguió lo que hasta ese momento parecía imposible: ofrecer 22 horas diarias de fiesta, de las 20:00 horas del último día de la semana hasta las 06:00 de los lunes. “Un increíble festival día-noche como jamás se había visto en la isla”. Con un cartel de artistas que levantaba el recelo de los demás empresarios: Paul Oakenfold, Steve Lawler, Danny Rampling o Carl Cox.
“Todo esto funcionó muy bien porque se establecen varios turnos de público que disfruta del evento al aire libre y en el interior y la sesión acaba siendo un acontecimiento artístico, un faro de atracción muy grande”, analiza Roselló.
En aquellos momentos desembarca el norteamericano Danny Tenaglia, en la ola de su carrera profesional, una firma inaccesible hasta entonces en Europa. “Mi primera vez en Space es algo que recordaré siempre”, dijo el dj en unas declaraciones recogidas en el libro del 25 Aniversario de la discoteca. “La gente, la música, la energía, la producción, todo me resultó abrumador. Conocí gente de todas las razas y raíces”.
El mito ya se había forzado entonces. “No hay nada que la música no pueda conseguir”, afirma el artífice de todo, quien pone de ejemplo la ‘closing party’ de 2001. Semanas después de los atentados en las Torres Gemelas, el cabeza de cartel de Subliminal, Eric Morillo, hizo sonar “de manera totalmente imprevista” en la terraza una versión del New York, New York de Frank Sinatra. “Un montón de gente empezó a sacar banderas de los Estados Unidos y empezó a ondearlas y a envolverse con ellas. La sesión se convirtió en un homenaje, un acto de amor contra el odio y la barbarie”.
IBIZA PROHÍBE LOS AFTER HOURS
A Space Ibiza empezaron a lloverle los premios. Hasta la fecha, ha sido premiado 20 veces como mejor club de Ibiza, seis veces como mejor discoteca del mundo y la revista de máxima referencia en el mundo de la música electrónica, Dj Mag, lo subió a la cima hasta en cuatro ocasiones.
Pero llegó 2008. Ese año el consell Insular d’Evissa limitó el horario de las discotecas de la isla prohibiendo las sesiones matinales, los after hours. Roselló se vió obligado a cambiar el horario de su discoteca y a cubrir su emblemática terraza debido a otra ordenanza que exigía que durante la noche todas las zonas al aire libre debían estar cubiertas.
“Yo siempre he defendido la libertad de horarios y querer encorsetar la música me parece un disparate. Sólo faltaría ya que nos dijeran qué sesiones tienes que poner, que es algo que ya sufríamos antes. Este estilo de cosas me parecen una interferencia en el arte, porque no se puede confundir la música con los vicios o con los desmanes contra los que hay que luchar”.
PEGAPOSTER Y OFICINISTAS DE NOCHE
Contra los que no ha tenido que luchar, al menos con aquellos consultados por este medio, es con los trabajadores de Space. Unanimidad con respecto al trato recibido por el empresario durante años, que este verano tendrá contratadas a más de 180 personas directamente y 60 empleos indirectos. Durante las fiestas de apertura y cierre de temporada, estas cifras, tal y como informan desde la empresa, “se multiplican por tres o cuatro”.
A Noelia Giménez no hay hostelero de San Antony de Portmany que no la conozca, ya que desde 2008 lleva pegando posters de las fiestas en bares, restaurantes y hoteles de la zona: “Nunca pensé que pegaposter podría ser un trabajo. Desde el principio me encantó mi trabajo, la libertad que me ofrecía y el poder estar en contacto con la gente”.
De esta forma, empezó a sumar veranos -“los primeros años estaba deseando que llegase la temporada para volver a vivirla en Space”, que le permitieron, según explica, poder pagarse sus estudios y tener ahorros para el invierno. Destaca “la familia” que se ha creado entre los trabajadores y preguntada por alguna anécdota que le haya sorprendido recuerda a un tatuador que llegó al club para obtener el permiso para poder tatuar en el parking de la discoteca. “Todo lo que pasa aquí es vida”, apostilla.
Casi lo mismos años que Giménez lleva trabajando detrás de una de las 17 barras con las que cuenta el club en sus casi 10.000 metros cuadrados es Yolanda Lorenzo. Dice que su primera vez en Space no se le olvidará en la vida. Todavía sigue “sorprendida” de cómo la noche en la sala es un “auténtico reloj suizo”, en la que todo está programado y Roselló, con 80 años, “cuida hasta el último detalle”.
El dueño lleva casi tres décadas desarrollando un modelo de negocio, que según cuenta, ha estado basado en la inversión continuada en sonido, luces y disposición, en la mejora constante y la limpieza.
-¿Por qué los baños de Space siempre están impolutos?
-Son las tripas de un local y deben reflejar lo que es. Como metáfora de la atención al detalle, es una clave.
Olivia Gómez tiene un puesto que cuando se lo ofrecieron no sabía en qué consistía. Administra la oficina de Space durante la noche, pasa las horas entre números mientras que a escasos metros la gente baila sin parar. Explica, desde la “nostalgia”, que Space se merece “acabar por todo lo alto”, por todo lo que ha significado.
Por delante les quedan cuatro meses. Sus últimos antes de que Space se convierta en Usuhaïa Night, una prolongación de los resort que se sitúan en la acera de enfrente propiedad de Matutes Junior y que no tienen licencia para ofrecer fiestas más allá de las 00:00 horas por estar al aire libre.
“No sé si hemos pecado mucho de mantener el underground, el sentimiento de club alternativo, pero igual ahí está la gracia”.