Es un hecho. Constatado. Joaquín Reyes es lo mejor que le ha pasado a la televisión española desde que, mediados los 90 del pasado siglo, Chiquito de la Calzada desbaratase algunas reglas espaciotemporales del humor patrio en aquel añorado ‘Genio y figura’ antenatresero. Y es que el manchego tiene un don: el de resucitar, a cascoporro, lo más granado del absurdo nacional. Gila, Tip, Coll, Cuerda. En este plan. Aunque untados todos ellos, sin excepción, con la nutella de una posmodernidad que resulta ser de lo más chanante. Por eso no se entiende demasiado bien la que perpetró el otro día en Cuatro. En ese ‘Feis tu feis’ que llegaba anunciado a bombo y platillo. Del que lo esperábamos todo. O casi todo. Pero quedó en algo raruno. Mejorable. Y discutible.
Quince minutos. Al final, lo único destacable fueron los últimos quince minutos de una hora que se acabó haciendo laaaaaaarga y empalagosa a costa de un Pablo Iglesias que, por lo visto, continúa estando encantadísimo de conocerse. Un cuarto de hora con Pablo Iglesias frente al espejito mágico de una parodia impecable. Quince minutos de gloria catódica: (Pablo Iglesias)². Algo que, sin embargo, perdió bastante fuelle ya que lo habíamos vivido antes en ‘El intermedio’ sextino. Aun así, se quedó uno con una incierta sensación de estafa en el cuerpo. Pensando, cariacontecido, en que la cosa tendría que haber empezado por el final. Y, a partir de ahí, haber degenerado en una alocada aventura con los dos Pablos Iglesias cogidos de la mano y tratando de asaltar el Congreso, la Moncloa, Pachá y hasta el hall de La Razón.
Pero no pudo ser. Optaron por enchufarnos, con pelos y señales, un tedioso ‘making of’ del programa. Como si nos interesasen más la formas que los fondos. Decidieron perderse por las carreteras secundarias de la tontuna. Convirtieron el programa en un panegírico en clave documental a la mayor gloria de ese candidato conocido como Pablo Iglesias. Por ahí pasaron casi todos. Babeando y a su vera. Elogiando al prohombre famoso. Ejerciendo de rendidos palmeros feriabrilados por un día. No faltaron ni Miguel Ángel Rodríguez, MAR, ni Francisco Marhuenda, ogros malignos reconvertidos en improvisadas ‘groupies’ del ‘mojabragas’ podemita que no dudaron en limarse las garras para sumarse al hagiográfico aquelarre. Lo nunca visto. Ni imaginado.
Nos enteramos, mientras tanto, eso sí, de que la mirada de Pablo Iglesias tiene el pliegue mongol. O sea, el interior del ojo más pronunciado que el resto de los mortales y el párpado caído. Pues muy bien. Reconstatamos, además, que Pablo Iglesias sabe descojonarse de sí mismo. ¿Se imagina alguien a Rajoy sentado frente a su Rajoy de pega? Lo que es a mí, me hubiera encantado, repito, que se hubiesen dejado de obviedades y absurdos peloteos para centrarse en el cara a cara entre Iglesias y Reyes.
No necesito volver a escuchar lo que Errejón y Monedero tengan que decir sobre su amiguito del alma. Ni quiero ver a Monereo dándoselas de airada madre de la folclórica en cuestión. Ni me interesa remontarme a aquel lejano día en que el interfecto celebró su primera comunión. Ni que insistan en ensalzármelo como si fuese el clon del arcángel Gabriel plantado de nuevo en la tierra. Me hubiera bastado con algo tan sencillo como verlo ‘feis tu feis’ frente a su versión ‘celebritina’ y ‘gambitera’. Lo fácil, vamos. Lo que no pudo ser.