Los problemas financieros, judiciales y sentimentales del chef
Un acreedor reclama al cocinero 75.000 euros por las obras realizadas en 2007 para abrir su emblemático restaurante Sergi Arola Gastro.
11 junio, 2016 00:13Noticias relacionadas
Vuelven los problemas financieros y judiciales para el chef catalán Sergi Arola (Barcelona, 1968), quien el próximo día 21 de junio deberá presentarse en el Juzgado de Primera Instancia nº 56 de Madrid, para la vista de la denuncia de un acreedor que le reclama el pago de una deuda en torno a 75.000 euros por las obras realizadas en 2007 para abrir su emblemático restaurante Sergi Arola Gastro, situado en la céntrica calle Zurbano de Madrid. "Mi voluntad ha sido siempre la de pagar en cualquier pleito que he tenido. Siempre he querido pagar mis deudas, como bien lo sabe Hacienda, pero en este caso es una cuestión de principios. No voy a pagar unas obras que me ocasionaron graves problemas", declara a El Español en su propio restaurante madrileño, que nos enseña con detalle, de punta a punta, para calibrar las obras realizadas. Allí, junto a él, está su ex mujer y jefa de sala, Sara Fort, con la que sigue manteniendo una buena relación además de ser socios en la empresa que regenta el negocio Fortarola S.L.
Arola se convirtió durante la primera década de este siglo en uno de los chefs españoles más internacionales y más mediáticos por sus continuas apariciones en televisión, como en el programa "Esta cocina es un infierno", donde enseñaba el arte culinario a famosas como Bárbara Rey o Bienvenida Pérez. La historia de este chef, discípulo aventajado de Ferran Adrià y Pierre Gagnaire, comenzó con su desembarco en Madrid, donde abrió en su zona norte el restaurante La Broche, para trasladarse ya en el año 2000 al hotel Miguel Ángel. Pronto se convirtió en uno de los cinco estrellas más conocidos de la capital, donde también le acompañaba como jefa de sala Sara Fort, su mujer por aquellas fechas.
A pesar de lo publicado, Sergi Arola no es propietario de todos los restaurantes en los que su nombre figura. Es sólo asesor y figura como director gastronómico de ellos. Así ocurre en ocho restaurantes situados en siete países distintos, desde Europa (Lisboa o París) pasando por América (Chile, Brasil, Colombia), hasta llegar a Abu Dhabi, la rica capital de los Emiratos Árabes. Casi todos estos restaurantes donde Arola figura como director gastronómico están ubicados dentro de lujosos hoteles de cinco estrellas, peor no son suyos.
En España dirige otros seis establecimientos, de los cuales cuatro están en Madrid y sí que son de su propiedad. Los otros dos a los que asesora están en hoteles de Santa Eulalia (Ibiza) y en Barcelona. "La gente está muy equivocada de creer que los restaurantes son míos. Yo sólo soy su asesor. Y a veces mi sueldo no llega a unos 3.000 euros como tal. Y aunque tenga restaurantes en Luxemburgo o en Ginebra, no tengo cuentas en ningún paraíso fiscal".
"Después de muchos años trabajando, abrir 17 restaurantes, mi único patrimonio es una apartamento de 75 metros cuadrados en la barriada madrileña de Manoteras, por el que abono una renta de 800 euros, y una Harley-Davidson que voy pagando poco a poco", afirma con rotundidad. Arola que se separó de Sara Fort en el año 2012 (tiene dos niñas con ella), tuvo que vender para hacer frente a las deudas contraídas con Hacienda su chalet conyugal de dos plantas en una conocida colonia residencial próxima al Parque de Berlin, en la zona norte de Madrid; así como también vendió su primera moto de gran cilindrada, su Harley, a la que llamaba "la pequeña". Lo hizo vía Twitter, adjuntando una foto de la moto y un número de contacto. El chef catalán aseguraba que se veía obligado a vender a su "pequeña", aunque después se compraría otra Harley, "más barata, que voy pagando poco, es mi único capricho. Si no puedo tener ese hobby después de tanto años trabajando pues es para echar el cierre", señala.
Fue en junio de 2013 cuando los hombres de Cristóbal Montoro le precintaron durante dos semanas el restaurante Sergi Arola-Gastro por una deuda global de 308.000 euros con Hacienda y la Seguridad Social. Por aquel entonces tuvo que firmar con el Fisco un reconocimiento de deuda, pagar 20.00 euros de entrada, que se los dio un patrocinador de su restaurante, y llegar a un acuerdo con los inspectores tributarios de que no iba a emprender acciones judiciales en desacuerdo contra la Hacienda pública española. Arola estaba pagando por entonces una cantidad pactada con Hacienda de unos 2.500 euros, pero los inspectores de Montoro querían aumentar este pago a 3.500 euros y por eso le precintaron la bodega, la coctelería y el reservado del establecimiento de este cocinero con dos estrellas Michelín.
Hoy en día, Arola sigue en trámite para solucionar sus problemas con el Fisco, "al igual le ocurre a la mayoría de personas que tienen una empresa pequeña". "Mi error –reitera- fue que en ese año 2006, que deje La Broche, me creí todo lo que me estaban vendiendo los políticos: que éramos un gran país, una potencia emergente, vamos la leche, y como tal actuamos y nos convertimos Sara y yo en empresarios. Siempre he tenido voluntad de pagar, pero primero están mis empleados y sus familias, después los proveedores y luego los bancos, los dueños de todo lo que tengo. Nunca nos hemos negado a pagar, hemos intentado siempre ponernos al día según nuestras posibilidades, pero tenemos "un boquete" de esos años del 2007 al 2012. Ahora la clientela ha repuntado”. Una buena noticia para Sergi Arola frente a otra mala el próximo día 21 de junio cuando deberá visitar los juzgados madrileños por un nuevo incidente judicial y financiero.
El nombre del chef catalán saltó el pasado mes de mayo a la prensa no por sus problemas financieros, sino por su ruptura sentimental con la conocida presentadora Silvia Fuminaya, famosa por programas como el Telecupón, Waku Waku o Crónicas Marcianas, con la que mantenía una relación amorosa desde marzo de 2015. Durante un año, el cocinero y la actriz no escondieron su pasión allá por donde iban. Su presencia era constante en las fiestas madrileñas y photocalls. Ahora el amor se ha parado.