Es un hecho. O, mejor dicho, un desecho. Mil veces visto y otras mil veces comprobado. Una catastrófica desdicha. Un fiasco multitelevisado. Una movida gordísima. Hay gente que, cuanto más sabe de fútbol, más problemas tiene para explicarse frente al micro. Que se lo digan, si no, a Manu Carreño y a esos dos satélites dicharacheros que le han buscado los ‘illuminati’ de Telecinco para retransmitir los partidos de España en la Eurocopa.
Qué extraña pareja: Kiko Narváez y José Antonio Camacho. Según sus fans: “Nos aportan todo su acervo y bagaje como triunfadores de Mundiales y Euros desde la ponderación y buenas maneras”. Hay que estar muy ciego, y más sordo aún, para verlo de esta manera. Pero hay gente para todo, que diría el experto.
El caso es que la situación empieza a ser trágica, espeluznante, sobrecogedora. Cada cinco minutos de retransmisión deportiva perpetrada por Camacho y Kiko, se suicida un académico de la RAE lanzándose desde el último piso del Edificio España mientras vocifera, encomendándose a San Antonio Ozores, un “¡Baracardios que revoca las mendracas por hache o por be!” que parte el alma de este futbolero país en trizas tan pugnaces como vocingleras.
Y es que cuanto mejor juega la selección española, peor nos lo cuenta este dúo Sacapuntas del Nuevo Periodismo Krispinklander. Propinan ambos más patadas que todas las que dieron a lo largo y ancho de sus fructíferas carreras futbolísticas. Pero al diccionario. En medio, ese Manu Carreño cuyos súbitos silencios, tras las frasezacas de Kiko o Camacho, resultan más elocuentes que las obras completas de Pérez-Reverte traducidas al finés.
Uno ya no sabe si estos Epi y Blas con chándal de tactel saben tanto de lo suyo que hasta hablan un dialecto propio -y paralelo- o si es que, en realidad, nos están tomando el pelo, descojonándose por lo bajo, mientras retransmiten la llegada del apocalipsis futbolero. Un verdadero sindiós. Empacho de Camacho y de su cháchara de chanante chocho y achispado. Quemazón de Kiko y de su crudo cacareo de cantamañanas cucamonas.
¡Si para ganar esta Eurocopa estamos obligados a escuchar a estos Pin y Pon, que nos eliminen de una puñetera vez! ¡O que pongan, en su lugar, a Leticia Sabater! ¡Acabemos rápidamente y de una vez con tanto dolor gratuito!
Temblaba el estadio de Niza, en la noche del pasado viernes, cada vez que uno de estos dos ‘cracks’ abría la boca: “Hay que explicarlo: ¿La gente sabe quién es el algoritmo?”, “Sabemos que tenemos portero”, “Lo que está hecho, está hecho”, “¡Ojo, ojo, ojo!”, “¿Quién se va: Iniesta o Iniesta?”, “A ‘resplegarse’ para salir a la contra”, “¡Se le ha querido quitar de encima y ha sido muy ‘dejjjjjjcarao’!”, “El ‘Dickmar’ este es un tío muy grande que las va a luchar mucho”, “¡Gooool de Morata! ¡Olé!”, “Mañana, cuando se enfríe, tendrá ahí un bocata y no precisamente de chorizo”, “Y ese córner creo que está lleno de turcos”, “España tiene que mover y mover el balón, y no tiene otra” y en este plan. Ni un minuto de retransmisión sin su tontuna correspondiente. Abren estos la boca y sube el precio del pan. De la leche. De los huevos. Y de los algoritmos irreverentes que llevaron a los poetas del postismo a la endecasílaba gloria. Eso sí, imagino que Mariano Rajoy estará encantado con la retransmisión. Hablan su mismo lenguaje. ¡Cómo está el patio!