Miguel Ángel Silvestre (34) ya no es el que era hace unos años. Cuando se hizo conocido en toda España por la serie que hizo que le apodaran 'El Duque', era un chico de 26 años al que la fama le vino demasiado grande y no supo cómo reaccionar. Se convirtió en un actor reservado con los medios. Tanto, que algunos vieron esa claustrofobia interna como sinónimo de desprecio.
Ahora, ocho años después de ese boom mediático, Silvestre mira la vida desde otra perspectiva. Saluda a los periodistas con el cariño que pocos hacen y considera que están de su lado. "Me hizo cambiar mi miedo. Yo era muy reservado porque tenía mucho miedo", declara para JALEOS el actor para presentar la próxima temporada de Velvet. "De repente, de la noche a la mañana, mi personaje se hizo muy popular y los medios de comunicación me apoyaron. Querían saber y preguntarme", comenta sobre cómo cambió su vida de un día para otro.
"El personaje que estaba haciendo era muy cool y muy diferente a mí. Yo vengo de Castellón y soy bastante más hortera que ese personaje. Tenía miedo de que se viese lo hortera que yo era o no contestar lo que se supone que tenía que decir", dice con rostro pensativo cuando se le pregunta por cuál fue el click que hizo que se replanteara su vida. "Todos los medios de comunicación te apoyan y te ayudan a construir tu sueño. Partiendo desde ahí sólo puedo tener agradecimiento al medio que sea. Siento que siempre me han tratado con mucho cariño y mucho respeto", asegura el actor.
"A veces es cierto que tengo alguna conversación con algún paparazzi y le pido un poco de espacio, pero lo hago entendiendo su trabajo y me siento agradecido. Creo que hablando se entiende la gente", considera. Su verdadero cambio llegó cuando tuvo que salir de España por la presión mediática una vez terminó de rodar Sin tetas no hay paraíso.
"Creo que también me empecé a quitar la presión cuando pensé que nunca iba a ser tan interesante como un personaje que estaba escrito por alguien tan intelectual. Todos terminamos en el mismo lugar y todos terminamos aquí para aprender. Yo antes me cuestiono que pensar que tengo la razón. Empecé a disfrutar de mis oscuridades y empecé a hablar de cosas de las que no me siento tan orgulloso, de los lados de los que me puedo sentir más vulnerable".
'Velvet' se adapta a su agenda
No cualquier actor consigue el tirón mediático que todavía congrega Silvestre. Prueba de ello es la cantidad de medios convocados para conocer más detalles sobre su futuro en la serie de Antena 3. En la ficción, su personaje se encuentra desaparecido para Ana (Paula Echevarría), que decide rehacer su vida al lado de Carlos (Peter Vives). Ya han pasado cinco años desde que se supiese algo de Alberto y la vida ha dado un notable salto para todos los personajes.
"Me siento muy agradecido. De hecho, yo venía sólo para dos temporadas, pero la generosidad de Bambú y de Antena 3 no tiene precio. Me sentí tan agradecido que cuando me hablaron de una tercera temporada dije que me gustaría poder hacerla", declara el actor sobre el hecho de que la cadena y la productora se adapten a sus tiempos de rodaje ahora que tiene que cumplir con la producción de la segunda temporada de Sense8 en EEUU.
"Lo bueno es que en Velvet todos los departamentos son profesionales de primera categoría. Yo llegué, me recogieron en el aeropuerto y, según me recogieron después de 14 horas de vuelo, me llevaron a hacer las pruebas de vestuario. Con un sueño porque no había dormido… me dejé llevar. Y el primer día de rodaje me encontré con un traje perfecto hecho a medida que hablaba de la época, cinco años después", asegura, emocionado cuando recuerda. "Está muy bien descrito todo lo que le pasa a los personajes y es que ya tienen una entidad después de tres temporadas. Ha sido fácil reencontrarme con Don Alberto y reencontrarme con Ana", añade.
Han sido dos años de trabajo en los que la carrera de Silvestre ha dado un nuevo e importante paso. A la vez que su público ha madurado, dejando atrás a la generación más adolescente para dar paso a un público más exigente, ha comenzado su periplo americano. "Creo que Velvet llegaba a un público totalmente diferente, desde niños y gente joven hasta gente muy muy mayor que se siente identificada con la época. Es muy satisfactorio el cariño que estamos recibiendo porque los personajes son muy entrañables y están tan bien escritos. La gente convive con ellos y les gusta".
La fama americana
Su papel en Sense8 le ha abierto nuevas fronteras al actor. "La fama española es muy diferente a la americana", confiesa. "Los españoles somos más pasionales y mucho más espontáneos. Eso se refleja en todos los sentidos. Es un placer volver y no sólo por reencontrarme con los fans, sino por reencontrarme con mis amigos y estar con la gente que te entiende muy bien hablando. Incluso hablando el mismo idioma en otras culturas es difícil la comunicación. En este caso, fluye. No hace falta ni que hablemos. Nos entendemos muy bien los españoles", comenta el actor.
En la ficción de Netflix interpreta a un actor que mexicano, ídolo de masas entre las mujeres y un gay en el armario. Un personaje que le ha hecho pasar de ser un galán de la tele a un icono homosexual en medio mundo. "Para mí es muy estimulante trabajar en diferentes registros. Uno de los artistas que más me ha aportado con sus escritos es Lorca. Pertenece a una generación donde la homosexualidad se ha reprimido desde fuera por el régimen, por la dictadura. Mi generación vivió la admiración por la gente que vivía su autenticidad gracias a las películas de Almodóvar y de otros artistas", declara sobre Lito, el personaje que interpreta en la serie americana.
"Yo viví cómo se celebraba eso, lo viví con admiración. Que me dieran la oportunidad de contar algo que en España no es el presente pero que sí lo fue es un regalo. Contar el daño que nos podemos hacer a nosotros mismos me daba mucha satisfacción. Haría todo lo que tuviera que hacer para contar a Lito", explica sobre el papel que le ha llevado a subirse a una carroza del orgullo gay (con muy poca ropa) en Brasil, revolucionando todos los medios de comunicación. Esos a los que una vez tuvo miedo y ante a los que ahora se abre de par en par sin preocupación por el qué dirán.