Para los niños [se recomienda, para su correcta lectura, parodiar –o tratar de emular– el vozarrón cazallero de la simpar Gloria Fuertes, poeta de guardia; añádase, como ambientación musical, la de arranque de la mítica serie ‘Enredo’]: Érase que no se era, en el fantabuloso y multicolor país de la telebasura extrema, una exconcejala sociata de la localidad toledana de Los Yébenes, procaz y pluriverbenera, famosa a raíz de un incidente con un vídeo íntimo difundido en Internet sin su consentimiento, que un buen día confesó ante las cámaras haberse cepillado a un conde italiano que pasaba por allí y gracias a ello, tras liarse pardísima en algunos platós, se montó una vez más la desparramada, rentable y típica serpiente de verano. Sin embargo, aquella cigarrita con alma de hormiga extra chunga se lamentaba, una y otra vez, de tan catastrófico ‘bisnes’ para su cuenta corriente, menguante y personal.
“No voy ni a ganar 125.000 euros este verano”, confesaba ella, luciendo palmito (y costosa reciente mastoplastia) de plató en plató – ‘Sálvame’, ‘Deluxe’, ‘Hable con ellas’ y en este plan–, mientras seguía aportando pelos y señales de su supuesto ‘affaire’ con Alessandro Lequio, el condemor italiano de esta historia para evitar el sueño de las noches de verano. A la voz de esta Hormigos se sumaron, sin tardar, las de otras ‘zánganas’ televisivas para dar cuenta de sus escarceos con el tal Lequio, repoblando con ‘overbookings’ abrasivos los platós de la ‘cadena amiga’. A saber, y por orden de llegada: Silvia Fominaya, Natacha Jaitt o Miriam Sánchez. Quedaba así demostrado que, en caso de ser cierto todo esto, el conde, además de conde, era un puñetero atleta sexual y ya estábamos tardando en mandarlo a las olimpiadas brasileñas sin billete de vuelta.
Varios polígrafos, vídeos chorra y ‘sálvames deluxe’ después, seguíamos todos exactamente igual, es decir, en el mismo punto de venérea gilipollez. De estupidez extrema. De chafardeo sin fronteras. De lamentable telebasura. Dando por hecho, una vez más, que en este país de culebrones y contraexclusivas lanzadas desde ‘El programa del verano’, los mismos cuatro listillos de siempre se lo siguen llevando muerto mientras se descojonan de nosotros.
“Un ‘circo’ con demasiados ‘enanos’”. Así, de forma tan gráfica, es como ha definido el ‘Condemor’ Lequio tan penosa situación. Y, por una vez en su vida, sin que sirva de precedente, el tío lleva toda la razón. Un circo de concejalas con bótox de a 500 ‘lereles’ la sesión. Un circo de la tele en el que algunos payasos mantienen relaciones en habitaciones de matrimonio ajenas y utilizan juguetes sexuales para “practicar todo aquello que se nos pasaba por la mente”. Un circo en el que las concejalas desaforadas se piran de vacaciones a Viena.
De la TV como enfermedad de transmisión sexual. ¡Bienvenidos al nuevo herpes catódico!
Urge por todo ello terapeuta especializado en países televisivamente subdesarrollados. Se valorará experiencia en complejos de inferioridad crónicos, en fingimientos, en cegueras y en altibajismo digital de república bananera afiliada a la OTAN de los tontos. Razón: España. La misma Españeta ajulandrada en la que los veranos han dejado de ser época de descanso para convertirse en una jauría humana de diputados en funciones y condes italianos que salen cada mañana a la caza y captura de Pokémons (con tilde sobre la coronilla de la mismísima e, como recomienda algún que otro diario independiente de la mañana). Eso sí, cada vez que alguien calza el acento sobre la e de Pokémon fallecen de apoplejía dos académicos de la RAE y al único lince ibérico que nos queda le salen tres nuevas caries.
Ah, que se me olvidaba. Y todos ellos comieron perdices. En ‘La Viena del verano’.