Esto no hay ‘ghostbuster’ que lo extinga. Ni a tiros. Ni a codazos. Ni rociando al personal con agua bendita. ‘Muestras del más allá’. Exacto, es el nombre de una exposición. Montada por ‘Fríker’ Jiménez para solaz de curiosos y el disfrute de niños, y no tan niños, enganchados a ‘Cuarto Milenio’ cual yonquis ochenteros al palili de turrón. Digamos, para entendernos, que se trata de una colección de lo más itinerante (están a punto de montar barraca, a día de hoy, en Zaragoza tras abandonar Madrid) y pensada para pasar la gorra (a seis ‘lereles’ cabeza) a aquellos incautos televidentes que opten por la engañifa como animal de compañía. Regresa, pues, la telebasura, a su originalísimo estado. Es decir, vuelve a ser una barraca repleta de ‘freaks’ que recorre andurriales con intenciones nada amistosas. Y basadas, básicamente, en estafar al personal.
Este año, por lo visto y padecido, la expo cuartomileniosa presenta dos meganovedades hipervitaminadas: una fiel reproducción de la cocina donde se iniciaron los extraños sucesos conocidos como ‘Las caras de Bélmez’ (esos retratos cutres de ultratumba que surgieron en el pueblo jienense homónimo, allá por 1971, y que han permitido, a más de un ‘cara’, vivir por la cara durante gloriosas décadas) y una maqueta gigante que representa la Casa de las Siete Chimeneas, ubicada en la céntrica plaza del Rey madrileña y que, según cuenta la leyenda, se encuentra habitada por el espíritu de una amante del rey Felipe II desde hace casi cinco siglos.
¿Qué? ¿Eh? ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? Pues ahí siguen los Jiménez, Íker y señora, sobreviviendo (siempre por encima de sus posibilidades) gracias al cuento chino y reconvirtiendo esto de la fenomenología paranormal en un tocomocho anacrónico, cansino, jimenezdelosado y recauchutado. Ahora ya sólo falta que se ponga de moda esto de hacer bienales absurdas de los programas de telebasura extrema y ‘Las Camposhian’ (‘Madre Tere Superiora’, Terelu y Bigote) acaben meneando el bullarengue (en plan ‘Las tres gracias’, de Rubens), junto al cuadro original, en el Museo del Prado. O se llene el Thyssen de ‘viceversos’ como criaturas legendarias o descubrimiento científico logrados gracias a Telecinco.
Pero esto no acaba aquí. Qué va. ‘Fríker’ nos endiñaba anoche, en plena rentrée, novedades de altura. Como esa sección llamada ‘Cuarto Milenio Zoom’, que pretende ser una alternativa a los informativos cotidianos. O sea, un desinformativo. El caso es que pretende contar el gran Íker: “todo aquello que habitualmente no se cuenta”. Quizá porque es mentira. O porque no existe el modo de contrastar la sinrazón de estos profesionales. Pero él sigue empeñado en ello. Vive ajeno al mundo real, este impresentable presentador venido arriba. Tanto, como para contarnos que ‘Pokémon Go’, “el gran juego que ha revolucionado el mundo, lo que une la realidad virtual con la realidad física, está siendo utilizado por pederastas, está habiendo crímenes, está habiendo delincuencia, también está habiendo cosas buenas, pero en definitiva es algo que ha cambiado el mundo”, soltaba el tío, de carrerilla, aunque uno no podía dejar de notar en su mirada que, en realidad, se estaba descojonando de todos nosotros por dentro.
Digno de colgar de un clavito en la pared de una pinacoteca, lo de este ‘Fríker’.