Pone una de sus zapas del 47 el ‘requetechef’ Alberto Chicote en el restaurante ‘First Dates’ y fijo que le da el jamacuco definitivo con destino al tanatorio más cercano. Y es que, lo de ese lugar de telecitas a ciegas (nada íntimas), con el Celestino Padre don Carlos Sobera al frente, se ha convertido en un sindiós catódico en el que todo vale con tal de arañar medio puntito de ‘share’. Llevo yo dos semanas sin pegar ojo por las noches, a causa de este engendro cuatrero y vilmente vergüenzajenado. Suman mil las dudas que me reconcomen por dentro. Intentaré, en beneficio de todos, destacar las más inquietantes. Eso sí, urgen respuestas. Razón: aquí.
¿Quién cocina en ese multicolorido y megaflorido establecimiento? Porque, por mucho que saquen, entre citita y citita, alguna imagen de recurso del personal dándole duro a las sartenes, da la sensación de que los platillos les llegan de fuera (¿de un ‘catering’, quizá?). ¿Por qué las camareras están siempre dándose codazos y parecen estar más pendientes de salir bien ante las cámaras que del bienestar de su malnutrida, y enamorada, clientela? ¿A qué mente diabólica se le ha ocurrido –sucedió anoche– juntar a dos ciegos, con perro lazarillo incluido, en una cita a ciegas? ¿Es que esta gente no tiene respeto por nadie ni por nada?
Salmorejo, espaguetis con tomate frito, ensalada, puré de verduras, macedonia de frutas y esa especie de bollo de chocolate que siempre les endiñan de postre, ¿es lo único que sirven en esa casa de citas para cenar?, ¿en plan rancho cuartelero? ¿Y por qué siempre les cobran 40 ‘lereles’ coman lo que coman, beban lo que beban, rompan lo que rompan? ¿Y por qué les cobran (si los pobres les están haciendo, supuestamente gratis, un programa de televisión)?
¿Qué hacían el pasado lunes, paseando por el local como si fuera suyo y pontificando con sus consejos chorra que nadie les había pedido, Yurena (la cantante anteriormente conocida como Tamara, y luego como Ámbar) y Mario Vaquerizo? ¿Es cierto que Míster Sobera los ha nombrado ‘consejeros del amor en funciones’ del programa? ¿Yurena y ‘Macario’ Vaquerizo? ¡Santo Dios!, ¿dos tipos requetefinos que, por no tener claro, no tienen claro ni su presunta condición sexual? ¿Dando consejos para ligar en ‘First Dates’? ¿Yurena y Mario? ¿Vaquerizo?
Y esas parejas de atrezo que ocupan las mesas cercanas a las de los protagonistas, ¿son de verdad? ¿Existen? Es decir, ¿va gente, más o menos normal, allí, a comer o a cenar? Quiero decir: ¿se da el caso de que algunos seres humanos, como podamos serlo tú o yo, elija para cenar ese restaurante en el que todo, absolutamente todo, desde las cartas del menú hasta la perilla de Carlos Sobera, parece ser postizo y de chichinabo? Aceptemos que sea así. En tal caso, ¿por qué no se comportan con normalidad? ¿Qué obliga a esas siniestras parejas a hacer manitas bajo la mesa y susurrarse tontunas como si estuviesen drogados hasta las cejas?
Los mojitos. Los mojitos que elabora, como si se tratase de la mismísima fisión nuclear de un átomo de uranio-235, el tal Matías Roure, el barman del programa. ¿Qué llevan, en vez de un chorrito de angostura final, esos puñeteros mojitos? ¿Cuál es el ingrediente secreto que convierte a quienes los toman, en vez de en príncipes azules, en batracios asilvestrados incapaces de distinguir un violonchelo del cuchillo para el pescado? ¿Cuántos de esos mojitos, en ingesta desaforada, admite, según la OMS, un ser humano? Y, por último, ¿por qué tiene que recibir ‘Sosobera’ a todo el mundo en la puerta del local, en plan mafioso de barrio, como si aquello fuese un distinguido puticlub ucraniano en vez de un mágico lugar de primeras citas a ciegas? ¿Eh? ¿Por qué? ¿Por qué?