“¡Ay! Para siempre, ahora me ha separado de ese corazón, un padre, un Rey!”, grita don Carlo al Fraile durante el segundo acto de la ópera de Giuseppe Verdi que lleva por título el nombre de este personaje histórico, hijo de Felipe II a quien no llegó a suceder. Se trata de una frase desgarradora que llega desde el dolor de un alma regia y rota por culpa de un amor robado. Esta noche del miércoles, desde el palco de autoridades del Teatro Real de Madrid, la escuchó Felipe VI. Los Reyes han presidido la inauguración de esta nueva temporada de la ópera madrileña con esta obra, la más larga escrita por el compositor italiano.
No es la primera vez que Felipe escucha y contempla esta obra, en la que de forma maniquea se retrata el enfrentamiento entre un padre celoso y represor, Felipe II, y un hijo enamorado y virtuoso, Carlos, según la versión de Verdi.
Se trata de una ópera compuesta en cinco actos que Verdi estrenó en el año 1867 y que narra la historia del conflicto entre el Príncipe Carlos después de que su prometida, Isabel de Valois, se casara en lugar de con él con su padre, Felipe II, en cumplimiento de los tratados de paz que pusieron fin a la guerra italiana entre las casas de Habsburgo y Valois. Un conflicto que trata, en realidad, de la incomunicación entre un padre y un hijo, trasunto éste que bien podría recordar a episodios recientes entre Juan Carlos y Felipe.
El libreto, escrito por Friedrich Schiller en 1787, trata una versión edulcorada y fantasiosa de la historia real de España, ya que el joven guapo y romántico del que habla la ópera poco tenía que ver con el don Carlos real, un hombre débil y enfermizo que era conocido por sus crueles excentricidades como cegar los caballos de su cuadra o mandar quemar una casa con sus habitantes dentro porque en uno de sus paseos por Alcalá de Henares echaron residuos por la ventana manchándole los zapatos. Verdi pone música a esta historia en la que un Rey, Felipe II, le hace la vida imposible a su hijo hasta conseguir su muerte. Una versión que contribuyó a difundir la leyenda negra de España.
Tal vez nuestro actual soberano, sentado en su butaca de honor acompañado por la mujer con la que se casó por amor, recordó algunos de los encontronazos con su padre que ha tenido que superar.
La poca comunicación y el conflicto entre padre e hijo ha sido una constante desde que Felipe VI llegó al trono tras la abdicación de su padre en junio de 2014. En nuestra familia real no es el padre el que encierra al hijo en una habitación de un monasterio (aunque en la historia real se trató del de Yuste, Verdi habla de Saint Just). Pero en cierto modo sí ocurre al revés cuando Felipe VI decide mandar a Juan Carlos a un despacho alejado de Zarzuela, es decir, lejos del foco de la actualidad, apartado de los asuntos de la Corona y del Estado.
Otra de las partes de la ópera del compositor italiano que puede recordarle a Felipe la relación con su padre es cuando Felipe II le niega ningún tipo de autoridad y protagonismo a don Carlo, al que no ve capacitado para ejercer como príncipe. De nuevo la historia se da la vuelta y en nuestra realidad es el hijo, Felipe, el que considera que el padre debe dejar ya sus funciones, quitándole poco a poco su presencia en la agenda de la Corona hasta conseguir el anuncio de su retirada el pasado mes de junio. Solo y abandonado, don Carlo termina solo en su monasterio, situación que se parece bastante a la actual de don Juan Carlos. En vez de monjes se encuentra rodeado de enfermeras y de su hija, la Infanta Elena.
En la ópera de Verdi el hijo es una víctima y el padre un viejo amargado y represor. Una víctima es como ha podido sentirse Felipe respecto a los devaneos y amistades peligrosos de su padre, Juan Carlos I. Pero hay otra versión del don Carlo más favorable a la figura del padre y más inmisericorde con el protagonista de la obra, el hijo. Fue la versión que en 2015 estrenó Albert Boadella en El Escorial, a la que asistió el rey emérito Juan Carlos, justo un año después de la abdicación, cuando ya podía sentir el distanciamento de su heredero. Para el director español el padre, es decir, Felipe II, se torna más cariñoso, más comprensivo.
Este libreto reescrito por el catalán se estrenó justo en el lugar donde están enterrados los dos protagonistas de esta ópera, en el Auditorio de San Lorenzo de El Escorial, el 25 de julio de 2015. Aquella noche de verano en la localidad madrileña estuvo presente, como decimos, el rey emérito. En esta versión, Boadella le da la vuelta a la historia de Schiller con el fin de restituir en la medida de lo posible la realidad histórica de aquella España de mediados del siglo XVI.
El caso es que tanto esta noche en el Teatro Real como aquella de julio de 2015 en El Escorial, Juan Carlos y Felipe han podido ver su relación reflejada, cada uno en la versión de 'Don Carlo' más favorable con una gran diferencia: el Rey emérito jamás se casaría ni en la peor de sus pesadillas con la prometida de su hijo, que en la vida real sería la reina Letizia. De eso podemos estar completamente seguros. Aunque es cierto que la historia entre el padre del rey y Letizia da para otro libreto entero. Pena que Verdi no esté para ponerle música.