En Mallorca cuando alguien habla de "la reina" se da por hecho que se está refiriendo a Sofía de Grecia (77 años). No hay discusión. Si hubiese que elegir, aquí "la forastera" sería Letizia (43). Con la figura del Rey no ocurre lo mismo, algo a lo que ha contribuido Juan Carlos I (78) con sus ansiadas y a la vez estudiadas ausencias. Aunque costó acostumbrarse a lo de Rey Felipe (48) después de 46 años siendo Príncipe de Asturias... Y de Mallorca.
En los últimos tiempos la reina ha establecido su hogar en Marivent durante al menos cinco meses al año. Desde aquí se traslada y aquí vuelve para hacer y deshacer maletas. Pero no sale tanto como antes. Ver a Sofía de Grecia en conciertos de música clásica o en actos socioculturales significaba normalidad. Por eso este año choca su ausencia después de las vacaciones de Felipe VI y familia en la isla, más allá de algún paseo en la Somni y de una visita al yacimiento púnico del islote de Na Galera.
El mallorquín es el único escenario que todavía conserva un toque familiar excepcional donde no desentona ver a los eméritos juntos, una imagen que, a día de hoy, sería poco creíble en otro lugar. Es todo tan "atípico", como dijo Felipe VI, que ni siquiera la reina madre se ha dado una vuelta por los incontables mercadillos a los que acude cada año con la infanta Elena. Acciones de ese tipo durante más de cuarenta años han hecho que la foto fija de Sofía de Grecia en Mallorca sea la de una mujer cercana y dulce que pisa el suelo sobre esparto. La única reminiscencia de una señora espartana de origen y afamada por su carácter cortante y seco.
La reina camaleónica se adapta a lo que toca. La inestabilidad política de un país que suma 301 días sin gobierno y la desaparición del mapa del Jefe del Estado, contribuyen al perfil bajo de una mujer querida y respetada en un entorno cada vez más contrario a la continuidad de la Monarquía. Una sociedad dolida con la infanta Cristina y su marido, encargados de pasear el nombre de Palma por todo mundo.
Y un pueblo molesto con el rey emérito por falta de acción y determinación en el caso que llevó a su hija pequeña a sentarse en el banquillo de los acusados. Captado el mensaje, Juan Carlos I aparece lo justo (este año dos días seguidos) para dejarse hacer la foto ejerciendo de padre de un rey que hace encaje de bolillos representativo para cumplir con una tierra que tiene la responsabilidad de seguir agradeciendo la promoción mundial de las Baleares. Todo ello sin enfadar a un sector social con presencia gubernamental que ni quiere ni puede evitar que las cosas sigan su curso natural.
En ese marco vive Sofía de Grecia, refugiada intramuros, consciente de que nada volverá a ser lo que fue. La expectación generada por la apertura al público, y gratuita, de una parte de los jardines del palacio de Marivent, ha desviado la atención sobre el porqué de este golpe de efecto asumido con asombrosa rapidez por todas las partes implicadas.