La complicada situación política en España ha limitado el número de viajes efectuados por los reyes en representación del país durante los casi dos años y medio de reinado de Felipe VI (48 años). Ahora que vuelve a haber Gobierno, el monarca se prepara para hacer su esperada visita de Estado a Portugal, pero es probable que este viaje se vea gafado por el mismo factor que condicionó las visitas a Francia y México en 2015: problemas protocolarios con las primeras damas de los países anfitriones.
Todo comenzó con la visita de Estado de los reyes a Francia, cuando el orden protocolario se vio mermado por los problemas amorosos del presidente de la República, François Hollande (62). Al asumir la Presidencia en 2012 Hollande impuso a su pareja, la periodista Valérie Trierweiler (51), como primera dama de Francia. Su papel en el Elíseo fue criticado por los más tradicionales, pues Trierweiler no estaba casada con Hollande y la relación tenía un origen escandaloso, ya que había surgido de un affaire que empezó cuando el recién-elegido Jefe de Estado todavía convivía con la política socialista Ségolène Royal (63), madre de sus cuatro hijos.
El asunto se complicó aún más, sin embargo, poco después de conocerse las fechas de la visita de los reyes, cuando una revista francesa publicó fotos mostrando a Hollande entrando en la casa de su amante. Le había pillado in fragranti con la actriz Julie Gayet (44), lo que llevó a la implosión de su relación con Trierweiler.
La visita de los reyes llevó a imágenes incómodas que parecían la de una mesa coja, con Hollande recibiendo a los monarcas en el Palacio del Elíseo acompañado sólo por la guardia presidencial. Sin embargo, la estancia de los monarcas después de apenas un día de visita debido al accidente de Germanwings. Cuando se reanudó en junio, Hollande tiró de la amistad que conserva con la madre de sus hijos –y actual ministra de Ecología, Desarrollo Sostenible y Energía– para evitar más fotos 'desiguales'.
Ségolène Royal estuvo con él para volver a recibir a los reyes en el Elíseo y pasó gran parte de la visita acompañando a doña Letizia (44). Pese a desempeñar el papel que normalmente correspondería a una primera dama, el Elíseo aseguró que Royal aparecía exclusivamente en representación del Gobierno: de manera conveniente, tanto el primer ministro como el ministro de Asuntos Extranjeros se encontraban ocupados, por lo que su función, como tercer cargo del Ejecutivo, era estar con la reina.
Un desencuentro en Zapotecas
En junio de 2015 los reyes embarcaban en su visita de Estado a México, una muestra de singular afecto hacia la mayor nación hispanohablante del mundo. Aunque el presidente Enrique Peña Nieto (50) y la primera dama, Angélica Rivera (47), les recibieron con los brazos abiertos, un incómodo episodio en la ciudad histórica de Zapotecas dio mucho que hablar.
Durante la visita al Instituto Nacional de Antropología e Historia la primera dama mexicana se mostró enojada cuando su esposo dio paso a los reyes y la dejó atrás. La fría mirada que le dedicó, y luego la manera en la que pasó de lado a su esposo, evitando la mano que extendió hacia ella, mostró la evidente tensión entre la pareja presidencial. Tal vez por este motivo que doña Letizia se mostró algo distraída en la biblioteca donde tuvo lugar el desencuentro, alejándose el grupo y dedicándose a ojear un libro histórico mientras la guía mostraba unos documentos históricos a los otros visitantes.
La visita de Estado de Felipe VI no fue la primera ocasión en la que el comportamiento de Rivera, ex actriz de telenovelas, ha dado mucho que hablar. La mexicana es conocida por su estilo de moda ostentoso y su carácter algo complicado en eventos públicos, y en años recientes su popularidad entre sus conciudadanos ha caído debido a su implicación en el llamado "escándalo de la casa blanca"–en el que se reveló que una constructora había pagado el lujoso chalet del presidente– y sus viajes de compras a Beverly Hills.
La primera dama no está, ni se le espera
La visita de Estado de los reyes a Portugal será protocolariamente complicada debido a la inaudita situación amorosa del presidente de la República, el carismático Marcelo Rebelo de Sousa (67), que sirve de Jefe de Estado del país vecino desde el pasado mes de marzo.
Desde hace más de cuatro décadas Rebelo de Sousa, catedrático de derecho y figura omnipresente en la escena política de Portugal, comparte una relación sentimental con Rita Amaral Cabral, profesora de Derecho en la Universidad de Lisboa. Los compañeros de Amaral Cabral la describen como una mujer elegante y extremadamente educada, mientras que sus alumnos aseguran que es una profesora tanto amable como brillante. Todos parecen coincidir en que es encantadora, pero si los reyes aspiraban a disfrutar de su compañía, se quedarán con las ganas: la profesora no ejerce de primera dama.
Rebelo de Sousa estuvo casado con Ana Cristina Caeiro da Motta Veiga entre 1972 y 1980. Se divorciaron por lo civil, pero al ser católico devoto, el jurista considera que eso no cuenta. El matrimonio es indisoluble, y para él sólo habrá la unión de consagró ante la iglesia con la madre de sus dos hijos.
Las convicciones personales y las exigencias protocolarias son dos cosas distintas, y en su lugar es posible que otros políticos habrían buscado alguna manera de acomodar a sus parejas en algún tipo de posición protocolaria, como hizo Hollande con Trierweiler en Francia. Rebelo de Sousa, sin embargo, es un hombre de tradiciones, hijo de una de las familias más influyentes de Portugal –su padre fue gobernador de Mozambique durante la dictadura salazarista– y miembro de algunas de las organizaciones más conservadoras del país. Para él, la primera dama es sólo la que está casada con el presidente.
El asunto es tan serio para el jurista que no sólo no le cabe tener una primera dama de facto, sino que llegó incluso a preguntarse si su situación amorosa le descalificaba de la Presidencia. Según sus amistades, durante años argumentó que no podía ser presidente pues el país nunca había tenido un Jefe de Estado soltero y él no era nadie como para romper esa tradición. Sin embargo, cuando finalmente decidió presentarse como candidato, explicó al diario Expresso que había meditado sobre el asunto y que, "a diferencia de una monarquía, en una República no se espera que la familia del presidente desempeñe un papel político".
"No hay ninguna obligación institucional que requiera al presidente tener primera dama", afirmó el entonces candidato. A la vez aseguró que mantendría su vida personal separada de su faceta como presidente de la República: su pareja sentimental no participaría en eventos oficiales, de la misma manera en que "no veréis a mis nietos correteando por los jardines del Palacio de Belém [sede de la Presidencia] ni participando en actos protocolarios".
En este sentido, el presidente ha cumplido su promesa a rajatabla, reafirmando esa separación incluso el día que tomó posesión del cargo, dejando su familia atrás al entrar por el portal del Palacio. Cuando se ve con su pareja, es en la casa que Rebelo de Sousa sigue manteniendo en Cascais, o en la casa de la profesora Amaral Cabral en Estoril, pero nunca en el sitio que representa la Presidencia.
Y así será durante la visita de Estado de los reyes, y en la cena de Estado formal que se celebrará el lunes en el Palacio de los Duques de Braganza en Guimarães. Si la reina busca con quién conversar, tendrá que ser con el alcalde de la ciudad o alguno de los otros ilustres invitados; la primera dama de Portugal no está, ni se le espera.