Tuvo que hacer un esfuerzo, sin duda, para reprimir esa sonrisa que se asomaba en su rostro cuando abandonó la Audiencia de Palma de Mallorca. Iñaki Urdangarin (49) salía del largo proceso del 'caso Nóos' en libertad sin fianza, lo que le ha llenado de "satisfacción", en palabras de Mario Pascual Vives, su abogado. Una satisfacción que radiaba pocas horas después en la cara de su mujer, la infanta Cristina (51), al llegar a su casa de Ginebra, donde podrán vivir hasta que la causa llegue al Tribunal Supremo. Quien sabe cuántos meses faltan.
Absuelta la infanta, el matrimonio podrá seguir con su vida como hasta ahora. El exduque de Palma no ingresará en la cárcel y la presión mediática irá disminuyendo con el paso del tiempo. Vivirán encerrados en su exilio dorado, en esa suerte de jaula de oro en la que se ha convertido su hogar suizo. Un dúplex de 12 habitaciones en una de las zonas con más historia de la ciudad.
Allí les han visto por casualidad numerosos españoles de viaje en la zona. Situado en el número 12 de la Rue des Granges, en pleno centro histórico y turístico de Ginebra, en un edificio histórico. Para acceder al apartamento de la pareja hay que cruzar una pesada puerta de madera que han hecho famosa las televisiones. Detrás está su refugio.
En 2013, cuando se mudaron a la capital financiera de Suiza, se dijo que su vivienda estaba en el exclusivo y apartado barrio de Florissant. Pero la pareja había escogido algo más auténtico: viven cerca del Ayuntamiento y la Catedral de Ginebra, en el casco antiguo. La casa está al sur del Paseo de la Cruz Roja, cerca de la universidad, en el barrio conocido como Vieille Ville, zona que los visitantes suelen pasearla porque junto con la zona del Lago Leman es la más turística.
A menos de cinco minutos de casa tienen cuatro galerías de arte (La Cave, Interart, Grand Rue y Wolen White), dos museos (Tatiana Zoubov y Ancien Arsenal) y un teatro (Poche). Cerca también hay una pizzería donde la familia suele cenar.
Las calles empinadas y empedradas del barrio esconden auténticas maravillas, como la casa en la que viven los Urdangarin, un edificio de cuatro plantas con un jardín en la parte posterior en el que uno puede sentarse al frío sol suizo. Rodeado de árboles, unas mesas blancas y unas sillas sirven de silencioso descanso y reconfortan del ruidoso tráfico del centro de Ginebra. Con un matiz: todo lo ruidoso que puede llegar algo suizo.
El apartamento de los exduques es un duplex de 12 habitaciones que suelen tener siempre las luces encendidas, según han relatado algunos vecinos. Cuando llegaron a Ginebra, el periódico Le Matin titulaba: "Cristina, en casa de los aristócratas". Porque la lujosa vivienda se sitúa en un antiguo hotel construido hace tres siglos.
Desde allí, cada mañana sale Urdangarin con sus hijos para acompañarles a la escuela, la elitista Ecolint (Ècole International), donde estudian en currículo francés. El exduque de Palma no tiene trabajo, así que dedica sus horas a los quehaceres domésticos. Es él quién cocina cuando puede, algo que se le da muy bien tal y como señalaron las crónicas de alabanza que se escribieron cuando se prometió con la infanta. El pescado es su gran especialidad y en Barcelona solía organizar cenas gastronómicas con sus amigos, quienes disfrutaban del resultado que el entonces duque había mimado en los fogones.
La familia Urdangarin de Borbón cuenta con una asistenta (que no interna -va unas horas, no duerme allí-). Así que Iñaki tiene tiempo para sus aficiones. Y una de las más importantes de su vida es el deporte. Corre con asiduidad y va en bicicleta siempre que puede. Combina sus entrenamientos entre semana con salidas el fin de semana con sus hijos, a quienes ha contagiado el amor por el deporte. Suele participar además en carreras populares, como el Maratón de Ginebra. El 8 de mayo de 2016, no hace ni 10 meses, corrió en la Media Maratón de Ginebra, donde superó la meta de 21 kilómetros en 1h 46m 04s.
[Lea aquí: La bici de 12.000 euros de Iñaki Urdangarin]
En la carrera de 10 kilómetros que se organiza de manera paralela corrió su sobrina, Carlota Gui, hija de Ana Urdangarin, quien vive con el matrimonio desde hace algunos meses. El resultado fue de 1h 03m 35s. Miguel Urdangarin (14) corrió cinco kilómetros y logró una marca de 27m 54s, lo que supone que ha heredado la gracia deportiva de su padre.
Al casarse con la infanta, el jugador de balonmano incorporó nuevos deportes a su vida, como el tenis, el golf, la navegación y el esquí. "Tendré que aprender", dijo entre bromas en su momento. Como buen deportista de élite, lo hizo. Y ahora es un gran aficionado al tenis, deporte que en Ginebra puede practicar en numerosos clubes. El más cercano a su domicilio (y además, el mejor de la ciudad) es el Eaux Vives, con 18 pistas, parecido al Real Club de Tenis de Barcelona, donde eran socios.
Hasta allí podría desplazarse en bicicleta, un medio de transporte que suele usar habitualmente. También lo utiliza para sus quehaceres burocráticos, algo que requiere su tiempo. Urdangarin está en Ginebra en calidad de esposo y debe renovar su documentación para no quedarse en situación irregular. La leyes suizas son muy estrictas en cuanto a inmigración se refiere y su condición de condenado no le favorece. Lo que sí le ha ayudado es la decisión judicial tomada el jueves y que lo obliga a acudir el día 1 de cada mes a un juzgado en Ginebra. Papeleta resuelta.
Mientras, el Ministerio del Interior pone a disposición de la infanta Cristina tres escoltas, que son quienes controlan la seguridad de la familia: uno se encarga de las tareas de chófer y los otros dos están destinados a guardar la seguridad de la hermana del rey Felipe VI.
La vida en Suiza es cara y Ginebra en especial, donde un café cuesta seis euros y una entrada para el cine no baja de los 20 euros. Eso se nota hasta en las facturas del colegio de los niños. Todo indica, aunque nadie lo ha confirmado nunca, que Pablo Urdangarin estudia en Estados Unidos, mientras que el resto lo hace en la citada escuela, cercana a la vivienda de la familia. El gasto mínimo que supone Ecolint por cada alumno es de 30.000 euros anuales, de los que se ha llegado a especular que se hace cargo el abuelo materno, es decir, el rey emérito. Lo que si han dejado claro a EL ESPAÑOL es que La Caixa no corre con ningún gasto del exilio de la infanta: sólo paga su sueldo, que es de casi 350.000 euros anuales.
La infanta Cristina compagina el puesto de directora del Área Internacional de la Obra Social de la entidad bancaria con la coordinación de las acciones filantrópicas de la Aga Khan Foundation y el Aga Khan Trust of Culture, labores por las que recibe al menos la misma cantidad que en La Caixa. Podría ser esta fundación la encargada de los gastos de la vida de expat de la hermana del rey Felipe. Hay que recordar que el Aga Khan y el rey Juan Carlos son amigos desde pequeños, cuando compartieron pupitre en la exclusiva escuela suiza Le Rosey.
El portavoz de la entidad, Sam Pickens, cuenta algunos detalles de la cotidianidad de la infanta: acude cada día a la oficina, situada cerca del Jardín Botánico y los edificios de la ONU, suele salir a tomar un café con sus compañeros, y a media tarde abandona su puesto de trabajo para volver a casa con su familia. Es la misma vida que llevaba en Barcelona, donde compartía cafés y charlas con sus compañeros de oficina en la sede de La Caixa. Como una chica normal.
De su casa a la oficina, la infanta suele ir en coche, lo que le lleva una media hora, porque no son ni 3 kilómetros de distancia pero suele haber mucho tráfico en la céntrica Rue de Laussanne, que debe recorrer para acceder a la Fundación Aga Khan.
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