Y ya van tres. Este jueves el príncipe Harry (33 años) y Meghan Markle (36) hacían su tercera aparición pública tras el anuncio de su compromiso y los ánimos de los ciudadanos no han menguado lo más mínimo. De hecho, cada vez son más los gestos de cariño que tienen con la futura duquesa.
Hoy, en Cardiff, la visita de la pareja real era muy esperada. Los vecinos de la localidad se agolpaban en las calles para ver desde primera fila a los prometidos, pero la cita se ha hecho esperar. Más de una hora es lo que exactamente han tenido que esperar los vecinos de la capital de Gales de pie y a unos seis grados, que es el tiempo que se ha retrasado el tren en el que viajaban los royal desde Londres debido a una avería. Pero eso obstáculo no ha sido impedimento para que la presencia de Meghan y Harry fuera de nuevo un éxito.
Con la naturalidad que les caracteriza, la joven pareja ha pedido perdón a los cuidadanos y se han mostrado cercanos y atentos con los que querían una foto o simplemente saludarles. Como una niña pequeña que no dudó en acercarse a la futura esposa del nieto de Isabel II (91) y mostrarle el cartel en el que decía: "Yo también me llamo Meghan".
Pero el momento más llamativo ha surgido cuando la actriz se ha acercado a una zona donde un grupo de estadounidense portaba la bandera americana y le pedían una instantánea a su paisana más 'real'. Meghan, como siempre, no ha quitado la sonrisa de su cara y volvía a sorprenderse de la acogida que los ingleses le ofrecen en cada acto al que acuden.
La capital de Gales ha aclamado a sus próximos duques y se han rendido de nuevo al estilo de Markle. Para esta ocasión la actriz se ha vestido con un elegante abrigo negro firmado por Stella McCartney donde el cinturón de seda era el gran protagonista. Lo complementaba con un bolso verde botella y unos botines de terciopelo. Su peinado parecía improvisado, pero se trata de un recogido que busca dar el efecto de despeinado pero otorga el punto perfecto de frescura a un look más sobrio como el que hoy vestía.
Meghan sabe ser una 'reina' del estilo, pero no necesita corona para ello, sino todo lo contrario. Ella lo único que se pone en la cabeza son moños despeluzados que todas quieren imitar, sombreros que todas quieren tener o se suelta la melena azabache y crea envidias sanas. Sea como sea, la norteamericana ha llegado a la Casa Real británica para ser el aire fresco personificado.