Federico de Dinamarca (50 años), el heredero al trono que de joven dudaba sobre sus futuras obligaciones y cuyo comportamiento errático creaba recelo en sus súbditos, ha cumplido este sábado 50 años asentado como una figura popular y respetada.
Miles de daneses acudieron a la plaza del palacio de Amalienborg (Copenhague) para homenajear a Federico, que saludó desde el balcón con su mujer, sus cuatro hijos y su madre, la reina Margarita II (78), quien por la noche organizará en su honor un banquete con invitados de otras casas reales escandinavas.
El programa de actos se cerró con una gala televisiva a la que asistió con su familia el homenajeado, quien dos décadas atrás admitía en una entrevista que ser rey algún día le parecía "grande, intimidatorio, oscuro, sombrío y desagradable".
Las dificultades para asumir su rol se reflejaron en torpezas en sus primeras apariciones oficiales y escándalos, el más grave la noche de Fin de Año de 1991, cuando la policía los detuvo borrachos a él y su novia, que conducía sin tener carné el coche del príncipe.
Los medios daneses se preguntaban si Federico quería ser algún día rey e insinuaban que debía ceder sus derechos dinásticos a su hermano menor, Joaquín (48), una situación crítica que pronto revirtió.
Su participación meses después en la maratón de Copenhague, su discurso en las bodas de plata de sus padres y su presencia en las gradas siguiendo como un danés más la final de la Eurocopa 1992 frente a Alemania lo reconciliaron con sus compatriotas.
Pero fue el curso de adiestramiento en el cuerpo de buzos, que completó tres años más tarde, el que según él marcó su vida. "Soy una persona antes de él y otra después. Quizás empecé a caminar más erguido, sin malinterpretarlo como ser engreído, nada que ver, más bien al contrario. Pero uno se siente bien diciendo: hemos ganado una batalla, una de las que uno pelea por sí mismo", admitió en una biografía de reciente publicación.
De su paso por el cuerpo de buzos le quedó además un apodo, 'Pingo', por el nombre de un pingüino de un popular tebeo al que recordaba al caminar cuando le llenaron de agua el traje.
El primer miembro de la Casa Real danesa en completar estudios universitarios (Ciencias Políticas, que cursó entre Dinamarca y Estados Unidos) manifestó desde joven interés por la aventura y el deporte, una faceta que ha contribuido a asentar su popularidad.
Ha participado en varias expediciones, como una de cuatro meses con trineos en Groenlandia en 2000; ha corrido varias maratones e incluso completó un Ironman, una modalidad extrema de triatlón.
A mejorar su reputación ayudó también que se le viera llorar a lágrima viva esperando en el altar en 2004 a su futura esposa, la abogada australiana Mary Donaldson (4, a quien había conocido en los Juegos Olímpicos de Sydney y con quien tiene cuatro hijos: Christian (12), Isabella (11) y los mellizos Vicente y Josefina (7).
Con ella ha construido una imagen de padres modernos, que como tantos otros daneses llevan y recogen a sus hijos en bicicleta y con un trato más desenfadado que la rígida educación que recibió, sobre todo de su padre, el príncipe Enrique, de origen francés.
"Papá, se dice que quien te quiere te hará llorar, nunca dudamos de tu amor", confesó en un discurso 25 años atrás, reflejo de la no siempre fácil relación con su progenitor, fallecido en febrero, complicada por la insatisfacción de este por su rol en la Casa Real y sus reproches públicos a la reina.
Con Margarita II ha ido estrechando lazos a medida que maduraba y la reina ha elogiado sus cualidades y su preparación, aunque a sus 78 años ha reiterado varias veces que no piensa abdicar, entre otros motivos, por la falta de tradición en las monarquías escandinavas.
Muy aficionado al rock y al pop (desde Led Zepellin o Metallica a David Bowie o incluso Justin Timberlake) y a ir a conciertos, al heredero danés -que tiene tatuado un tiburón en un gemelo y un motivo nórdico en un hombro-, se le cuestionan no obstante aún sus habilidades retóricas y alguna decisión controvertida.
Federico es miembro del Comité Olímpico Internacional (COI), con el que votó no excluir a todos los atletas rusos de Rio 2016 tras la difusión de un informe que acusaba a Rusia de dopaje, en contra de las peticiones de varios países, como Dinamarca.
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