Meghan está cambiando al príncipe Harry: ¿se repetirá en la familia la historia de Eduardo y Wallis?
El peculiar carácter de la exprotagonista de la serie 'Suits' ha hecho mella en ciertos hábitos de su marido, y este tipo de situaciones están amargando la existencia de Isabel II.
29 septiembre, 2019 02:06Noticias relacionadas
Cuando Meghan Markle (38 años) apareció en escena con el príncipe Harry (35), muchas voces proclamaron que la joven actriz norteamericana aportaría aire fresco a una monarquía anquilosada desde la época victoriana. Sin embargo, ese aparente aire fresco se ha transformado en un huracán mediático que ha hecho tambalear los cimientos de los Windsor. Por cierto, un regio apellido inventado por el rey Jorge V para erradicar el origen alemán de la nueva dinastía reinante (Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha) a causa de la germanofobia existente en Inglaterra durante la I Guerra Mundial.
El actual viaje oficial a Sudáfrica de los duques de Sussex en el que el pequeño Archie, de cuatro meses y medio, está robando protagonismo a sus famosos papás, está poniendo nuevamente en entredicho el rol de la pareja. Especialmente, el de ella. Desde que Harry y Meghan se casaran el 19 de mayo de 2018, la duquesa de Sussex aparece descrita como la bruja mala del cuento. Su poder de seducción ha hipnotizado a su marido de tal manera que el nieto de Isabel II (93) actúa como si hubiera perdido el norte.
Tras la muerte de Lady Di en 1997, Harry y Guillermo (37) siempre fueron uña y carne. Pero en el último año, el distanciamiento emocional con su hermano mayor no solo ha provocado disputas familiares y 'peleas de gatas' entre las cuñadas (Meghan y Kate) sino que también se han creado equipos de marketing y comunicación independientes para los Sussex y los Cambridge; las dos familias viven en residencias diferentes (los Cambridge en el palacio de Kensington y los Sussex en Frogmore Cottage, a 35 kilómetros de Londres) y la mayoría de sus actividades sociales y filantrópicas ya se realizan por separado.
Para echar más leña al asunto, el peculiar carácter de la exprotagonista de la serie Suits ha hecho mella en ciertos hábitos de su marido. Mientras Harry se regía por el código elitista, clasista, endogámico y conservador de la sangre azul, Meghan coagula esa sangre con dosis más izquierdistas, liberales y tolerantes. Si en los Windsor la caza es una tradición milenaria, a la duquesa de Sussex solo le ha bastado un par de años para que su esposo bajara la cabeza, y no precisamente como señal de cortesía, sino de forma amilanada para complacerla. De hecho, en el 2018, el príncipe ya no acudió a la tradicional caza del urogallo en el castillo de Balmoral.
Este tipo de situaciones están amargando la existencia de la monarca más longeva del mundo. A pesar de las numerosas imágenes existentes de la complicidad pública entre abuela y nieta política, tras las puertas de palacio el guión es bien diferente.
Segun el tabloide Express, Isabel II estaría muy disgustada con Meghan porque quiere alimentar a su hijo Archie a base de una dieta vegana en vez de hacerlo con la cocina tradicional inglesa; tampoco ve con buenos ojos sus desplazamientos en aviones privados que suponen un aumento de la contaminación atmosférica cuando los Windsor se catalogan a sí mismos como ecologistas y la gota que colma el vaso son los diferentes desplantes que la joven ha profesado a su graciosa majestad.
El último de ellos, a principios de septiembre, cuando Meghan no asistió a los Juegos de las Highlands en Balmoral para viajar a Nueva York para ver jugar a su amiga Serena Williams (38) en la final del US Open. El duque de Edimburgo (98), ya jubilado, está que se sube por las paredes.
La influencia supuestamente nociva de Meghan no es nueva en la corte. Hay que remontarse ocho décadas, cuando otra americana divorciada, Wallis Simpson, logró que su marido, Eduardo VIII, abdicara del trono y se creara otra especie de corte paralela. Al menos, en los circuitos internacionales de la jet set eran tratados como los duques de Windsor. En cierto sentido, Meghan también ha constituido su propia corte 'a medida' ya que se ha ido deshaciendo del personal que no bailaba al ritmo de sus palmas. O, por lo menos, han sido sus subordinados los que han dicho hasta aquí hemos llegado.
Una nueva era está empezando. Como ya dijo el rey Faruk de Egipto en el exilio, "en un futuro solo quedarán cinco reyes, los cuatro de la baraja y la reina de Inglaterra". Larga vida a su graciosa majestad.
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