Este jueves los reyes Felipe VI (52 años) y Letizia (47) han recalado en Cuenca con motivo de su gira por toda España después de que se eliminase el estado de alarma provocado por el coronavirus. Con el consabido objetivo de mostrar su apoyo e impulsar las actividades y el turismo, los monarcas han parado en la cuidad manchega, su cuarto destino después de Canarias, Baleares y Andalucía.
Esta visita, más allá de lo institucional, cuenta para los Reyes con un gran calado sentimental, ya que fue la primera parada que realizaron durante su luna de miel. Se trataba del punto cero del que partieron. En mayo de 2004, recién convertidos en marido y mujer, Felipe y Letizia recorrieron las mismas calles que este jueves, 16 años después. Mismo lugar, aunque con dos notables diferencias: por aquel entonces no eran Reyes de España -eran Príncipes de Asturias- y el motivo de su recalado nada tenía que ver con la crisis del Covid-19 que ha azotado al mundo entero, y a España en particular.
Con cámara en mano, vestidos de forma informal -con vaqueros y jersey- y agarrados por la cintura, los entonces príncipes y esposos se daban su primer baño de masas en la ciudad de Castilla-La Mancha. A su paso generaron un gran revuelo y los conquenses se echaron a la calle para saludarnos. Una recepción que, con el paso de los años, se ha hecho costumbre y que, de seguro, este jueves, mientras caminaban por las empinadas y empedradas calles manchegas, se habrán acordado de aquellos días cargados de amor. Eso sí, en esta segunda visita no ha habido aglomeraciones ni masas de ningún tipo por las medidas de seguridad ante el coronavirus.
Existen grandes diferencias entre aquellas instantáneas y las actuales, aparte de las físicas propias del paso del tiempo. Por un lado, el Rey este jueves no portaba su cámara de fotos colgada al cuello, como aquel 24 de mayo donde Letizia apenas podía caminar sin que Felipe parase para inmortalizar algún paisaje. Tampoco lucía entonces la cuidada aunque poblada -y canosa- barba que muestra hoy. Por su parte, Letizia no se despegaba de su teléfono móvil, una acción que se ha repetido (y criticado) a lo largo de los años. Sabido es que le gusta estar informada, reminiscencia de su época como periodista.
Cabe puntualizar que aquella decisión de los actuales Reyes de España de iniciar su luna de miel en España, y en una ciudad como la de las Casas Colgadas, supuso todo un revulsivo para la zona, en todos los sentidos. Por no hablar de la gran expectación que suscitó, incluso desde días antes. No se hablaba de otra cosa en las calles, en los comercios; la noticia de que el hijo de Juan Carlos (82) y Sofía (81) y la periodista de la que se había enamorado iban a pasar unos días allí empezó como un rumor y acabó confirmándose por todo lo alto. Felipe y Letizia pernoctaron en el Parador y esas fotografías dieron la vuelta al mundo.
Su lujosa luna de miel
Desde que se dieron el 'sí, quiero', los Reyes han mantenido a rajatabla el concepto de lo que para ellos son sus vacaciones privadas. Durante los primeros días de agosto de cada año los actuales reyes de España se lucen, se exhiben, posan en el palacio de Marivent, en la Almudaina y en el Real Club Náutico de Palma. Pero llegado el momento, -su momento- se evaporan.
Hace unos días, The Telegraph desvelaba los paradisíacos lugares a los que viajaron Felipe y Letizia para celebrar que ya eran marido y mujer, empezando por Cuenca. Un viaje que duró algo más de dos meses, de mayo a agosto, en la que recorrieron un total de 42.000 kilómetros y que costó casi 500.000 dólares. Según el citado medio, el periplo fue pagado a medias entre el rey Juan Carlos y su íntimo amigo Josep Cusí, un empresario naviero que desembolsó 269.000 de los 467.500 dólares que costó el total del viaje.
Todo un escándalo, de ser cierto, que se suma a un momento convulso para la monarquía española. El pasado 8 de junio se conoció que la Fiscalía del Tribunal Supremo había comenzado a investigar el papel del rey Juan Carlos por unas presuntas comisiones abonadas por la adjudicación a empresas españolas de las obras del AVE a La Meca. En marzo, en pleno estado de alarma decretado por el Gobierno por la grave crisis del coronavirus, el rey Felipe VI anunciaba que renunciaba a la herencia de su padre "que personalmente le pudiera corresponder" y que el rey Juan Carlos dejaría de percibir la asignación fijada en los Presupuestos de la Casa Real.
La decisión del jefe del Estado vino provocada tras conocerse que su progenitor se encontraba envuelto en nuevas irregularidades financieras. En esta ocasión, por dos cuentas offshore. La primera, Lucum, que custodiaba una cantidad de 100 millones de dólares (unos 65 millones de euros) que Arabia Saudí supuestamente habría pagado a Juan Carlos por mediar en la contratación del AVE a la Meca. La segunda, Zagatka, se utilizaba, presuntamente, para pagar viajes del emérito. Felipe VI aparecía como beneficiario único en ambas.
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