Después de ser excluidos de la tradicional foto del balcón del palacio de Buckingham, llegó el momento de la gran reaparición de Meghan Markle (40 años) y el príncipe Harry (37) en el servicio religioso de la catedral de San Pablo de Londres. La duquesa ha aparecido con un look impoluto, discreto y elegante, firmado por Dior, con el que lo ha dicho todo. Ha llegado a la tierra natal de su marido en son de paz y dispuesta a mantener un pefil bajo en lo que a exposición se refiere.
Hace dos años que se produjo el Megxit, que marcó la salida del matrimonio de Reino Unido y también de la Familia Real. Desde entonces, ambos se han visto envueltos en un sinfín de polémicas, por sus escandalosos comentarios sobre los miembros de la monarquía en sus distintas entrevistas y declaraciones. Eso ha abierto una amplia brecha en lo que a su popularidad se refiere en el país.
La pareja tiene seguidores y detractores a partes iguales y eso quedó escenificado a su llegada a la ceremonia. Salieron del coche cogidos de la mano, en señal de unidad, y tras charlar unos segundos con el alcalde de Londres, que los recibió, iniciaron la subida a la escalinata. Mientras, la multitud que esperaba en los alrededores del templo se mostraba totalmente dividida: unos aplaudían y otros abucheaban a los Sussex.
Haciendo caso omiso a estos últimos, tanto Harry como Meghan sonreían y saludaban con la mano, agradecidendo la bienvenida. La exactriz, guapísima y con una expresión de total felicidad, no parece incómoda con los pormenores de este reencuentro tan esperado. Aún así, la imagen que todo el mundo esperaba no pudo producirse, pues Isabel II (96) no ha podido asistir al servicio religioso en su honor por problemas de salud.
Lo que sí ha podido hacer es conocer personalmente a su bisnieta, Lilibet Diana, que el día 4 de junio cumple su primer año de vida y a la que todavía no había visto personalmente. A la fiesta de aniversario de la pequeña, sin embargo, faltarán los duques de Cambridge, pues tienen un acto programado en Gales.
Pero no hay nada que amargue esta vuelta a casa de los duques de Sussex. Meghan ha elegido un estilismo sobrio: un abrigo de estilo retro, cerrado y con un cinturón fino, con una pamela a juego y altísimos tacones. Como joyas, unos discretos pendientes de brillantes, y el pelo recogido en un moño. También llevaba guantes blancos, pero optó por no ponérselos para su llegada.
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