Cada 2 de julio es importante en las vidas del soberano monegasco y su esposa, pero este año lo es especialmente. El príncipe Alberto (64 años) y Charlène (44) celebran su aniversario de boda más especial y también el más significativo. Después de muchos rumores de divorcio e informaciones de todo tipo sobre su salud, la primera dama ha dado un paso al frente retomando su agenda con más fuerza que nunca.
La princesa ha vuelto para quedarse y parece querer mandar un claro mensaje a quienes la quieren fuera del principado. Los medios franceses señalan a Carolina de Mónaco (65) como principal instigadora, pero la exnadadora sudafricana ha renacido de sus cenizas e incluso ha vuelto a estar presente en los viajes de estado internacionales, como el que realizó a Noruega con su familia hace unas semanas. Todo un golpe en la mesa para volver a poner en valor su papel.
Han pasado once años desde que se dieron el "sí, quiero" en el Palacio Grimaldi, en una fastuosa boda ensombrecida por las lágrimas de la novia, que ya presagiaban que no iba a ser un camino fácil. Los últimos doce meses han sido muy difíciles para Charlène: su enfermedad y su ausencia fuera de Mónaco han hecho correr ríos de tinta y han sido muchos los que han dado por sentado que el divorcio estaba en ciernes, que no celebrarían este aniversario nupcial. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. La princesa ha regresado a la vida oficial, ha dejado un poco de lado su triste sonrisa y ha zanjado las especulaciones sobre su matrimonio mostrándose más cariñosa que nunca con el padre de sus hijos.
Este 2022, la pareja puede celebrar tan romántica fecha por todo lo alto, juntos de nuevo, en familia. No fue así el año pasado, pues la primera dama estaba 'atrapada' en su país natal convaleciente de su dolencia de oídos y garganta. Entonces, el Principado conmemoró el acontecimiento con una miniserie de diez capítulos que recordaba los mejores momentos del enlace, desde los preparativos, pasando por la ceremonia civil, la religiosa y, por supuesto, algunos de los looks de las invitadas reales que estuvieron presentes.
Una relación marcada por los problemas
Charlène y Alberto comenzaron su relación oficialmente en el año 2006, aunque se conocían desde el 2000: un príncipe enamorado de una nadadora sudafricana, en principio sonaba bien. En 2005 él había enfrentado una demanda de paternidad de una azafata togolesa llamada Nicole Coste (50), que le obligó a reconocer a su hijo, Alexander (18). Esto habría despertado las alarmas de la princesa, que intentaría fugarse de palacio hasta en tres ocasiones según los expertos en realeza y también se planteó cancelar la boda. Nunca lo hizo, pero adaptarse a su puesto en la realeza le ha costado muchas lágrimas.
Su relación con Carolina siempre ha sido distante y ambas tratan de coincidir lo menos posible en los actos institucionales. Algunas galas importantes y los actos festivos del Día Nacional de Mónaco son de las pocas ocasiones en las que se dejan ver juntas, pero casi sin interactuar. La prensa francesa asegura que fue ella quien ha forzado la firma de un documento que elimina la posibilidad de que su cuñada reine en Mónaco tras el fallecimiento del soberano. Tendrá que conformarse con ser regente de su hijo y sucesor.
Aún así, la mayor de los Grimaldi ha estado muy pendiente de sus sobrinos, Gabriella y Jacques (7), durante los meses en que la primera dama ha permanecido en Sudáfrica y luego ingresada en la clínica Suiza. Tras unos meses de terapia, al fin Charlène se ha recuperado y aunque los rumores apuntan a que no vive en palacio, sino en la finca Roc Agel, cerca de la frontera con Francia, ha recuperado su puesto oficial con varias apariciones por sorpresa durante los últimos dos meses. Sólo queda comprobar si, después de ocho años de ausencia, decide acudir este 2022 al Baile de la Rosa, que se celebrará el 8 de julio.