La descendencia siempre ha sido un asunto de máxima importancia y prácticamente primordial en las casas reales. Durante siglos, además, ha estado muy ligado a esta cuestión el conocido como 'mito de la sangre real', por lo que a los reyes no se les permitía mezclar la sangre azul de los miembros de la realeza con la roja de los plebeyos pues creían que acarrearía enfermedades hereditarias graves.
Los soberanos debían garantizar la 'estirpe' uniéndose con otros royals y dando a luz a futuros herederos a la Corona. En esta última materia los hombres de palacio mostraron durante décadas obsesión por la virilidad, mientras las mujeres estaban condenadas a ser madres y traer al mundo a un varón. Esta presión por ambas partes dio pie a cientos de anécdotas que hasta ahora estaban guardadas intramuros.
El nuevo libro Embarazos y partos de las reinas de España hace un recorrido histórico por las gestaciones de Isabel la Católica hasta la reina Letizia (49 años). Lo más interesante es que los autores de la obra son los médicos y divulgadores Pedro Gargantilla y Berta Martín que aportan su visión experta y muestran curiosidades de los historiales ginecológicos y obstétricos de las soberanas.
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Pero hasta llegar al momento de la gestación, en el relato se presentan las extravagancias y los problemas que tenían muchos reyes a la hora de potenciar su virilidad. De ahí que en el libro se hable del uso de la viagra en palacio, cuyo propulsor fue Fernando el Católico cuando se casó con la adolescente Úrsula Germana de Foix tras la muerte de Isabel de Castilla. El rey de más de cincuenta años recurrió "a 'vigorizantes sexuales', en especial a la cantaridina o mosca española, una sustancia producida de forma natural por escarabajos, pertenecientes al orden de los coleópteros, que se obtiene desecando, triturando y pulverizando estos insectos".
En otro de los capítulos también se descubre la "impotencia sexual" de Fernando VII. Su esposa, María Antonia de Nápoles, le confesó a su madre en varias cartas que su marido "no cumplía sus obligaciones maritales" y sufría "gatillazos" continuos. Sin embargo, el problema con su cuarta mujer fue otro. María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y Fernando VII usaban una "almohadilla mágica", de forma circular con un agujero en el centro para sus coitos porque él sufría macrogenitosomía -sus genitales tenían unas proporciones superiores a lo habitual-.
Todo ello contribuía a que las mujeres de la realeza se quedaran embarazadas, y es que este era un asunto primordial tras las bodas royal. El mejor ejemplo de esa presión lo vivió Mariana de Neoburgo en su unión con Carlos II. Mientras intentaba quedarse en cinta, la reina madre hizo todo lo posible por distanciar a su nuera de su hijo, así que Mariana optó por mentir: "Como el tiempo pasaba y el anhelado embarazo no llegaba, Mariana tomó cartas en el asunto y fingió lo que la naturaleza se negaba a regalarle. El motivo no era otro que mientras duraba la farsa le permitía una pequeña tregua en la guerra con su suegra, al tiempo que acaparaba toda la atención palatina". se explica en el libro. Se aficionó a esta argucia, ya que llegó a inventarse hasta once embarazos. De esta forma, conseguía que su marido estuviera bajo su control.
Cuando las uniones de la realeza eran exclusivamente por mantener un legado ilustre y se regían por cuestiones geopolíticas y de poder, dar a luz a herederos era un deber insalvable después de contraer matrimonios puramente estratégicos. Pero a partir de la Constitución de 1978, "no existe ningún tipo de requisito para los consortes de los miembros de la familia real". Lo de la 'sangre azul' quedó atrás, y de hecho el matrimonio morganático entre Felipe VI (54) y Letizia hizo correr ríos de tinta porque iba a ser "la primera Reina de nuestra historia con carrera universitaria, divorciada y no perteneciente a una Familia Real", se recoge en el cuarto capítulo del libro.
Sobre la descendencia de los actuales monarcas de España se habla precisamente en el capítulo nueve, donde destaca un apartado llamado Los reyes también nacen por cesárea. En esta parte del relato se narra la excepcionalidad de los dos partos de Letizia para traer al mundo a Leonor (16) y Sofía (15). "En abril de 2007 la por entonces princesa Letizia daba a luz, en la clínica Ruber, a una niña que pesó más de tres kilos y a la que se bautizó con el nombre de Sofía. El parto se produjo por cesárea, al igual que había sucedido en el nacimiento de la primogénita, la segunda en la línea de sucesión al trono, después de su padre Felipe, en aquellos momentos", se recuerda en las líneas de Embarazos y partos de las reinas de España.
Pero seguidamente los doctores Pedro Gargantilla y Berta Martín que firman la obra revelan lo que habría ocurrido si la hija de Paloma Rocasolano (70) se hubiera quedado embarazada por tercera vez y tuviera que enfrentarse a un nuevo alumbramiento: "En el supuesto de que Letizia Ortiz hubiese tenido otra gestación, la vía del parto recomendada habría sido nuevamente la cesárea".
Sin embargo, la Reina no tuvo que visitar el paritorio por tercera vez, y así no tuvo que correr ningún tipo de riesgo ginecológico. De esta forma, Leonor será la primera Reina en la historia de España nacida mediante cesárea.