Tras casi una semana de cuarentena en palacio después de confirmar su positivo por Covid-19 el pasado martes 5 de julio, Letizia (49 años) al fin retomó su agenda estos días, aunque lo hizo con prudencia y con la mascarilla puesta. Así ha sido hasta este viernes. Este 15 de julio, la esposa de Felipe VI (54) reapareció ya sin el accesorio sanitario y dejó a la vista la totalidad de su rostro. Una faz que poco tiene que ver con la que lucía cuando llegó a la vida del entonces príncipe de Asturias.
Los retoques de la monarca consorte nunca han sido ningún secreto y solo se debe atender a la evolución de su cara para aseverar que ha pasado por quirófano y ha empleado la 'magia' de la medicina estética para mejorar los aspectos de su rostro con los que no estaba a gusto. Su buen hacer con la cirugía la han colocado como una de las soberanas europeas más bellas y estilosas, según destaca a menudo la prensa internacional.
El rostro de Letizia ha sufrido importantes modificaciones en estos más de 18 años que lleva al lado del Rey . Se ha sometido a una rinoplastia, a una mentoplastia, a una posible bichectomía y a inyecciones de bótox y ácido hialurónico. La Reina ha corregido así los 'errores' que ella percibía ante su espejo, pero la realidad es que la ciencia matemática contradice la percepción de la soberana.
La 'fórmula de la belleza' creada por el matemático Leonardo de Pisa, conocido como Fibonacci, posee un coeficiente que calcula la armonía facial de una persona. Este sistema sentencia que la Reina lucía una proporcionalidad mayor en su época de periodista y en sus primeros meses junto al entonces heredero al trono que en la actualidad.
El método de medida de la belleza, que toma como base la famosa Sucesión de Fibonacci, se rige por un sistema en el que se tienen en cuenta 12 marcadores que detallan con exactitud las proporciones que existen entre los labios, la nariz, las cejas, la frente y las mejillas. Una vez calculados todos los elementos que configuran el rostro se establecen los valores y se expresa una calificación sobre 10, siendo este el máximo y por lo tanto lo más cercano a la perfección.
La joven Letizia Ortiz Rocasolano que el 6 de noviembre de 2003 calló con mucha naturalidad al hijo del rey Juan Carlos I (84) y Sofía (83) con aquel sonado "déjame terminar", lucía en ese momento una proporción áurea casi perfecta. Eso es lo que concluye el procedimiento de medición de la belleza, que tras comprobar los parámetros del entonces rostro de la asturiana lo puntúa con un 9,22 sobre 10, por lo que le atribuye el nivel de "perfección".
Según muestra el sistema, la zona de la mirada de la Letizia de hace casi dos décadas está totalmente proporcionada y lineal, ya sea teniendo en cuenta los ojos como el marco de las cejas. Además, los extremos de los labios sobresalen en la proporción justa para lucir una armonía óptima respecto al tamaño de las aletas de la nariz.
Pero la armonía matemática no siempre va unida a los cánones de belleza, ni a los gustos. Por este motivo, Letizia ha querido acabar con sus complejos estéticos siempre que ha tenido ocasión, pues lo más importante es sentirse a gusto con uno mismo y ella buscaba conseguir su mejor versión y agradarse completamente cuando se viera ante el espejo.
Tras pasar por las manos expertas de los mejores cirujanos y médicos estéticos del país, la Reina ha logrado su objetivo de modificar aquellos detalles que no le gustaban, pero la fórmula que mide la armonía facial prefiere la versión que lucía Letizia antes de los retoques.
Al emplear el método de medición de las proporciones faciales, este califica con un 7,76 sobre 10 la armonía hallada en la faz actual de la madre de la princesa Leonor (16) y la infanta Sofía (15). En este caso, el nivel de belleza que se le atribuye es "normal".
El mayor cambio que percibe el sistema de medición en el rostro de Letizia antes y después se centra en la medida del mentón, por lo que hace 18 años hacía que el resto de elementos de la cara mantuvieran respecto a los márgenes de la cara una mayor distancia. La nariz también ha modificado de forma relevante su tamaño, y las cejas se muestran más elevadas por la punta que antaño, lo que también supone un recálculo en los parámetros.
Este mismo procedimiento calificó con un 8,48 la faz de su primogénita, que en una de sus grandes citas del año, los Premios Princesa de Girona, deslumbró con un nuevo estilo capilar y también de vestuario. Precisamente horas después de la entrega de los especiales galardones fue cuando Casa Real confirmó el positivo por Covid-19 de la Reina, motivo por el que ha mantenido su armónico rostro tapado por la mascarilla durante los últimos días.