El pasado martes 26 de julio, mientras que Alberto de Mónaco (64 años) visitaba los yacimientos de Atapuerca en Burgos, su mujer, la princesa Charlène (44), acudía a una residencia de ancianos en el Principado. Él era recibido por los codirectores del Proyecto Atapuerca y vicepresidentes de la Fundación y ella por el personal y los residentes del hogar, con quienes se mostró cercana, cariñosa y muy sonriente. Una actitud que no tiene que ver con la imagen que da en los eventos que comparte con el heredero monegasco.
La última vez que Charlène y Alberto de Mónaco se aparecieron juntos públicamente, fue el pasado 20 de julio en un encuentro con el Papa Francisco (85) en el Vaticano. Ambos se mostraron con una actitud cordial y amable. El príncipe Alberto, incluso, muy sonriente y cercano al Pontífice. La exnadadora, en cambio, más discreta y seria. Apenas en algunos instantes esbozó una ligera sonrisa que reflejaba su lado más amable.
Sus gestos no resultaban curiosos, ya que es la postura que mantiene en casi todos los actos que comparte con el príncipe Alberto desde que el pasado mes de abril retomó sus compromisos institucionales. Con la excepción del Festival de Televisión de Montecarlo y el beso que protagonizaron en Noruega, Charlène de Mónaco se ha mostrado seria y, en ocasiones, con expresiones que denotan tristeza. ¿La razón? La posible preferencia por cierto tipos de encuentros.
Cristian Salomoni, criminalista experto en lenguaje no verbal y director del IIAC Instituto Internacional de análisis de la conducta, explica a EL ESPAÑOL que las últimas imágenes de Charlène de Mónaco demuestran que cuando está con el príncipe Alberto, "intenta mantener el protocolo y la compostura". Se trata de actos más rigurosos y de mayor importancia dentro de la agenda institucional de la Princesa.
En otros eventos, donde tiene mayor relación con el pueblo monegasco y que, si cabe, son menos protocolarios y rígidos, la exnadadora se muestra más sonriente "para generar empatía". De acuerdo con el experto, la comunicación no verbal de la sudafricana da a entender que, "por su personalidad, le gusta más estar cerca de la gente. Se siente más cómoda rodeada de personas y en actos menos formales. En cambio, en aquellos que son más protocolarios, la Princesa de Mónaco se siente más econsertada".
[Alberto de Mónaco y Charlène, las claves de su aniversario de boda más significativo]
La Charlène más cercana y de espíritu libre, también se dejó ver el pasado 12 de julio, cuando recibió a un selecto grupo de invitados en el Palacio del Príncipe, para mostrarles los apartamentos de la residencia recientemente renovados. En un encuentro en el que ejerció de guía turística, la Princesa se mostró relajada, cómoda y amable con sus visitantes. Con muchos de ellos, incluso, presumió de una enorme sonrisa al hacerse algunas fotografías.
Por el contrario, sus recientes apariciones con el príncipe Alberto - encuentro con el Papa, gala de la Cruz Roja o recepciones en el Palacio - han confirmado su lado más serio, estricto y riguroso. Eso sí, en cualquier caso, su comunicación no verbal demuestra mayor "tranquilidad" que la de hace unos meses atrás, cuando apenas aterrizaba en Mónaco tras recuperarse en Suiza de un problema de salud. Así lo asegura a este periódico el criminalista Cristian Salomoni.
Y es que recientemente, Charlène y Alberto de Mónaco han buscado acallar los rumores de divorcio que se avivaron con la prolongada estancia de la exnadadora en Sudáfrica. A pesar de su actitud seria, en la apertura del Festival de Televisión de Montecarlo, celebrado el pasado 18 de junio, se mostraron más unidos de lo habitual. Cinco días después intensificaban esa aparente complicidad con un apasionado e inesperado beso en Noruega.